Dragoncitos de Komodo

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Con las manos sobre la superficie de la mesa

mi hijo me está explicando

cómo atacan

los dragones de Komodo:

“Se acercan a su presa lenta,

pero tan lentamente,

que no parece que se están moviendo”

–y su mano derecha se desplaza

(con menos lentitud de la que él

seguramente quisiera)

hacia la incauta izquierda.

“De repente

–la mano se crispa un poco–,

de un solo movimiento potentísimo

–dispara una mano rauda–,

atrapan con los dientes a su víctima”

–ya envuelve una mano a la otra con furiosos

tendoncitos.

“Alcanzan hasta 20

kilómetros por hora en ese impulso”

–le digo yo porque espié

la página que él había estudiado.

Me mira con asombro

pero sé

que le he robado un dato

y que mi aportación científica es muy pobre

frente a la caza contundente

que me ofreció con sus manos.

– Julio Trujillo

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