Fuente: Wikimedia Commons

¿Para qué sí importa el color de piel en México?

La igualdad en todos los sentidos es un principio elemental de la democracia. La discriminación en México tiene consecuencias concretas que nos afectan a todos y que día a día abonan en la construcción de un país desigual, injusto y de privilegios para unos cuantos.
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En las últimas semanas se ha suscitado mucha controversia en torno al racismo, antirracismo y la pigmentocracia que caracteriza la estructura social, económica (y al parecer política) de México. Comentarios desde todos los ángulos han nutrido tanto las editoriales de los diarios de mayor circulación como las redes sociales, donde acaloradas peleas han tomado un claro tono preelectoral. En este contexto el tema central –la discriminación por el color de piel–, parece perder importancia. Las discusiones se polarizan en torno a posiciones partidistas, y se corre el riesgo de perder un raro espacio en la discusión pública para debatir sobre este importante tema.

Por eso vale la pena presentar, con base en los pocos estudios que hoy existen, la importancia de la jerarquía pigmentocrática que da sentido a las estructuras sociales y económicas del país. La discriminación por color de piel es el gran elefante en la sala de la sociedad mexicana que nadie quiere ver, pero que condiciona todas nuestras relaciones sociales[1].

Las desigualdades categóricas, es decir, aquellas relacionadas con la pertenencia o no a una categoría (hombre/mujer, ciudadano nacional/extranjero, educado/analfabeta, prieto/güero, etcétera), se alimentan y reproducen unas a otras hasta llegar a ser casi invisibles en una sociedad. Sin embargo, según varios estudios, la discriminación basada en el color de piel parece ser la reina de todas las discriminaciones en México.

De la información que hoy tenemos al respecto, destaca la generada por el Módulo de Movilidad Social Intergeneracional (MMSI) del INEGI, 2016. En su encuesta a mexicanos de entre 25 y 64 años de edad, pertenecientes a 32 mil 481 hogares, el INEGI les pidió que clasificaran su tono de piel conforme a la paleta PERLA.  Los resultados muestran una relación sistemática entre el color de piel, el nivel educativo, el estatus laboral y la movilidad social.

Por ejemplo, de acuerdo al MMSI, solo el 3.3% de los mexicanos en los tres tonos de piel más claros no presentaban grado alguno de escolaridad, contra el 6.8% para los mexicanos autoclasificados en los tres tonos de piel más oscura. La relación se revierte cuando analizamos los porcentajes de individuos con estudios universitarios. Mientras el 26.4% de los mexicanos con los tonos de piel más claros presentan estudios universitarios, la proporción baja a 7.5% para aquellos con tonos de piel morena.

 

Por otra parte, hay también una relación entre el color de piel y el tipo de empleos ocupados, con un mayor porcentaje de individuos de piel blanca en puestos directivos y de individuos de piel morena en puestos de apoyo. Finalmente, el MMSI también muestra que los prospectos de movilidad social, medidos como los individuos que creen tener una situación económica mejor a la de sus padres, son mayores para los mexicanos de tez clara.

Otros estudios encuentran que aún controlando por clase, etnia y otros indicadores socioeconómicos, el tono de piel tiene un efecto sistemático en la riqueza material e incluso en el acceso a los bienes y servicios públicos de los mexicanos. Al respecto, la encuesta realizada por el Barómetro de las Américas (2010) para el caso de nuestro país encuentra que el 54% de los mexicanos ha presenciado actos de discriminación basados en la apariencia[1].

Además, varios experimentos realizados para medir la discriminación han confirmado que el color de piel es un factor determinante a la hora de buscar trabajo o aplicar para un crédito. Una prueba realizada por Eva Arceo y Raymundo Campos  encuentra que las personas con tez oscura y/o rangos indígenas deben enviar su currículo (cuando este incluye fotografía) 18% veces más que aquellos de tez clara para recibir el mismo número de llamadas.

En cuanto al acceso al crédito, un experimento reciente[2]en el que tres parejas de actores (cada pareja conformada por un individuo de piel clara y uno de piel morena) realizaron 600 visitas a sucursales bancarias en la Ciudad de México, muestra que en 23% de las visitas los actores morenos percibieron que el ejecutivo fue grosero, contra el 11% en el caso de los actores de piel clara. Asimismo, en el 44% de las ocasiones los actores morenos sintieron que el ejecutivo les negó información, en contraste con el 20% para el caso de los actores de tez clara. Finalmente, el ejecutivo propuso una reunión futura en el 52% de las visitas de los actores de piel clara, contra el 27% de las visitas de los morenos. En suma, los actores morenos se sintieron discriminados más frecuentemente y fueron percibidos como sujetos de crédito por parte del ejecutivo en un menor número de ocasiones.

Es importante destacar que muchos de los actos discriminatorios en México parecen surgir de estereotipos o prejuicios y no de una ideología puramente racista. Más importante aún es que estos comportamientos, de acuerdo a un estudio reciente publicado por el Conapred, parecen ser parte de un orden histórico y social que ha tendido a fijar la discriminación en las instituciones y en nuestra forma de vida. La desigualdad en nuestro país ha generado lo que en la teoría del sociólogo estadounidense Charles Tilly[3] se conoce como “desigualdades persistentes”. Es decir, una categoría como el color de piel da sentido a la reproducción de desigualdades en el acceso a oportunidades educativas, como muestran los datos del MMSI, y a su vez se reproduce en el mercado laboral e incluso mercados de consumo como el acceso al crédito, lo que afecta el bienestar económico de los distintos grupos.

A pesar de que la discriminación por cualquier motivo está prohibida en el artículo 1º de nuestra Constitución, el color de piel en México sí importa para determinar el acceso a la educación, al tipo de puesto laboral y las posibilidades de movilidad social. Importa en el acceso al crédito y en nuestra autopercepción. El color de piel en México sí importa, y mucho, tanto que condiciona el futuro de cada niño que nace en nuestro país. El color de piel sí importa en México y es momento de que discutamos las políticas necesarias para que deje de hacerlo.

Al final del día, la igualdad en todos los sentidos es un principio elemental de la democracia, lo que otorga un papel primordial a los gobiernos para asegurar el combate a la discriminación, incluso si esta nace desde nuestro subconsciente y se da de forma no intencional. La discriminación en México tiene consecuencias concretas que nos afectan a todos y que día a día abonan en la construcción de un país desigual, injusto y de privilegios para unos cuantos. Mientras la discriminación por color de piel siga siendo un tabú y no sepamos cómo abordar el tema en nuestras relaciones sociales y económicas, será difícil combatir las estructuras discriminatorias que hoy son parte central de la vida económica y social del país. Hemos postergado esta discusión por mucho tiempo, el momento de afrontarla ha llegado.

 

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[1] Altamirano, Melina y Guillermo Trejo (2016): “The Mexican Color Hierarchy: How Race and Skin Tone Still Define Life Chances 200 Years after Independence” American Political Science Association.

[2]Martínez Gutiérrez, Ana Laura (2018). ¿Quién tiene acceso al crédito en México? Un estudio experimental para medir la discriminación por color de piel en México. Tesis de Doctorado., Centro de Investigación y Docencia Económicas.

[3] Tilly, Charles (2000): “La desigualdad persistente”, Ediciones Manantial, Buenos Aires, Argentina.

 

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es consultora del IMCO.


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