KSG y la gran familia del cine

La glorificación de Karla Sofía Gascón venía fundada en razones identitarias y cuando empezaron a salir a la luz tuits antiguos su estrella se apagó.
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No importa las veces que lo veamos, que lo contemos, estamos condenados a repetir los mismos comportamientos, como las ratas que saltan los raíles del metro para no electrocutarse. Ay, la gran familia del cine, solidaria, que se apoya, se cuida, etc. Hasta hace una semana, la nominación al Óscar de Karla Sofía Gascón –que se hizo con el Globo de oro– era no solo un triunfo del buen hacer de la actriz, sino una victoria de España, nuestra pica en Flandes, y una victoria de una minoría: Karla Sofía Gascón es trans. La película por la que ha recibido elogios es Emilia Pérez, un musical de Jacques Audiard que ha despertado defensas y ataques igual de apasionados. Para quienes no buscan que las películas les den la razón, es decir, quienes no esperan de la ficción lecciones morales, el veredicto depende de si les gustan los musicales o no. Como a mí me dan más bien pereza, no la he visto aún. Paul B. Preciado escribió contra la película desde el prisma de la representación trans en el cine; el artículo se publicó en Libération y en El País.

La glorificación de Karla Sofía Gascón venía fundada en razones identitarias y cuando empezaron a salir a la luz tuits antiguos que mostraban a la actriz como una bocazas, con opiniones racistas, etc. etc., su estrella se apagó: a su alrededor ya no hay apoyos, celebración, el triunfo de las mujeres[trans][latinas], sino un cordón sanitario. La han dejado sola y aislada recibiendo la furia de los decepcionados. Siguiendo el movimiento pendular de las filias y fobias de la masa, pasada la travesía del desierto, la cosa puede virar, aunque la restitución parece inalcanzable. Karla Sofía Gascón tiene derecho a expresar pensamientos con los que no estemos de acuerdo e incluso a ser una idiota: eso no la hace peor actriz ni menos mujer trans. El problema viene de reducir la identidad de una persona a una sola cosa y otorgarle (imponerle) unas características intrínsecas y obligatorias. Es decir, vales en tanto que mujer trans, y mujer trans tiene estas atribuciones que tienes que demostrar para seguir recibiendo la simpatía en tanto que mujer trans. Un rollo. 

En estos tiempos de mudanzas de redes sociales, como si no fueran todas igual de nefastas, hay que decir que no son las RRSS lo que nos hace así de linchadores, debe de ser algo humano, aunque desde luego las redes lo hacen más visible y hasta aceleran la pulsión matona. Acabo de leer Tan adorables, volumen que reúne las piezas que Oriana Fallaci escribió sobre algunas estrellas de Hollywood. El libro –de las casi 100 páginas dedicadas a James Dean me habrían bastado treinta o cuarenta– es un retrato de la crueldad y volatilidad de la opinión pública y el impulso señalador. Y eso, parece, no ha cambiado. 

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