Burgtheater, de Elfriede Jelinek, dirigida por Milo Rau. Foto: Tommy Hetzel

Festival de Viena: amor, activismo y vanguardia

A lo largo de 38 días, el Festival de Viena, bajo la dirección del dramaturgo suizo Milo Rau, presentó más de 40 producciones de teatro, música, danza o instalaciones, congresos y debates, que exploraron las relaciones familiares o de poder, entre el ser humano y la naturaleza, entre las ideas.
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Viena se declaró la República del Amor en el festival internacional que cumplió su edición 74 bajo la dirección artística del imparable dramaturgo suizo Milo Rau, quien ha hecho volar al encuentro para colocarlo entre los más destacados del mundo.

La celebración artística multidisciplinar que ostenta ser la única que tiene su propio parlamento, bandera, himno y constitución, concluyó el 22 de junio, luego de 38 intensos días donde activistas, músicos, intérpretes y filósofos de todos los continentes pusieron en escena más de 40 producciones de teatro, música, danza, instalaciones y rituales, acompañados de un amplio programa de congresos y debate público.

“No me gusta hacer alarde, pero creo que hemos logrado la obra de arte total perfecta en su curaduría […] queremos establecer el amor como un término general de nuestras relaciones, ya sean relaciones económicas, familiares o de poder, ya sea entre el hombre y la naturaleza, con un texto, uno mismo o una idea”, dijo Rau al inicio del festival, que abrió con un concierto ecléctico en artistas, ritmos y sonoridades, donde se congregaron, según sus organizadores, unas 48 mil personas en la Rathausplatz, una de las plazas más importantes de Viena. El festival se lleva a cabo en 29 diferentes foros y por casi toda la ciudad se encuentran al paso espectaculares y publicidad afuera de los teatros que muestran la imagen principal del festival: una fotografía de dos hombres jóvenes recostados, abrazados y desnudos.

En los ocho días que estuve en el encuentro, la conversación cotidiana en las calles y las plazas, las transmisiones en televisión o las reuniones en los hoteles sede, era preguntarse lo que ocurría en el Festival o qué estreno había impactado más a los públicos. Elfriede Jelinek, Laurie Anderson, Carolina Bianchi, Kurdwin Ayub, Tiago Rodrigues, Miet Warlop, entre más y más nombres, sacudieron los foros del festival que en su cierre preliminar, ya rebasaba los 100 mil asistentes.

Centroamérica.

La compañía mexicana Lagartijas Tiradas al Sol presentó, en el Teatro Nestroyhof Hamakom, Centroamérica, obra de teatro documento estrenada en 2024 en la Ciudad de México. Esta es la segunda ocasión que el colectivo liderado por Luisa Pardo y Lázaro Gabino Rodríguez participa en este encuentro, ya que en 2012 presentaron El rumor del incendio.  Sobre la recepción que ha tenido el público europeo de este montaje, Rodríguez dice: “Siento que hay una parte donde mucha gente conecta, que tiene que ver con lo que hace la obra de hablar de una región un poco olvidada del lugar de donde uno viene […] Otra parte tiene que ver con la ilegalidad de la solidaridad, como si en el mundo de hoy la solidaridad fuera un acto ilegal y siento que hay algo de eso que conecta con la audiencia, que hay muchos ejemplos en el mundo donde vemos eso que pasa, desde la gente que ayuda a migrantes en el Mediterráneo […] y en otro tipo de público más especializado es, ¿qué puede hacer el arte ante la realidad o si el arte tiene la capacidad de incidir o no?”.

Milo Rau es un provocador de alto voltaje que trabaja con historias reales y teatraliza juicios. Muestra, como en un aparador, las caras horrendas del ejercicio del poder o la dominación en todas sus capas y estratos.

Dos de las producciones más destacadas fueron los llamados Congresos de Viena, un formato teatral concebido y dirigido por Rau donde se juzgan casos mediáticos con algunos involucrados reales y otros especialistas a ojos del público.

Congresos de Viena.

El último, al que yo asistí el domingo 15 de junio, trató sobre arte y abuso a partir de los casos de Otto Mühl, uno de los principales exponentes del accionismo vienés, el actor Florian Teichtmeister, figura del Burgtheater, y la banda alemana Rammstein. En el teatro Odeon, unas 200 personas presenciaron las diatribas, argumentos y contraargumentos alrededor de las acusaciones contra Till Lindemann, vocalista de la agrupación.

