El «Cuerpo Coercitivo» ataca de nuevo

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El senador Ricardo Monreal escribió en su columna del Milenio el pasado martes:

A propósito de secuestros, es importante precisar la naturaleza del recurso de protesta parlamentaria utilizado por el FAP al tomar la tribuna de ambas cámaras legislativas. La tribuna del Congreso de la Unión no es el Congreso de la Unión. Por lo tanto, tomar la tribuna no es secuestrar el Poder Legislativo.

Luego de tan guapo razonamiento (que recuerda al CGH diciendo que secuestrar a la UNAM no era secuestrar al espíritu universitario; o que secuestrar los alerones no es secuestrar el avión, o…), el senador Monreal optó por mostrarse ingenioso : el congreso, dijo, «está en manos del PRIANAL (suma de PRI, PAN y Panal)».

Una vez que terminó de celebrar su agudeza, el senador escribió algo que me parece fascinante: no importa secuestrar al Congreso, porque de todos modos ¡ya estaba secuestrado desde antes! Sí, pues en su opinión…

El Congreso está secuestrado por una mayoría ficticia: lo que ella acuerda no se corresponde con lo que piensa y expresa una sociedad dividida y desigual.

Bueno, ¡oh, senador!, precisamente porque las sociedades suelen estar divididas y ser desiguales es que la democracia funciona con partidos políticos. Verá usted, cada parte de la sociedad que así lo desee puede organizarse en un partido. De esta manera, las divisiones en el interior de la sociedad se convierten en divisiones partidistas que, en el Congreso discuten y discuten hasta que resuelven aquello que los divide por medio de algo que se llama votar. Una vez cerrada la votación, las discusiones dejan de ilustrar las posturas divididas para convertirse en voluntad de todos los ciudadanos, ya sin divisiones.

Por otro lado, los partidos se hallan representados en el congreso de manera desigual. Sí. Así es. El partido que tiene mayor número de diputados y senadores es desigual en relación a un partido que tiene menos, ¿entiende usted? Pero esto no es así sólo por fregar, sino porque la plataforma ideológica del partido mayoritario le resultó atractiva a un mayor número de votantes.

Que un partido político sume mayor cantidad de votos que otro, no justifica, por lo tanto, que el que mereció menos votos se apodere por la fuerza del Congreso. Eso es desigual. Es como si un equipo de futbol clausura la cancha porque el contrincante anota un gol.

Por otro lado, me temo que la división y la desigualdad en el Congreso seguirá siendo así hasta que usted, ¡oh senador! ¡oh, cuerpo coercitivo! invente un Congreso en el que todos los partidos sean mayoría simultáneamente.

Desde luego, otra manera de resolver el entuerto es que haya un solo partido. Un partido sin divisiones o desigualdades –como aquel al que usted y su guía espiritual de usted pertenecían y aún añoran– y que por eso se llamaba el “partido único”. Una parte que era simultáneamente el todo.

Pero ande usted, vaya y trabaje para lograr que el PRD sea de nuevo el partido único. Ya verá que se acaban las divisiones y las desigualdades y que todos seremos muy felices.

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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