Andrés Manuel López Obrador le concedió la razón a quienes opinan que el mensaje sobre su Segundo Informe de Gobierno fue como una “mañanera”: autocelebratorio, lleno de frases ambiguas que tomaron el lugar de los datos y sin un solo anuncio importante que permita advertir cambio alguno a 20 meses de iniciada su gestión, mientras el país se encuentra sumido en una crisis de salud, económica y de seguridad.
En su mensaje, insistió en que los efectos económicos de la pandemia son transitorios, que el desplome y recuperación del país se ven como una “V”, que ya pasó lo peor y vamos para arriba. Presumió como logro de gobierno que la mezcla mexicana de petróleo pasara de 0 a 40 dólares por barril, subrayó los empleos que se mantuvieron en la contingencia pero no dijo una palabra de los más de 12 millones de trabajos perdidos. “No es para presumir, pero en el peor momento contamos con el mejor gobierno”, remató su autoelogio.
Desde fuera, el país de López Obrador se mira diferente. Un informe del Center for Strategic and International Studies (CSIS) publicado el pasado 4 de septiembre advierte que México se encuentra atrapado en varias crisis preocupantes que se refuerzan mutuamente. En específico, subraya la “actitud peligrosamente desdeñosa y descaradamente irresponsable” que el presidente mostró en los primeros meses de la pandemia y el subregistro de contagios y muertes por covid-19, que permiten concluir que la magnitud del problema es mucho peor de lo que sugieren las cifras oficiales.
Hace énfasis también en el frágil estado de la confianza empresarial, socavada por el propio López Obrador, quien es percibido como poco amigable por los empresarios, dada su política restrictiva y hostil en contra de la inversión privada, lo que ha creado mayor incertidumbre y ha sacado a México de la lista de los lugares más atractivos para invertir a nivel mundial. De hecho, durante su pasado informe, el presidente tuvo que mentir y afirmar que durante el primer semestre del año la inversión extranjera directa se mantuvo igual que en el mismo periodo de 2019, cuando en realidad fue 13.6% menor.
De hecho, con base en datos duros y considerando que en el segundo trimestre de 2020 el PIB de México tuvo una caída histórica de 18.9%, y luego de que el Fondo Monetario Internacional pronosticó que la economía mexicana se hundirá 10.5% para finales de 2020, la perspectiva de recuperarnos pronto del efecto de la covid-19 no es exactamente optimista.
Si en el pasado Informe de Gobierno escuchamos que “estamos avanzando en el combate a la delincuencia” y que “en materia de seguridad ya no manda la delincuencia organizada”, el análisis del CSIS apunta que con el número de mexicanos asesinados en el primer trimestre de 2020, el país está en camino de un nuevo máximo de homicidios y feminicidios, que ya es una de las ominosas insignias del primer año de la cuarta transformación.
Además de considerar la liberación de Ovidio Guzmán como un punto de inflexión en el combate a los grupos criminales y mostrar que el Cártel de Sinaloa sigue teniendo una fuerza enorme, el reporte da cuenta de cómo el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) sigue aumentando su poderío y controlando mayor número de territorios, pues su influencia es ya visible en más de la mitad del territorio mexicano. Su capacidad y voluntad para desafiar al Estado va más allá de algunas demostraciones públicas de fuerza, pues las organizaciones criminales están buscando activamente crear una base social entre los grupos vulnerables al distribuir paquetes de ayuda en poblaciones necesitadas de varios estados.
En ese rubro, el Center for Strategic and International Studies da en el blanco cuando comenta que Alfonso Durazo, como figura central de la reorganización del aparato de seguridad nacional en el lopezobradorismo, es solo una fachada, que los mandos militares son la voz fuerte en la gestión de las políticas contra la criminalidad y que el presidente depende cada vez más de sus aportes y capacidades para combatir el creciente deterioro en el tema, además de hacerlas responsables de tareas que no son su atribución. De ahí que en su Informe de Gobierno, Andrés Manuel reconociera el papel de los titulares de Marina y de la Defensa Nacional en la lucha contra la delincuencia, sin acordarse de su secretario de Seguridad y Protección Ciudadana.
El presidente dejó claro en su mensaje al país que “aunque circunstancias imprevistas e infortunadas, como la pandemia de covid-19, nos obligan a hacer ajustes”, él no piensa apartarse de su ruta; sostiene que el 1 de diciembre próximo ya estarán sentadas las bases del México del porvenir y que a partir de ahí “solo quedará la tarea de terminar la obra de transformación”.
No obstante, es notorio que al otro lado de la frontera ven con alarma que la violencia criminal aumenta mientras las fuerzas de seguridad lucen distraídas en tareas que no les competen. Esta mezcla, a la que suman una creciente desesperación de los mexicanos, sin apoyos ni respuestas ante la emergencia nacional por el covid-19, amenaza con erosionar en el mediano plazo nuestro frágil estado de derecho.
El reporte transmite la convicción de que México necesita mucho apoyo, pero ven inadecuado acercarse a nosotros como un Estado fallido que requiere caridad o tutela. La apuesta que consideran viable es tratarnos como un vecino que necesita colaboración, convencidos de que el costo de la inacción sería demasiado grande. Sin embargo, cuando el responsable del timón considera que a menos de dos años de gestión ya tiene 95% del trabajo hecho y entre sus proyectos prioritarios está la presentación de un índice para medir la felicidad de la población, se antoja difícil cualquier variación en el rumbo.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).