En la línea

Es harto conocido lo engorrosos que resultan los procesos de solicitud de visas y permisos de viaje. Aunadas a las incomodidades personales está también una industria emergente de la migración. 
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Cuántas notas hemos leído, cuántas historias hemos escuchado en la radio o visto en la televisión sobre el incontable número de migrantes que cruzan la línea cada día.  Estos cruces no siempre son ilegales ni sin documentos, de hecho la mayoría de las veces estos cruces son legales, con documentos y por los canales establecidos por los gobiernos. Pero también hay una línea que hacer para cruzar esas fronteras; el proceso migratorio empieza con la cola que hay que hacer para solicitar el permiso para irnos. En muchos países, principalmente aquellos con gobiernos autoritarios, el proceso empieza desde la petición del documento de viaje que no para todos es un derecho que se nos otorga por ser ciudadanos de un país. 

Las visas no existían hasta la Primera Guerra Mundial, cuando estas fueron implementadas para que los gobiernos que las expedían pudieran tener un registro de las personas que buscaban acceso a su territorio y contaran con información sobre su procedencia más allá de información básica del pasaporte del interesado. Ahora no sólo se han vuelto necesarias para viajar, sino también una herramienta para catalogar, separar e impedir la migración formal, además de que su requerimiento es usado por algunos gobiernos como arma diplomática. Pero lo más detestable es el proceso de solicitud del visado, no sólo por lo engorroso de los requisitos, sino también por la industria de la migración que resulta de este proceso. En su estudio sobre la migración ecuatoriana, tanto de la legal como de la trata de personas, David Kyle explica que esta industria está formada por despachos que ayudan a llenar formatos para solicitar la visa y preparar papeles; lugares para sacarse la foto y registrar sus huellas digitales, consultorios que dan certificados de buena salud, y servicios notariales, de traducción y peritaje necesarios para completar el sin fin de requisitos que las solicitudes piden. También incluye a toda un industria de falsificación de documentos. Todos estos proveedores de servicios, legales o ilegales, sin estar asociados con el gobierno del país que expide la visa, son esenciales para hacer de la migración un proceso más certero. 

El problema de esta industria es que no esta ni reconocida como tal, ni tampoco regulada. Así, aunque consultorios o despachos trabajan dentro de los confines de la ley, no se cuenta con ningún tipo de control sobre la información que proveen o las promesas que realizan sobre la migración a un país extranjero. Además, están aquellos miembros de esta industria que operan fuera de la ley. Polleros, traficantes, criminales que violan los derechos de los ciudadanos y las leyes de los países al buscar maneras de asegurar la entrada sin la documentación necesaria a otro país.

Lo más interesante es que esta industria se adapta de una manera increíble a los cambios repentinos y complejos que los países hacen para la solicitud de visa. Son estos proveedores quienes entienden con mayor detalle cómo conseguir una visa o qué permiso solicitar si no se tienen todos los documentos en orden. El crecimiento en el área ilegal e informal de la industria de la migración refleja la ambigüedad de los procesos migratorios, pues la mayoría de los regimenes creados por los países receptores son ad hoc en respuesta a una emergencia o una nueva legislación, y no a una política completa de migración formal y ordenada. Esto a su vez incrementa ese sentido de sospecha que tienen los ciudadanos de los procesos de otorgamiento de visados extranjeros. 

Desde México, la perspectiva es única. Mientras los ciudadanos de nuestro país no requieren visado para ir a Europa o la mayoría de los países en América del Sur, sí se necesita una visa para viajar al territorio de los dos socios comerciales más importantes del país. Estados Unidos expide permisos para visitantes y trabajadores mexicanos desde antes de la implementacion del programa Bracero, que por un tiempo dio un ordenamiento a la migración laboral hacia ese país, y Canadá exige la visa desde 2009, en parte por el incremento de peticiones de asilo falsas en años recientes (resultado también de una red de organizaciones que prometía la residencia en Canadá bajo falsos supuestos – otro ejemplo de la industria de la migración). 

En fechas recientes tuve que solicitar la visa para ir a Canadá a una conferencia y renovar mi visa para poder continuar con mis estudios en los Estados Unidos. Lo que me llamó la atención de ambos procesos son las colas y todo aquel grupo de proveedores de servicios que, sin estar ligados a los sistemas migratorios de ninguno de los dos países, dan “servicios” a los solicitantes. Bien se podría pensar que esto sólo existe en México, y que la señora que toma las fotos o el “viene-viene” que guarda un lugar en la calle son parte de la cultura del país. Pero la visa para viajar a Canadá la pedí en Nueva York, y ahí también esta industria de la migración se ha hecho presente con personas que te prestan desde el pegamento para pegar tus fotos a la solicitud, pasando por el guardia de seguridad que cuida la cola, hasta el chavo que te guarda el lugar en la fila mientras tú vas a imprimir el formato faltante. 

Finalmente, lo más interesante de la línea, es quiénes están formados. Desde el banquero con pasaporte de la India que va a una reunión en Ottawa, hasta el migrante mexicano que tramita una H-2B para trabajar en el cultivo de la papa en Idaho o de la mora azul en Maine, pasando por los niños que van a un torneo de fútbol americano juvenil en Colorado, y la pareja de 70 años emigrada a Nueva Jersey desde las Filipinas que va a visitar a su hija y su esposa que ahora viven en Toronto.

Así, todos nosotros, parados en la cola, y luego haciendo el juego de las sillas, nos mantenemos en la línea, esperando, anticipando, practicando lo que le diremos al agente consular. Nuestra paciencia es aprendida e impuesta, y como escribe Auyero sobre las salas de espera en los hospitales del estado, nosotros los que esperamos a ser entrevistados también hemos internalizado la frontera desde adentro. 

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Auyero, Javier. 2011. “Patients of the State: An Ethnographic Account of Poor People's Waiting,” 46(1) Latin American Research Review: 5-29.

Kyle, David. 2000. Transnational Peasants: Migrations, Networks, and Ethnicity in Andean Ecuador. Baltimore, MD: Johns Hopkins University Press.

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Carlos Yescas es candidato a doctor en política por la New School for Social Research. Es juez internacional catador de queso y fundador de Lactography.


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