A punto de cumplirse el centenario del nacimiento del poeta quizá más estudiado e interpretado del siglo XX, parecía poco probable que un repaso minucioso a la prensa vienesa entre diciembre de 1947 y junio de 1948, fechas de la estancia de Paul Celan en la capital austriaca, pudiera arrojar alguna novedad relevante sobre su vida y su obra, algún nuevo dato que no hubiera sido ya localizado y desmenuzado.
Sin embargo, mis recientes investigaciones en torno a esa estancia, con vista a dos publicaciones que la abordan desde perspectivas diferentes, han venido a sacar a la luz por lo menos tres aspectos completamente nuevos: una primera reseña crítica (muy negativa), una primera obra musical basada en un poema suyo y una obra plástica presentada en una exposición de artistas surrealistas organizada en la metrópoli danubiana en marzo de 1948 (una obra, por cierto, comentada también negativamente en la prensa de entonces).
Todo ello, en cierto modo, es una prueba más de la escasa atención que se ha prestado, específicamente, al breve periodo vienés de Paul Celan y a sus implicaciones para la evolución futura en la vida y la obra del poeta. Pero es también un estímulo para quienes creemos en la necesidad de continuar examinando de forma más general ciertos aspectos biográficos e histórico-culturales relacionados con el autor de la Bucovina. Porque, tras más de cincuenta años de una recepción continua y de un creciente reconocimiento, y a pesar de muchas y muy variadas apropiaciones y acercamientos, llegamos a su centenario en la situación algo insólita de que Celan (y su obra) requieren de una urgente contextualización que solo será posible mediante el examen y la contrastación de su obra y una gran variedad de fuentes secundarias.
La primera recepción crítica
Hasta ahora se consideraban como primera recepción crítica –digamos, “oficial”– las reacciones en la prensa cultural de Alemania a la publicación del primer libro de poemas de Celan, Amapola y memoria (1952). Pero en febrero de 1948, a menos de dos meses de haber arribado a Viena, la revista literaria PLAN daría a conocer nada menos que 17 poemas del autor recién llegado de Bucarest en calidad de refugiado, un acontecimiento que marca su primera importante publicación en un país de habla alemana.
La reacción (negativa) a esos poemas no se hizo esperar. En el número de abril de 1948, la revista vienesa Die Wiener Bühne publicaba esta nota que ofrecemos aquí en exclusiva para todos los hablantes de lengua española:
Del cuerpo astral de la realidad
El último número de PLAN presenta ante la opinión pública austriaca al poeta rumano Paul Celan. Su descubridor, Alfred Margul-Sperber, comenta esta poesía un tanto peculiar con las siguientes palabras: “No es solo que los hechos de sus poemas se desarrollen en un espacio místico –la luz que en ellos rige procede realmente de otro espectro–‚ también la realidad poética está transfigurada; es, por así decir, el cuerpo astral de la realidad lo que nos sale al encuentro. Lo emocional, lo sonoro, lo visionario, todo tiene signos desplazados, la asociación es la asociación del sueño palpando a tientas un nuevo territorio. Yo, por mi modesta parte, creo que es el libro de poemas en alemán más importante de los últimos decenios, la única contraparte poética a la obra de Kafka…”
Hasta aquí los comentarios del descubridor, en lo que atañe a su modesta parte. Leamos los poemas de Celan y veremos, en lo que incumbe a nuestra inmodesta parte, que tal parece que aquí, en efecto, el mundo y la realidad no han entrado a formar parte del cuerpo verbal de un poema‚ pero tampoco lo han hecho sus reflejos astrales‚ sino únicamente –y bastante a menudo–, el afán por embutir a toda costa en frases rebuscadas lo confuso y embrollado de pensamientos y sentimientos insanos, para presentarlo luego como una significativa visión del mundo, como ocurre, por ejemplo, en estas estrofas:
Ante cada portón batiente azulea tu juglar decapitado.
Te toca a rebato los tambores de musgo y de amargo vello púbico.
Con el dedo supurante del pie pinta [una] ceja en la arena.
Esto debería ser suficiente para ilustrar qué hay de esta contraparte poética de la obra de Franz Kafka, sobre el que, en ese mismo número, Peter Demetz intenta ofrecer una interpretación en la que resume las variadas interpretaciones de otros críticos. Surrealistas y existencialistas, psicoanalistas y teólogos modernos se empeñan en calentar su sopa junto al fuego del escritor, opina Demetz, y sin duda tiene razón en lo que a ese asunto se refiere‚ si bien nosotros pensamos que, también en lo referente a ese asunto, no puede haber mayor disparate que llamar «moderno» a un teólogo. Sabemos que algunos otorgan demasiado valor al atributo de «moderno», y son esos también a los que les sigue asombrando siguen la obra de Kafka‚ en lugar de ocuparse de Dios y del milagro de la Creación.
