De la memoria a la melancoholía

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DEL MONÓLOGO INTERIOR/2

Escribir como propone, se propone Juan Ramón Jiménez (…): “para mí el monólogo interior es sucesivo, sí, pero lúcido y coherente. Lo único que falta es argumento. Es lo que sería un poema de poemas sin enlace lójico. Mi monólogo es la ocurrencia permanente desechada por falta de tiempo y lugar durante el día… es una verdadera fuga, una rapsodia constante…” /y/ /y/y escribir dejando que la escritura vaya por la libre, que el que escribe (y que acaso todavía, acaso ya no, merezca llamarse Escritor, y qué importa) salte de fracaso en fracaso, sea un fracasado interiormente, gozosamente triunfal.

(Líneas introductorias de mis primeras hojas de “Del monólogo interior”/1, publicadas en el número de diciembre de 2006 de Letras Libres.)

HOJA DEL ÁNGEL

La memoria es una metteuse en scène, no la excavadora de un paisaje ya existente,

la memoria se instala en el escenario mental e inventa una historia y unos personajes, dirige unos actores, pone o quita cuadros escénicos de una obra en la que ella, la memoria, intenta controlar, domar, amansar su propia vocación de delirio,

la memoria es una engañadora, quiere hacernos creer que eso que presenta en el teatro mental lo hemos vivido realmente, recordar es soñar de otro modo, tú no tienes, nunca has tenido sueños felices, aun los que así empiezan en ti siempre derivan hacia un final triste o angustioso o aterrador, tus sueños son casi invariablemente crepusculares, tienen esa luz que se va, la luz que agoniza y que no acaba de morirse, la de un crepúsculo constante, un interminable sol desfalleciente, jadeante como un perro cegadoramente amarillo, gemelo imposible del Sol Negro de la Melancolía, ¿le Soleil noir de la Mélancolie de Gérard de Nerval?, y

dices Nerval y…

piensas en narval, mamífero cetáceo de los mares árticos, de hasta 4 m de long., que sólo posee dos dientes, uno de ellos muy desarrollado ¡de 2 a 3 m! (el Pequeño Larousse Ilustrado dixit), una especie de cetáceo/unicornio, la primera vez que leíste esa palabra, narval fue en la novela del Capitán Nemo de Julio Verne, en esas Vingt mille lieues sous les mers que en un libro de cine, en una nota sobre el cineasta Méliès (encantadores esos dos acentos en la misma palabra e inclinados sobre las ees hacia la izquierda y la derecha, opuestos) fueron convertidas por un traductor “mocosuena” en Veinte mil lugares bajo las madres, y la barbaridad verbal, de culebreantes, de oscuros, de bestiales entresijos freudianos, se la mostraste al poeta y amigo Gerardo Deniz que la convirtió en título de un largo poema que te dedicó, ese poema narrativo donde hace que el capitán Nemo saque todos los días a pasear y a mear en la cubierta del Nautilus al Demonio de la Analogía (cf. Stéphane Mallarmé), como a un perro monstruoso, pobrecillo…,

y ángel/narval/Nerval, ángel melancólico, pues, ángel atacado por el diente fálico/bucal, unicórnico, de cuernodiente de tres metros: el Ángel del Sol negro de la Melancolía, el misterioso, el alegórico, el tal vez filosófico grabado del duro y duradero Durero, en el que hay un Sol Negro, silabéalo de una vez: le so leil noir de la mé lan co lie, el sol luctuoso de los muertos, como un ojo negro de mala intención por encima de la cabeza del Ángel que medita tristemente sobre unos intrumentos y unas cosas de Geometría y Ciencias y Cerebralidades así,

el ÁngeL de la MelancolíA (ponlo con mayúsculas a principio y final de las dos palabras) es, acaso, en el ocaso, el Ángel del conocimiento, ay, conocimiento es melancolía, en el grabado ese ángel es como una muchacha algo hombruna, el modelo pudo ser un hombre, como se dice también acerca de ciertas obras de Leonardo que en realidad cuando pintaba vírgenes pintaba mancebos, doncellitos, quién sabe si noviecitos suyos, tirando a ser asexuados,

el Ángel de Durero no parece un ser asexuado precisamente pero sí un andrógino, y no sé por qué pienso que es un ser desvelado, ambigua palabra, ¿por qué el “des”, si se supone que se trata de uno que pasa la noche en vela?, o mejor insomne, o develado: sin velo o sin vela en este entierro, y

veo en el Corominas que la palabra melancolía tiene verbo: melancolizar, y entonces: el Ángel está melancolizado, quién lo desmelancolizará, el desmelancolizador que lo desmelancolizare buen desmelancolizador será, melancoholía: melancolía del alcohol, la del borracho que “tiene el vino triste”,

el Ángel de la Melancolía, de Durero, él lo disimula pero es un melancohólico, un ángel que tiene el vino tristísimo: el Negro Vino del Conocimiento, y que llora por sus alas despeluchadas, llora desde su mirada vieja, poshistórica, pero lamentablemente invicta, su mirada hacia Dentro, hacia el pozo del Ser, es decir: muy hondamente hacia Abajo, hasta el Sol/Pozo negro, pobre ángel gigantesco horadado en hora dada, hora malhadada por la infinita melancolía de irremediablemente ser el Pensante Ángel Caído que…

EL FOLLETÍN APENAS COMIENZA.

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Noche del 16 al 17 de agosto de 2007

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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