El último fin de semana del festival, se puso en conferencia teatralizada un montaje a modo de oratorio, El proceso Pelicot, homenaje a Gisèle Pelicot, la mujer francesa cuyo marido la drogaba para que varios hombres la violaran en el domicilio del matrimonio.

El proceso Pellicot.

A las puertas de la iglesia de Santa Isabel, junto al museo Belvedere, se encontraba desplegada una sábana blanca donde se había escrito la consigna de Pelicot: “La vergüenza debe cambiar de bando”. Una actriz sentada en el altar mayor lee, y así desfilarían treinta actores en la lectura tejida a partir de libros, artículos periodísticos, el sumario del juicio, entrevistas y correos electrónicos con periodistas.

La puesta se transmitió en vivo y duró siete horas, desde el anochecer hasta el amanecer, una vorágine orquestada por Rau y la dramaturga francesa Servane Dècle, para pintar en ese lapso toda una era. El teatro como ejercicio crítico del pensamiento. Este montaje se presentará de nuevo el 18 de julio en francés, en el Festival de Aviñón.

Algunos diarios alemanes consideran al Festival de Viena como uno de los santuarios del teatro contemporáneo. Hubo once estrenos mundiales y el festival produjo o coprodujo 19 obras de teatro.

En el Teatro Odeon, construido en 1888, un edificio neoclásico renacentista anclado en el distrito 2 de Viena, se estrenó La vidente, obra de teatro documento de Milo Rau, inspirada en Filoctetes, de Sófocles. En ella, Ursina Lardi hace un monólogo basado en las historias de vida de los fotógrafos de guerra y sus propias experiencias.

El escenario es un descampado, una periferia derruida donde solo hay un neumático, tierra, escombros y restos de basura. Lardi hablará al micrófono y su compañero en video, Hassan Azad, contará las atrocidades de la guerra. Hay un lleno total y la ovación por esta clase magistral de teatro documento es ensordecedora. El actor está presente para los aplausos.

Burgtheater.

En el emblemático Burgtheater (Teatro Nacional de Austria), Rau cimbró en cada una de las funciones del montaje del mismo nombre, drama de la Nobel de Literatura, Elfriede Jelinek. En un escenario giratorio y donde los actores tienen secuencias filmadas en directo, se ponen, en 140 minutos, las piezas de esta obra plagada de escándalos, una sátira sobre los lazos nazis de Austria, narrada por una reconocida familia de actores. Estrenada en 1985 en Bonn, Burgtheater causó acusaciones y problemas a la autora, quien prohibió que se representara de nuevo hasta ahora, cuando Rau la convenció de estrenarla en su tierra, Austria, en el sitio “donde todo duele”.

Tapajós, de Brasil, obra testimonial sobre el río homónimo, uno de los más grandes de ese país y que padece la contaminación por mercurio, conmovió al público del Teatro Kosmos.

Tapajós.

Gabriela Carneiro da Cunha hizo una radiografía de la desolación que viven los pobladores del río. En un escenario a dos frentes, dos mujeres con máscaras antigás y atuendo radioactivo, revelan en tiempo real fotografías de gran formato con rostro de los afectados, al tiempo que se escuchan las voces de protesta de mujeres y los efectos devastadores del mercurio en sus cuerpos.  El público participa en la puesta cuando toma las fotografías y las pone en su rostro, o bien, cuando pasa al escenario llevando una veladora pequeña al final de la obra. Salimos en shock y una de las mujeres del equipo de producción me pregunta si me gustó. No atino a responderle. “Relax, relax”, dice y sonríe. ¡Vaya forma de terminar el día!

Apasionado por los textos rusos, no podía perderme Gaviota, de Guillermo Cacace, obra a partir de la original de Chéjov. Para su presentación en el Teatro Nestroyhof se construyó un espacio íntimo para 75 espectadores provisto únicamente de una mesa con restos de lo que parecería una noche de juerga previa. La puesta del director deja al texto en lo esencial para entender la historia, y cinco actrices al micrófono interpretan a todos los personajes.

Gaviota.