La nota iba firmada con el seudónimo de «tau», pero hemos podido determinar que se trata del periodista y escritor austriaco Franz Taucher, editor jefe de la revista mencionada y responsable único de sus contenidos. La crítica es bastante reveladora por sí sola. Contiene ya varios de los aspectos que le reprocharía a Celan cierto sector de la crítica especializada en Alemania a partir de su debut público en la lectura del Grupo 47 en Niendorf, en mayo de 1952 (que generó comentarios penosos), y también a raíz de la publicación de su primer poemario. Lleva razón el ensayista Thomas Sparr al decir que las diatribas al modo de leer de Celan en Niendorf, esa fijación en los aspectos formales de su lectura y su dicción, no fue sino una estrategia para evadir la responsabilidad de hablar del contenido de esos primeros textos: Celan –tanto a niveles formales y conceptuales como éticos– confrontaba a aquellos primeros oyentes alemanes con un leguaje del todo nuevo que dejaba al aire las entrañas del horror ante unos escritores que, en su mayoría, habían participado como soldados (con un grado mayor o menor de complicidad en los crímenes del nazismo) en la barbarie que privó a Celan de sus padres y lo encerró a él mismo en un campo de trabajos forzados.
La crítica de Die Wiener Bühne –aunque ofrece in extenso, con cierta intención maliciosa, una cita de Alfred Margul-Sperber, mentor y “descubridor” de Celan– gira en torno a temas y pone de manifiesto actitudes muy similares: alienación de la realidad, extrañamiento y sarcasmo ante un lenguaje de vanguardia (mal entendido y, por lo tanto, descalificado como “surrealismo”), posturas esteticistas, lenguaje rebuscado y hasta “pensamientos y sentimientos insanos”. Y esto ocurría en un entorno cultural como el de Viena, el primero (y también el más ágil) en pactar de manera tácita el olvido colectivo en torno a la propia responsabilidad en el Holocausto, el colectivo social que supo presentarse antes que nadie como “primera víctima” de los apetitos expansionistas de Hitler, cubriendo con el manto de la desmemoria la euforia histérica con la que fue recibido, en marzo de 1938, el “Caudillo de todas las Alemanias y sus Ejércitos”.
Sin embargo, en el caso de Franz Taucher no puede hablarse ni siquiera de un escritor cercano al bando más conservador del entorno cultural vienés de entonces. Nacido en el seno de la clase obrera de Estiria, era un autor autodidacta que había pertenecido, antes del Anschluss, a las Juventudes Socialistas. Dos años antes, en mayo de 1946, él mismo había publicado un duro artículo titulado “La culpa de una ciudad”, en el que ajustaba cuentas con la actitud de sus conciudadanos de Graz («Su espíritu se puso de manifiesto en forma de espantoso grito de triunfo, un grito estremecedor por su miope estupidez, ante el fin de su propia nación») y concluía diciendo que toda la culpa acarreada por los habitantes de la capital de Estiria solo se borraría si se lograba comprender la magnitud de los crímenes cometidos. Durante el nazismo, entre 1940 y 1943, Taucher había pertenecido a la redacción literaria del Frankfurter Zeitung, un diario alemán hoy considerado un ejemplo de resistencia liberal contra el régimen hitleriano, pero que, aun así, hubo de deshacerse muy pronto de colaboradores judíos como Walter Benjamin o Siegfried Krakauer para poder seguir existiendo, hasta su clausura definitiva por el régimen en agosto de 1943.
La crítica de Taucher es atribuible sobre todo a una lectura superficial muy típica de la prensa escrita y a la propia línea editorial de Die Wiener Bühne, centrada más bien en el mundo del espectáculo (el teatro, el cine, el cabaret). Pero no deja de ser sintomática del Zeitgeist de un entorno obsesionado entonces con una operación de olvido exprés y con la idea de restituir pronto las estructuras de la efímera Primer República. Abordar en serio la obra de un poeta judío y sobreviviente del Holocausto habría implicado también tratar los crímenes colectivos de la nación.
No tenemos constancia alguna de que Celan conociera esa crítica, aunque es más que probable que la haya leído. En todo caso, su publicación da en parte respuesta al hecho de que, a pesar de la buena acogida que tuvo su irrupción en Viena entre un nutrido grupo de escritores y artistas, el poeta decidiera continuar viaje a París a finales de junio de 1948.
José Aníbal Campos (La Habana, 1965) es germanista, traductor y ensayista. Desde el año 2007 es el traductor al español de Peter Stamm.