Helados quedamos al ver nuestro primer ejemplar impreso y descubrir, con pena, que habíamos omitido el crédito de la traducción del texto de Casanova. El sutil libertino nos jugó una broma de ultratumba,seguramente celoso de que su Carta a un mayordomo hubiese sido traducida por una mujer. Bromas aparte, sirvan estas líneas para disculparnos con Aurelia Álvarez Urbajtel, la injusta víctima de nuestro descuido.
— La redacción