Me reservaron un sitio junto a una de las actrices y en los 90 minutos de obra, fue una delicia la escucha. “Es una apuesta en cada sitio, es como si la obra se estuviera ensayando o leyendo permanentemente por primera vez”, revela el argentino Cacace luego de la primera función, donde nos enfrascamos en una charla en pleno escenario.

Esa tarde, Mariano Pensotti abría una representación más de Una sombra voraz, que se estrenó aquí en su versión alemana. Dos actores muy solventes, Sebastian Klein y Manuel Harder, interpretan a un alpinista y su hijo en un juego de ficción, realidad y autobiografía permanentes. La locura de Pensotti fue que la obra se presentó en 15 lugares diferentes en las afueras de la ciudad. Yo la vi en un castillo, a donde fuimos unas cien personas.

¿Cómo podemos reconciliarnos con la muerte? Esta es una de las preguntas que se hizo el joven director albanés Mario Banushi con Goodbye, Lindita, un teatro de la memoria sin palabras pero altamente simbólico, donde el ritual de la muerte, la purificación de los cuerpos, la cultura de los Balcanes en ese microcosmos, retumbó poderosamente en el Pabellón G del Museo Quartier.

Goodbye Lindita.

Era su primera presentación en Austria y el albanés no decepcionó a nadie. La obra, suerte de ritual performativo, está plagada de imágenes potentes. Una pareja de ancianos que dobla la ropa mientras la televisión parpadea en azul es el arranque para desplegar las diversas caras del duelo y la pérdida, todo solo con el accionar de los cuerpos, sus embates, los llantos, la desnudez al bañarse cada uno, la preparación de la joven hija muerta vuelta santa y la bellísima imagen final de una Madona negra que acoge en su seno a la vieja desvalida.

Banushi conversó al final con el público, aún ensimismado: “No trabajo con actores, son performers y no sé explicar cómo, pero las imágenes van brotando, son recuerdos que tengo de infancia y de mi familia en mi casa (…) yo mismo soy parte de mis montajes como un personaje o alguien más, como quiera llamarse”.

En el mismo Quartier, pero en otro pabellón, el estreno de la coreógrafa belga Miet Warlop había agotado todas sus entradas. Inhale, delirium, exhale, fue, en efecto, una coreografía delirante. Cuatro mil metros de tela de seda, música y unos bailarines, perfomers todoterreno, capaces de manipular y accionar sin descanso esas cantidades de seda y cachemira. Se juega con la energía, el sentido de lo inmenso, la fugacidad, la sincronización perfecta en extremo, así como la fragilidad de unas manos de vidrio que se rompen al inicio de la pieza. Imposible el descanso ante la monumentalidad y el bombardeo de imágenes. Los aplausos, como se imaginará, son fuertes e intensos, igual que la puesta.

Inhale, delirium. exhale.

Muchos artistas más como Tiago Rodrigues (actual director del Festival de Aviñón), el dúo SIGNA, que sentó precedente con el performance duracional El último año, así como Itay Tiran o Lía Rodrigues, presentaron su trabajo entre varios grandes nombres de la escena contemporánea.

El Festival de Viena culminó con una gran fiesta de música e instalación en la Funkhaus, la casa de operaciones del Festival.

Si se consideran cifras, el 93 por ciento de las entradas se habían vendido dos días antes de la clausura y las transmisiones vía streaming alcanzaron los 900 mil visitantes.

La Declaración de Viena, que se publicó en mayo de 2024, rige esta y las demás ediciones futuras del encuentro. “¿Por qué un festival de arte necesita una constitución? Los valores, ideas y reglas que se presentan a continuación han sido parte de los debates durante años. Hoy publicamos la Declaración de Viena para convertir las reglas implícitas en reglas explícitas, los debates ideológicos en decisiones concretas. Solo una base transparente permite la cooperación en igualdad de condiciones.”, dice. Y sigue: “La Declaración de Viena es un paso decisivo hacia el desarrollo del “Festival del Futuro” sobre la base de la misión de política cultural de las Semanas del Festival de Viena como un festival interdisciplinario, productivo e internacional”.

Quizá esta edición sea emblemática por el involucramiento de los ciudadanos, el activismo en su concepción y la forma en que se debaten y organizan los encuentros públicos. ¿Es una obra de arte total en su curaduría, como afirmó Milo Rau? Es difícil decirlo, pero sin duda está muy cerca de serlo. ~


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