Ricardo Cayuela, despedida, bienvenida

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A lo largo de catorce años, Ricardo Cayuela Gally ha sido un hombre clave en el equipo editorial de Letras Libres. Primero como jefe de redacción entre 1999 y 2001; luego, de 2001 a 2006, como director editorial de la edición española de Letras Libres; y finalmente, entre 2006 y esta fecha, como jefe de redacción y editor responsable de ambas ediciones.

Estas son las fechas, pero detrás de ellas –de cada una de ellas– hay una silenciosa historia de esfuerzo y talento. Imaginar un tema, pensar al autor adecuado, hablar con él o con ella, dar seguimiento al proceso, leer los originales, aprobarlos, reprobarlos, discutirlos, editarlos, corregirlos, releerlos, presentarlos, imprimirlos. Veinte o treinta unidades en cada número: ensayos, reportajes, crónicas, entrevistas, cuentos, reseñas, poemas, letrillas, ilustraciones. Todos los días del mes por 168 meses.

 

Guardo muchos recuerdos emocionantes de nuestro trabajo juntos. Pero si tuviera que escoger un momento imborrable, me quedaría con una conversación con Ricardo en Madrid, a mediados de 2001. Todo estaba listo para el arranque, pero de pronto entendí que faltaba una cabeza editorial que comprendiera el modo de operación de la revista. Desde Madrid llamé a Ricardo pidiéndole que me alcanzara con suma urgencia. Llegó al día siguiente. “¿Estarías dispuesto a quemar las naves y vivir aquí?”, le pregunté. Yo sabía que Ricardo había sido el brazo ejecutor de la revista mexicana: admiraba su capacidad catalana de trabajo, su vasta cultura literaria y su pasión por las ideas democráticas. “Por supuesto, querido Enrique”, me contestó. No sé cómo se las arregló para que el primero de octubre apareciera en los quioscos españoles el primer número de Letras Libres, con el multicolor cubo de Rubik en la portada y la premonitoria leyenda: “Fanatismos de la identidad”.

 

En España tuvimos la fortuna de contar con Leonor Ortiz Monasterio, que habiendo sido directora del Archivo General de la Nación y más tarde secretaria del presidente Ernesto Zedillo, accedió a ocuparse de la modestísima gerencia de Letras Libres. Ricardo y Leonor hicieron una mancuerna perfecta. Fueron ellos los que pusieron la pica en Flandes de nuestra pequeña empresa en tierra española. Mientras Leonor atendía con perfecta diligencia cada aspecto de la administración, Ricardo creaba el contenido y tejía perdurables relaciones de amistad y solidaridad con el universo literario de España y América.

 

Consolidada la revista española, ambos volvieron a México en 2006. Leonor se incorporó a la Fundación Carolina, pero ha seguido cerca, apoyándonos con su consejo. En el área editorial hicimos un enroque: el poeta Julio Trujillo pasó a Madrid, y Ricardo se hizo cargo de la edición mexicana. Años más tarde, Ramón González Férriz, un joven y talentoso escritor español, descubierto –como tantos otros– por Ricardo, se hizo cargo de la edición española. En estos últimos años, junto con el Consejo Editorial y el equipo de la redacción, hemos tenido días de exaltación y de adversidad. La invariable lealtad nos mantuvo unidos.

 

Y es que, a lo largo de todo este tiempo nunca olvidamos la fórmula de Borges: “Una revista la hacen unos escritores que aman apasionadamente, o detestan apasionadamente, una causa. Lo otro es una antología.” Nuestra causa fue (y seguirá siendo) la literatura, la crítica y la libertad. Nunca fuimos (ni seremos) una antología.

 

Hace unos meses Ricardo y yo advertimos el cumplimiento de un ciclo. Lo conversamos, lo aceptamos. Letras Libres, fiel a sí misma, buscará caminos de renovación; por su parte, Ricardo pondrá su talento en nuevos proyectos y atenderá su apremiante y sincera vocación de escritor. Letras Libres es la casa que construimos con la participación de cientos de escritores y colaboradores. La casa es sólida, tiene amplia presencia en el mundo de habla hispana y proyectos de expansión en el sitio de internet. Ahora esta casa despide con profundo agradecimiento al editor y da la bienvenida cordial al escritor.

 

Para mi amigo Ricardo Cayuela –incisivo, irónico, alegre, enamorado, paternal, fanático del beisbol, hincha del Barcelona– no hay despedida ni bienvenida. Hay un abrazo como los que él sabe dar, abiertos y generosos. ~

 

 

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.


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