The Chinese Girl (The Green Lady), Vladimir Tretchikoff, 1952.

El peligro verde

¿Vale la pena hablar del verde? Un poco menos despreciado que el marrón, el verde es un color de segunda. 
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¿Vale la pena hablar del verde? Un poco menos despreciado que el marrón, el verde es un color de segunda. No es miembro del club de los colores primarios. No es magnético como el rojo, profundo como el azul o vibrante como el amarillo. Tampoco es severo como el negro ni trascendente como el blanco. Ningún rey de Occidente se retrató en ropas verdes y Monika Pon dijo “me desagrada ese color, me hace ver enferma” cuando vio el retrato que Vladimir Tretchikoffhizo de ella.

Uno no puede fiarse de este color. El verde duda de sí mismo: con el tiempo se vuelve marrón, cae a gris o se deslava. Al respecto, Michel Pastoureau escribió que, desde la Antigua Grecia hasta la Baja Edad Media, los europeos no pudieron fijar el verde a los textiles. Sólo los pueblos bárbaros del norte y los soldados musulmanes en las Cruzadas teñían sus prendas y estandartes de este color.[1]El verde identificaba a los otros, al peligro que viene de fuera. Peor aún, es un color mortal: más de un tintorero murió durante su preparación, asfixiado por el arsénico que contiene el cobre; el plutonio, radiactivo y tóxico, también es verde –color veneno.

Por si fuera poco, el color se echó encima a varios enemigos poderosos. Desde sus primeras pinturas hasta su muerte, Piet Mondrian se negó a pintar con él y Vasily Kandinsky armó una campaña en su contra: “el verde es como una vaca quieta y gorda que mira el mundo con sus ojos aburridos y estúpidos”. Para muchos, el verde es un color perezoso, que no vibra como los otros. Un color desganado, indolente y mediocre, como la case media, remata Kandinsky.

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Alfonso Cuarón fue uno sus contados apologistas. Aunque ahora, avergonzado por las malas críticas que recibió Great Expectations, casi se haya disculpado por haber dirigido esta adaptación de la novela de Charles Dickens. Más allá de su reparto de celebridades y los problemas del guion, Cuarón ha dicho que no puede explicar el color verde que distingue a la película: “Debo decir que es el único color que entiendo. Puedo enmarcarlo, sé cómo trabajar con él. Los demás colores se sienten ajenos. No puedo dar una explicación racional al respecto”.

Georges Roque, un destacado historiador, ya ha escrito en contra de la interpretación intuitiva y emocional de los colores en el arte. La decisión de usar uno, y no otro, está influida en gran medida por nuestro conocimiento de los códigos culturales del color. Es razonable suponer que Cuarón ignora los pormenores de los usos del verde en la historia pero también es imposible afirmar que no está al tanto de sus significados. Debe saberse algunos refranes sobre el verde y estoy segura de que puede nombrar las ideas que asociamos con este color. Esto no quiere decir que el director sepa cuáles son las razones históricas que están detrás de las impresiones que tiene acerca de este y otros colores –y no tendría por qué hacerlo, es un cineasta y no un historiador. En cambio, estoy convencida de que los estudios recientes sobre el tema –como los de John Gage, Georges Roque y Michel Pastoureau– ofrecen otra perspectiva para la historia del arte, una que debe considerar a la pintura y al cine.

A pesar de todo esto, se ha dicho que el verde no es una clave interpretativa de Great Expectations porque “está presente en todas las escenas de la película”. Es cierto, pero para analizarlo hay que ponerle atención a las variaciones de tono y a los ambientes que pintan. Por ejemplo, Finn y Estella, los protagonistas, se reencuentran en un bebedero de Central Park. Sobran en la literatura los cortejos y galanterías que se deciden en los jardines, sobre el pasto, las hojas y los arbustos: es aquí donde funciona un tipo de verde –el brillante– y no otro.

Por su parte, el prófugo Lustig salta de una laguna y se esconde en los juncos, como una rana. De acuerdo con Michel Pastoureau estos anfibios, aliados de las brujas, a veces se ponen del lado de los hombres: sus secreciones todavía son usadas como venenos o remedios. En Great Expectations, Finn se gana la buena voluntad de Lustig –lo alimenta, lo ayuda a escapar de la justicia, evita que se ahogue. El personaje casi acuático y anfibio, peligroso y amenazante, se convierte en el benefactor del Finn, como la rana de una fábula.

Mejor aún, Finn se enamora de Estella en la ciénaga de la mansión Paraiso Perduto, junto a las enredaderas que han tomado las paredes, entre lianas y vestidos verdes, bajo el hedor del pantano. Es Miss Dinsmore quien, entre murmullos y palabras pronunciadas a manera de hechizo, le sugiere la idea del amor al protagonista, quien lo hace bailar cuando dice chick-a-boom. Apartada del mundo, entre el croar de las ranas y orines de gato, vestida de verde, Dinsmore obedece a la tradición iconográfica de las brujas de los bosques. Joe, el padrastro de Finn, anuncia el carácter misterioso y fatal de la mansión y sus habitantes cuando dice en voz alta: “God knows what’s in these weeds”. Así, Miss Dinsmore es la bruja de los Everglades que engaña a Finn con una esperanza verde y falsa, Estella.

Vestida de verde y viviendo entre la vegetación, Miss Dinsmore sigue fielmente a la iconografía de las brujas del bosque.

El aquelarre, Francisco de Goya y Lucientes, ca. 1798. Museo Lázaro Galdiano, España.

Dije que uno no puede fiarse de este color traicionero y voluble, que se deslava, que en cualquier momento pasa de lo vivo y luminoso a lo opaco y a lo sobrio, que pierde su brillo como el enamoramiento y cambia como la suerte.[2]Great Expectations va del verde alegre al verdoso: la esperanza se seca, el destino se pudre y el verde se hace gris.

  


[1] Michel Pastoureau, Green: The History of a Color, New Jersey, Princeton University Press, 2014.

[2] Passim, Michel Pastoureau, Green: The History of a Color, New Jersey, Princeton University Press, 2014.

 

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(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.


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