Revelación en Pichilingue

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I’m taking a ride

with my best friend.

I hope he never lets me down again.

Martin L. Gore

Salí a dar una vuelta con mi mejor amigo

sin esperar nada de él.

En realidad, no espero ya nada de nadie.

Y para ser completamente honesto,

también estoy cansado de quienes aún esperan

de mí un último gesto de nobleza:

no hay nada noble en esperar nada de nadie,

de un manantial de inagotables decepciones,

de una fuente de infinitos desencantos.

Supongo que esto es a lo que llaman “muerto en vida”.

–Vacío como un lote baldío –dijo mi amigo

sin despegar las manos del volante.

–¿Me estás leyendo el pensamiento?

–Estoy haciendo doblaje simultáneo.

En el aire resonaban las trompetas

de clásicos de siglos anteriores

(un rocanrol de Johnny Patmos,

cierto blues de Mick de Nostradamus,

algún pop un poco más contemporáneo).

–Tus caballos salvajes,

¿quién va a montarlos?

El océano a un costado

hervía como un campo de amapolas.

Y yo pensé en los ejércitos de Egipto

sepultados bajo el peso de la ira

del dios de los hebreos.

–En tus mares azules,

¿quién ha de ahogarse?

Desde el retrovisor mi amigo me sonrió

como un furioso doppelgänger.

Y recordé la vieja historia de Judas que vendió

al César por poco más de treinta dracmas.

Enfrente de nosotros la autopista

partía el desierto como una cuchillada. ~

Verano-otoño de 2018

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(Arriaga, Chiapas, 1973) es editor y poeta. Es autor de un volumen de fábulas y prosas breves y de dos plaquettes y cinco libros de poemas. El más reciente, Mística del hastío (Mano Santa/Bonobos, 2017).


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