Relativismo relativista

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El antropólogo Bruno Latour se propuso hace años, en un libro publicado en París en 1991, resolver el problema de la separación entre el mundo natural y el cultural, entre la ciencia y la sociedad, entre el terreno de los hechos y el del poder. Para Bruno Latour esta división, que separa lo no-humano de lo humano, es propia de la modernidad, que al mismo tiempo que la consagra, estimula dialécticamente los fenómenos de hibridez y mediación que mezclan la naturaleza con la cultura. Encuentra la solución en una mirada antropológica reciclada que, por partir del estudio de sociedades premodernas salvajes, no acepta esta división y se coloca en un punto medio desde donde se proclama el principio de la simetría generalizada. La superación del gran problema no es solamente el relativismo absoluto generado por algunas tradiciones antropológicas. Más allá está la verdadera resolución del problema que agobia a la modernidad occidental: ¡el relativismo relativista! El título del libro lo dice todo: Nous n’avons jamais été modernes. Essai d’anthropologie symétrique. Escrito en nombre de un enorme ego colectivo (Nous), declara con tremenda fuerza y convicción (jamais!) que la alternativa pertenece a los no-modernos. Detrás de las líneas de este libro hay poco más que la simplonería de una jaula de oropel que encierra y reduce las complejidades de la ciencia moderna. Bruno Latour está obsesionado por el dualismo tan típico de la tradición francesa cartesiana, y reacciona como un viejo provinciano gruñón y malhumorado que regaña, a diestra y siniestra, a todos los pretendidos modernos que pasan.

Pero el regañón resultó regañado. Bruno Latour es posiblemente el escritor francés más dañado por la célebre masacre organizada por el físico Alan Sokal contra las imposturas intelectuales de quienes sostienen que la ciencia es una construcción social cuya validez no se apoya, como se pretende, en los datos que provienen de la realidad. Sokal, junto con Jean Bricmont, demostró que el agresivo relativismo semiótico de Bruno Latour, supuestamente inspirado en Einstein, parte de una incomprensión y una deformación de la teoría de la relatividad (véase Imposturas intelectuales, Paidós, 1999, cap. 5 dedicado a Bruno Latour). Para quien se dedica a “solucionar” los problemas de la inserción de la ciencia en la sociedad moderna este fue un golpe letal. Por mi parte puedo añadir que los aspectos antropológicos del libro (su proclamada “antropología simétrica”) son sencillamente banales, en el mejor de los casos, y con frecuencia distorsiones sin base. Al respecto hay que decir que rara vez se molesta Bruno Latour en descender a la realidad para apoyar con datos sus escalofriantes generalizaciones.

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Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.


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