El individuo en tiempos totalitarios

El fuego de la libertad. La salvación de la filosofía en tiempos de oscuridad, 1933-1943

Wolfram Eilenberger (Traducción de Joaquín Chamorro Mielke)

Taurus

Ciudad de México, 2021, 384 pp.

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¿Quién soy yo? ¿Quiénes son los otros? No existen los otros sin un yo que los registra. No existe el yo sin los otros que lo reconocen. Esta reflexión filosófica básica en la tercera década del siglo XX dejó las aulas y se volvió un asunto central. El tema del yo y los otros se transformó en una cuestión de vida o muerte: el individuo frente a la sociedad. El hombre frente al Estado. Un Estado que quería abarcarlo todo, un Estado totalitario. En los años treinta, en el corazón de Europa, el Estado se había hipertrofiado hasta convertirse en la dictadura soviética y en la tiranía nazi. Comunismo y fascismo, dos caras de la misma moneda, dos formas de oprimir al individuo. Frente al totalitarismo quedaba tan solo la conciencia individual. La conciencia, en específico, de cuatro mujeres dedicadas a pensar. ¿Quién soy yo frente a los otros? ¿Cuál es el papel del individuo frente al Estado? Hannah Arendt, Simone Weil, Simone de Beauvoir y Ayn Rand, cada una desde diferente perspectiva, buscaron y encontraron un camino, el de la libertad, de pensar, de ser, de ser ante los otros. Wolfram Eilenberger hace un recuento de esas búsquedas y de sus hallazgos.

El fuego de la libertad es la continuación de Tiempo de magos (Taurus, 2019), libro en el que Eilenberger recrea y analiza la vida y trayectoria intelectual de Martin Heidegger, Ernst Cassirer, Ludwig Wittgenstein y Walter Benjamin. “Habrá un tercer volumen”, le dijo Eilenberger a Daniel Gascón (Letras Libres, julio de 2021). En Tiempo de magos se describen las actividades vitales y filosóficas de cuatro pensadores durante la década de 1919 a 1929. En El fuego de la libertad Eilenberger recrea las vidas e ideas de cuatro extraordinarias mujeres en la década que va de 1933 a 1943. Describe la crisis de Europa previa a la Segunda Guerra. Crisis política y crisis del pensamiento. El individuo aplastado por el Estado. El autor realiza –para recuperar esos años, para comprender el contexto que este conjunto de pensadoras enfrentó– una interesante fusión entre biografía y ensayo filosófico, una especie de novela de ideas que cuenta, y entrecruza, la trayectoria de estas mujeres entregadas a la reflexión. Eilenberger practica algo que él llama “filosofía narrativa”. Cada uno de los diez capítulos describe un año de esa década decisiva. En cada capítulo entrevera vida y obra de estas cuatro grandes figuras.

Si en Tiempo de magos Eilenberger aborda las cuestiones del ser y del significado, en El fuego de la libertad desarrolla el tema de la otredad. Cada una de las filósofas que reúne en su libro se enfrenta al dilema del yo y su relación con los otros.

Para Ayn Rand ese conflicto se resuelve actuando en libertad a favor de uno mismo. Presenta al capitalismo “como la única expresión verdadera de una coexistencia moral, la única forma real de luchar por la libertad y la autodeterminación”. Para ella el propósito del capitalismo no es la prosperidad sino la autonomía personal. “No la explotación sino la independencia.” Rand, una migrante rusa que se ganaba malamente la vida escribiendo guiones en Hollywood, se convirtió con el tiempo en una de las pensadoras más originales y fecundas de Estados Unidos, desarrolló la filosofía del “objetivismo”, vendió decenas de millones de sus libros y se le considera una de las fundadoras del libertarismo, una de las corrientes políticas más influyentes hoy día en Estados Unidos.

La historia que Eilenberger cuenta sobre Simone de Beauvoir es muy distinta. Partiendo del mismo foco de preocupaciones (el yo y los otros), Beauvoir pasa por distintas etapas: la asociación (amorosa, intelectual) con Sartre la aísla en una burbuja: los otros no importan, lo único que interesaba a la pareja era ella misma y su desarrollo intelectual. Poco a poco Beauvoir va comprendiendo lo limitante que resulta esa posición. Estudia a fondo la fenomenología de Husserl, a sugerencia de Raymond Aron, y llega a la conclusión de que la vida es “un movimiento de libertad que no quiere concluir y que se reencuentra y se reinventa continuamente frente al otro”. Beauvoir con el tiempo se convertiría en una novelista de éxito y en una pensadora extraordinariamente influyente, uno de los pilares del pensamiento feminista contemporáneo.

Arendt se refugió, poco antes del ascenso de Hitler al poder, en Francia, donde trabajó en una organización sionista estudiando la persecución del pueblo judío. Luego de la ocupación alemana, y tras ser interrogada por la Gestapo, decidió emigrar a Nueva York, donde escribiría buena parte de sus libros mayores, incluyendo su fundamental estudio sobre los orígenes del totalitarismo. Arendt resolvió para sí el problema del otro. Para ella no era posible hablar del ser humano en singular. El hombre es un ser social. Las limitaciones y el desarrollo de cada persona vienen de esa tensa relación entre el individuo y la comunidad.

De las cuatro figuras que el libro aborda, es sin duda Simone Weil la que más interesa al autor y a la que más espacio le dedica. Una gran pensadora fuera de lo convencional. Todo para ella se resolvía en la caridad, en la renuncia de sí misma a favor de los otros. Periodista, sindicalista, filósofa, pensadora política, estudiosa de las religiones, Weil llevaba al límite todo lo que emprendía. En París, su familia alojó durante un tiempo a León Trotski, antes de su fatídico viaje a México. La joven filósofa y el gran revolucionario chocaron frontalmente. Para Trotski la revolución era un fin absoluto al que había que sacrificar vidas humanas. Weil lo confrontó y rebatió. “¿No puedes en algún momento dejar de dudar?”, le espetó Trotski. Weil avanzó en la senda de la renuncia y el despojamiento, en “el vaciamiento de sí misma. En el camino del misticismo. En el camino de la salvación. Superó hasta el impulso de la voluntad más animal, el de alimentarse”. En la última carta que Weil escribió a sus padres, les dijo: “Tened esperanzas, pero con moderación.”

Confieso que disfruté mucho más la lectura de Tiempo de magos que la lectura de El fuego de la libertad. Las biografías paralelas de Heidegger y Wittgenstein me parecieron fascinantes; en El fuego de la libertad solo la biografía de Weil alcanza una temperatura semejante. En el primer libro Eilenberger encontró una forma original de fundir biografía, ensayo filosófico y crónica histórica; en el segundo repitió la fórmula, con menor fortuna. No deja por ello de ser un libro muy interesante y ameno. Su tema sigue vigente: qué significa ser un individuo en tiempos totalitarios.

Algo notable del libro de Eilenberger es que jamás muestra como víctimas a las mujeres cuya vida recrea. Son agentes de sus propios destinos. No son, como dice el autor, filósofas de lo femenino sino de la existencia humana. Todas ellas resolvieron su vida a favor de la libertad. ~

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