Todo Churchill en un gesto

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Mira esa foto de quizá los años cincuenta. En ella, como en muchas otras fotos de los periódicos, como en muchos momentos de los noticiarios cinematográficos de ese tiempo, vemos a Winston Churchill, rutilante con el infantil rostro redondo y sonriente y con el elegante atuendo que corresponde a un primer ministro de la Gran Bretaña. El personaje, cual le corresponde, está haciendo (digámoslo con mayúsculas) el Gesto Churchiliano. En la versión completa de esa imagen, que es un verdadero icono, verás que lleva guantes blancos, señorial bastón, fino pañuelo lateral sin duda aromado con la mejor lavanda y una corbata de moño (a mi parecer no tan elegante, y menos si es de lunarcitos), y alza una mano que muestra, o se diría que enarbola, los dedos índice y corazón formando la letra V. Tal es el signo con el que, en la primera mitad de los años cuarenta, Churchill, ministro de la guerra, auguró la victoria de la Gran Bretaña y de sus aliados europeos y americanos contra las fuerzas del Eje unidas en el trío Alemania-Italia-Japón, es decir la trinca Hitler & Mussolini & Hirohito. Así, la uve formada por los regordetes dedos en ángulo comenzó su sublimación en signo histórico, emblemático y mítico.

La letra V, que no por nada está tres veces en en el triunfal lema cesariano Veni, Vide, Vici, devino gesto popular en todo el mundo y aun ahora sigue surgiendo de innumerables manos alzadas como señal de prometido o cumplido triunfo en todos los géneros de conflictos: en guerras mayores, medianas y menores, en revueltas masivas de obreros, de estudiantes, en manifestaciones de hippies o de cualesquiera tipos de disidentes o marginales de cualquier país, y hoy se la ve brotar, numerosa, jactanciosa, alegre, hasta en partidos de futbol, en conciertos de rock y en concursos de belleza o de baile. (En las cantinas también se la ve, pero en ellas, si son de México, suele significar la silenciosa petición de un tequila doble al mesero.)

El signo V sintetizaba la palabra “Victory” y, casual o intencionalmente, evocaba la triangular formación en vuelo de la heroica British Air Force cuando, en revancha, iba caballerosamente a devolverle los bombardeos a la Luftwaffe. Recuerdo que en mi niñez los noticiarios fílmicos presentaban el signo como en una traducción en clave Morse: la V seguida de tres puntos y un guión; y recuerdo que, mediante aparatos radiofónicos todavía “de bulbos”, los programas retrasmitidos de la BBC de Londres hacían oir, después de las campanadas del Big Ben, el ritmo contundente de las cuatro primeras notas de la Quinta Sinfonía de Beethoven, las cuales en el alba del 6 de junio de 1944 ritmarían agoreramente la invasión aliada de Normandía.

La V, la letra en ángulo con vértice hacia abajo, estaría y estará ligada a la figura de Churchill considerado como el primer supremo artífice de la victoria aliada. Era tan churchiliana como churchilianos eran los sempiternos cigarros puros que luego se convertirían en joyas emisoras de humo virilmente aromado (los Winston Churchill Cigars) o tan winstoniana como aquella no alegre promesa que curiosamente puso en pie de lucha a la gente inglesa y la conminó a ni doblegarse ni quebrarse bajo los bombardeos de la Luftwaffe: “No puedo ofreceros más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”.

Pero algunos microhistoriadores minuciosos, ayudados de sabios expertos en quinésica, es decir la ciencia que estudia el lenguaje gesticular, arguyen (sin dejar de sentirse tan ingleses como el brioso himno Rule, Britannia!, como el té de las cinco y como la muy londinense familia Miniver imaginada por el cine de Hollywood y encabezada por mi novia Greer Garson y mi amigo Walter Pidgeon) que el churchilísimo emblema digital no es invención de Winston, el quizá más grande hombre político de por lo menos el siglo XX. Los dedos erectos en uve ya habrían sido simbólicamente alzados (¿enarbolados?) en el siglo XVI por algún personaje del francés escritor cómico Rabelais, y luego, siglos después, en los años treinta, por algún ciudadano belga que, según testimonio de una foto de prensa, así celebraba un triunfo patriótico en un binacional partido de futbol… o quizá así insultaba a los jugadores adversarios.

Pues, aunque los signos pretenden tener un significado único, corren a veces el riesgo de ser ambiguos. Hay otros sabios de la quinésica para quienes el gesto en V de los dedos de mister Winston (que lleva doble V. o sea W, en la letra inicial de su nombre propio) significan algo diferente a la uve de la victoria. Dejemos que lo explique un inglés maestro en quinésica:

“Debo aclarar que el gesto de la V tiene matices: en efecto, una V hecha con la palma de la mano vuelta hacia afuera, y con los nudillos hacia nosotros, indica victoria, pero si en la Gran Bretaña hacemos el mismo gesto girando 180º la muñeca (la palma hacia nosotros, los nudillos hacia afuera) y lo dirigimos hacia alguien, a esta persona le puede parecer muy mal. ¿Qué significado tiene?… Bueno, usted disculpe, pero digamos que los romanos, para indicar lo mismo, empleaban, y actualmente los españoles emplean, un dedo erecto entre los otros plegados: el dedo obsceno, el digitus impudicus, como lo denominaban en latín.”

Pero no te alarmes y observa serenamente: en la foto, en innumerables fotos y tomas cinematográficas, y, en fin, en la inmortalidad histórica, Winston Churchill hace el gesto de la V, la de la Victoria, la de Vini, Vidi, Vici, pues lo hace con la palma de la mano hacia fuera.

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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