Joyce y Goytisolo

AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Hay libros que marcan y cuya reverberación es perdurable. En el caso de Juan Goytisolo, The Portrait of the Artist as a Young Man (1916) fue uno de esos libros, como lo reconocía él mismo en fechas cercanas. Después de una relectura reciente del clásico de James Joyce, en la edición hecha por Penguin Classics, y con el estímulo generoso del prólogo de Seamus Deane que la acompaña, se antoja oportuno apuntar algunas de las huellas y correspondencias que el drama espiritual de Stephen Dedalus pudo inscribir en la memoria intelectual del autor que amaneció con Señas de identidad (1966) y se continuó con Reivindicación del conde don Julián (1970) y Juan sin Tierra (1975).

I.– Irlanda en Joyce y España en Goytisolo son una geografía que contiene una historia. Lugares material y simbólicamente fuertes, de retumbos arcaicos, que desarrollan regímenes nacionales obsesivos y desdoblan paisajes reales y alegóricos inhóspitos, uno y otro provocan en ambos escritores la pérdida de una virginidad y un movimiento ansioso de respuesta disidente. Ruptura con el lazo de las herencias vinculantes, huida de las parálisis constitutivas indígenas, incendio de los convencionalismos opresores: he ahí, esquemáticamente expuestas, las estaciones principales de una insubordinación y un desafecto. El sistema político y social, y sobre todo el sistema mental y de usos y costumbres, al confluir en una cadena de supercherías sancionada, asoma como una referencia imperiosa que debe ser puesta en cuestión y sometida a un análisis urgente y de nervio sensible. En estos contextos, la búsqueda deliberada de un colapso de las creencias atávicas afirma, en sus argumentos dominantes, que una de las funciones medulares del arte es un cuerpo a cuerpo con una realidad que se entiende insoportable. No es por azar que al mito fundador de los orígenes se contrapone, en uno y otro caso, el mito utópico de la imaginación trizadora. Recuérdese, de paso, y en este sentido, el propósito más alto de Stephen: “To forgue in the smithy of my soul the uncreated conscience of my race.

II.– La experiencia que tienen en común Stephen Dedalus y los protagonistas (o agonistas) de ciertas piezas de Goytisolo, se asienta en que transitan de una situación de insiders (miembros de una tribu, partes de una totalidad) a una situación de outsiders (la marginación, el exilio, el vagabundeo). La casa paterna –la casa como metáfora: patria, familia, religión, tierra– aparece envenenada por ruinas que se manifiestan en los ámbitos de la moral, la política, la ideología, la sexualidad. Tanto en la obra de Joyce como en las de Goytisolo transcurren unas conciencias en progresión que hacen que los personajes reconozcan que no encajan en un orden de cosas determinado, y que de ahí en más únicamente el propio aprendizaje será sabiduría confiable y rectora; su quête tendrá como objetivo la definición de un carácter y el alcance de un destino. “To express myself –recuérdese que afirma Stephen– in some mode of life or art as freely as I can and as wholly as I can, using for my defense the only arms I allow myself to use –silence, exile, and cunning.” Estamos, entonces, ante la revelación de una singularidad.

III.– Regenerar la sangre, purgar la memoria primitiva, deshacerse de las culpas del origen son tentativas que solicitan, como parte de una dialéctica de compensaciones, que se recreen (en el acierto o en el error de los presupuestos que se abrazan: ésta es una cuestión subsidiaria en el armazón de un artefacto artístico) una ética y una estética que mutuamente se alimenten. Tanto Joyce como Goytisolo demuestran su capacidad para abastecer tal sistema de vasos comunicantes. Si The Portrait of the Artist as a Young Man significó, en el itinerario de Joyce, el acto desencadenante de su revuelta contra la sumisión y su derribo de un legado, acto que culminaría en el universo narcisista omnímodo del Ulysses (1922), varios de los títulos de Goytisolo que se suceden a partir de Señas de identidad comparten un similar trayecto devorador: allí la obra que sigue a otra obra aspira a asesinar y superar a ésta.

IV.– Cabe hacer, al final de este veloz repaso de un programa de interferencias y resonancias, una comprobación a contrapelo. Como en todo enfrentamiento de raíces fantasmáticas, en parte alimentado por la realidad y en parte por los demonios de la imaginación, el que entabla un escritor (un artista) con su país depara paradojas enormes y paradojas irrisorias. Por ejemplo, al estar a merced de los desplazamientos que acarrea el paso del tiempo, ese enfrentamiento ve aplacarse paulatinamente unas fiebres y fervores que acaban, por la propia dinámica fatal de las cosas, por transformarse, desplazarse o diluirse. Así, Irlanda –tierra de sensibilidades– y España –tierra de temperamentos– han llegado a ser, a día de hoy, y a diferencia de ayer, países prósperos y satisfechos consigo mismos. Ese destino ahora cumplido, sea cual sea el lapso que las tornadizas circunstancias históricas lo permitan, mucho disminuye y relativiza las inquinas que en su momento, y de ésta o de aquella forma, mortificaron a James Joyce y Juan Goytisolo a propósito de determinadas características ideológicas (en el sentido más largo del término) de su suelo natal. Tal disminución de la pertinencia y la vigencia antagónicas es particularmente notoria en las piezas –que son casi todas las suyas– en las que Goytisolo se adentra en una crítica de la institución histórica española. Es una prueba más de que renegar de la sustancial virtud de la estirpe, o, con perentoriedad menos definitiva, apostar la mayoría de las municiones estéticas al compromiso con la sólita coyuntura, es resignarse a llegar a ser, en algún punto avanzado del camino, literalmente in-significante. ~

+ posts

(Rocha, Uruguay, 1947) es escritor y fue redactor de Plural. En 2007 publicó la antología Octavio Paz en España, 1937 (FCE).


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: