Un libro con ese título, que recoge algunas crónicas aparecidas desde 2007 en Letras Libres, El Universal y este blog, acaba de aparecer publicado por la pequeña y admirable Editorial Almadía de Oaxaca, que dirige Guillermo Quijas, cuyo encargado de literatura es Martín Solares y cuyo diseñador es Alejandro Magallanes: un equipo formidable.
La señorita Ariana, encargada de la promoción, me pidió contestar las preguntas de algunos reporteros, a lo que accedí dócilmente, por lealtad con la empresa y porque se supone que ayuda a vender ejemplares. Ya han salido un par de ellas. Creo que o me excedí o dije demasiadas tonterías, pues han aparecido adelgazadas. Las reproduciré tal y como las contesté.
La primera apareció en El Universal firmada por la Srita Yanet Aguilar con el título (suyo) “México está en crisis, no condenado”:
Tras ver reunidos estos textos en el libro publicado por Almadía ¿cómo define este viaje al centro de su tierra? ¿Nada tiene que ver con las aventuras de Julio Verne?
Bueno, las aventuras del equipo del profesor Liddenbrook en su viaje al centro de la tierra son un kinder comparadas con las aventuras que uno vive cotidianamente en México. Es más arriesgado cruzar una calle mexicana que enfrentar un dinosaurio infraterrestre. Entre nosotros, los dinosaurios no se extinguieron: evolucionaron a coches, peseras y camiones. Pero ahora reparo en que la comparación con el kinder es mala: junto a las clases de masita, en el kinder mexicano de hoy, ya hay el curso “tirarse al suelo para evitar las balitas”.
¿En este paseo por nuestro México, se convierte usted en una especie de Dante recorriendo los infiernos que el escritor italiano relató en La divina comedia?
No, jamás. El infierno que recorren Dante y Virgilio es un sitio en el que los pecadores sufren su castigo. Políticos corruptos, obispos rapaces, mercaderes ladrones, todos los que faltaron a los mandamientos o a las virtudes cardinales. A los usureros, en el infierno de Dante, los demonios les vacían oro derretido en la garganta; en México suben sus acciones. En México, de entrada no hay castigo: nuestro amor a la impunidad viene blindado.
Por otro lado, no creo que la imagen de México sea a tal grado atroz en mis crónicas. Sí, es raro que las esquinas de la ciudad de México hagan erupción. ¿Quiere eso decir que el infierno se está saliendo de su lugar e invade la superficie? No, es sólo una oportunidad más, por ejemplo, para promover el turismo de alto riesgo.
En el libro reflexiona con ironía de muchos temas, mi pregunta es ¿qué hace que un acontecimiento despierte su interés por comentarlo? ¿Depende mucho de su estado de ánimo, de las aberraciones que abundan cada día, de los desastres, las burlas de los que tienen el poder en este país?
Bueno, en tu pregunta está la respuesta.
Con todas esas historias que muestran la realidad mexicana, a su sociedad y a sus gobernantes, ¿Todavía tiene salvación este país?
¡Caramba, qué negativa que sos! México no está condenado, solamente está en crisis. Tú que eres tan negativa dirás que sí, pero que es una crisis que lleva como 600 años. López Velarde, que vivió una etapa bastante agudizada de esa crisis, dice en “La Suave Patria” que él creerá en México mientras una mexicana compre un tápalo y, al ponérselo, “quede lleno el país del aroma del estreno”. Ahora ya nadie sabe ni siquiera qué es un tápalo, aunque todos saben qué es un tuit. ¿Tú sabes qué es un tápalo? Un chal, un rebozo. Lo malo es que los rebozos mexicanos quizás ahora estén fabricados en China.
¿México está como está porque los mexicanos, como dice en uno de sus textos, cargamos "un complejo de inferioridad de dimensiones descomunales"?
Bueno, ese diagnóstico es el que profirió Samuel Ramos hace 80 años en un artículo de una revista que luego iría a dar a su libro El perfil del hombre y la cultura en México. Todo mundo se puso furioso: ¿la materia prima para construir al México moderno está “acomplejada”? Los comunistas se enojaron, la derecha peor, y mi general Calles les hizo meter a Ramos, a Jorge Cuesta y a otros escritores de esa revista una demanda judicial por “faltas a la moral” (la excusa era un relato en el que un personaje decía malas palabras). Por cierto, dentro de unos meses sale un libro en el que cuento esta historia, pero ese es uno de mis libros académicos.
¿Nuestro país está hecho de contrariedades, por un lado se publican cantidades inmensas de muertos en todas las formas que hay de morir y en otras, se publican todas las pachangas de la socialité? ¿Por un lado se muestra a los pobres pobre y por el otro a los ricos ricos?
Contrariedades y contradicciones… La desigualdad y la injusticia en México, sí, son esperpénticas. La “socialité” (palabreja hedionda) es vulgar, chabacana y profundamente inmisericorde. De los aztecas en adelante, México ha sido un país de depredadores en el que la ley es un elemento decorativo. Por otro lado, entiendo que digas “cantidades inmensas de muertos” porque eres muy negativa, y porque los tiempos políticos inducen esa frase. En sus ensayos en la revista Nexos Fernando Escalante Gonzalbo ya ha demostrado con estadísticas heladas y objetivas que en 2010 hubo en México 19 homicidios por cada 100 mil habitantes (así se mide la seguridad en las estadísticas internacionales). Es mucho, claro, pero mucho menos que en Brasil, Colombia, Nueva Orelans, Moscú, Washington D.C., toda Centroamérica. Y la teoría de que otro modelo económico abatiría la violencia queda en entredicho desde que en Venezuela, que dizque se “refundó” hace diez años, hay ahora 60 homicidios por cada 100 mil habitantes, tres veces más que en México. Sí, ya sé que un solo asesinato es intolerable. Y claro, la exhibición de vesania y crueldad mexicanas quizás no compitan ni con la mafia rusa, que son los grandes maestros.
Mas por otro lado, cada año aumenta la cifra de mexicanos muertos en accidentes de tráfico y nadie hace ni dice nada. El año pasado hubo 27 mil atropellados o chocados que se murieron. Los mexicanos inventamos la versión motorizada del gulag. Pero ¿tú ves reaccionar ante esto a los legisladores, a los partidos, a la sociedad, a la prensa? ¿Se hacen marchas o bloqueos? No: son muertos sin chiste y sin plusvalía política.
¿Después de tantos años dedicado a escribir sobre la vida de México y sus habitantes, cuál considera que es la razón de todos los problemas que padecemos? ¿Cuál es nuestro gran pecado que no acabamos de cumplir? ¿Ser vecinos de Estados Unidos?, ¿Haber sido conquistados por los españoles? ¿Tener héroes como El Chapulín Colorado -ya vio cúantos seguidores sigue ganando en twitter?
Mira, no sé mucho de pecados ni chapulines, pero en todo caso rechazo que esa razón, de existir, haya sido importada. A los mexicanos lo que más nos gusta importar es excusas. Si me obligas, diría que la razón de nuestros problemas es el desprecio a la ley y el consecuente auge de la impunidad; una completa inexistencia de la noción del bien común; y la violencia intrafamiliar, que es causa importante del efecto de la violencia criminal. El 70% de las mujeres del D.F han sido maltratadas en sus casas. En el 50% de las secundarias del país se practican formas de violencia. Esta cosa de que el segundo himno nacional sea esa canción abominable que sostiene que “mi palabra es la ley” es una vergüenza, y que muchos mexicanos lo crean es peor. No: la ley es nuestra palabra, señor charro beodo. ¿Cómo no va a tener problemas un país en el que se pone a dormir a los bebés cantándoles “Tiroliroliro mató a su mujer con un cuchillito del tamaño de él”?
¿Se concibe un cronista de la vida cotidiana o solo un ciudadano que comenta los hechos?
Soy un ciudadano que se platica y platica a otros las circunstancias que lo rodean y que, quizás, rodean también a esos otros. Mi calle, mi barrio, mi ciudad, mi universidad, mis políticos, en fin. Pero hablo sólo por mí y de mí. El empleo de la primera persona del plural no me parece muy adecuado para el periodista. Uno de los títulos que se me ocurrieron para el libro era “Uno, dos, tres por mí”. Qué bueno que no me gustó.
¿El humor es la única manera sana que existe para sobrevivir en este México? ¿Es verdad que los mexicanos nos reímos hasta de la muerte o sólo queda el mito?
El sentido del humor ayuda a vivir en general, sin que importe la nacionalidad. También es una forma de defensa personal y atenúa la sensación de incongruencia. Y Freud pensó que es una manera perfecta de descargar energía psíquica. En fin, que el buen humor es como la Vitacilina: una buena medicina. Ahora, es curioso que en México alguien decidió que no hay que descargar energía psíquica, sino cargarla. ¿Habrán sido los vendedores de sopes de Teotihuacán? Y todo ese rollo de que los mexicanos nos reímos de la muerte siempre me ha sonado a una idea que nos indujo algún escritor turista, la marquesa Calderón de la Barca o D.H. Lawrence, no sé, y, como de costumbre, los mexicanos decidimos nacionalizarlo y convertirlo en lugar común y dogma de fe, incluidos Uranga y Paz. Yo nunca he visto a un mexicano riéndose de la muerte, salvo en los libros cultos o en las películas con héroes beodos.
Guillermo, ¿creo que como buen mexicano es masoquista, vive lejos de México pero no deja de pensar México?
Bueno, no es tanto que yo sea masoquista como que México es sádico. Y además no vivo lejos de México. De hecho vivo al sur de Ciudad Juárez. Yo hago periodismo porque así completo mi ingreso como académico, porque has de saber que en la vida real me dedico a estudiar muy seriamente la historia de la cultura mexicana moderna. Pero mis libros serios no me dan regalías. El periodismo me obliga, pues, a estar al tanto de lo que sucede en México. Por otro lado, es curioso que vivir fuera de México se considere envidiable y, al mismo tiempo, una traición o una maldición, al grado de pedir que si uno se muere se diga que sólo está dormido “y que me traigan al PRI”.
¿Le hace bien vivir fuera de México por largas temporadas, es una manera de desintoxicarse por los altos niveles de IMECAS, de marchas, encuerados, léperos, de campañas políticas y políticos ladrones? o al menos ¿le sirve para cargas las pilas y volver a este país donde nos tocó vivir, parafraseando a la relatora de los pobres, Doña Cristina Pacheco?
Me hace bien vivir, punto. Es una costumbre que adquirí desde niño. Quizás algún día cambie. Lo difícil es el personaje y el drama; el lugar donde uno vive es, a fin de cuentas, pura escenografía. Cuando llego a una ciudad que me gusta, me choca descubrir que me traje conmigo.
¿Alguna nueva novela en puerta, algún guión para cine? Hablando de cine, ¿la recepción de "Cabeza de vaca" en Francia le podría dar un segundo aire en México y una recepción más amplia?
Cabeza de Vaca la escribí por amistad con Nico Echeverría, que hace cine, algo a lo que yo no soy muy aficionado. Fue muy raro que los franceses declarasen a Cabeza de Vaca en 2010 la “película del año”, cuando se filmó en 1980. Y la novela esa, El dedo de oro, iba a ser una crónica como las otras, pero sufrió un ataque de elefantiasis. Pero no, nada de eso. Ahora estoy escribiendo un libro de ensayos sobre Octavio Paz, muy serio, muy solemne y académico y lleno de palabras como “epideíctico”.
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.