Foto: Melirius [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)]

“Three quarks for Muster Gell-Mann!”

El físico que recibió el Nobel en 1969 por sus descubrimientos sobre partículas elementales se topó, en una de las obras literarias menos legibles jamás escrita, con la palabra que desde entonces designa los ladrillos fundamentales de la materia luminosa.
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En la mítica Finnegans Wake de James Joyce (1939) hay un pasaje en el que Porter, dueño de un pub dublinés, toca la campana, levanta un tarro de cerveza negra y propone un brindis a la nutrida concurrencia:

“Three Quarks for Muster Mark!
Sure he hasn´t got much of a bark
And sure any he has it’s all beside the mark…”

Que en una de sus versiones podría leerse:

“¡Por el Siñor Marcos, tres graznidos!
Alguien poco propenso a los ladridos
Uno que sabe aguantar los vahídos…”

La leyenda cuenta que corría el año de 1963 cuando Murray Gell-Mann, en uno de sus paseos por el parque, donde solía disfrutar de sus otras aficiones “serias –la filología, la historia del lenguaje y la literatura– se topó, en una de las obras literarias menos legibles jamás escrita, con la palabra que desde entonces designa los ladrillos fundamentales que constituyen la materia luminosa.

Un sonido, un “kwork”, algo así como el graznido de un pato ante un trozo de queso fresco, había estado rondando en su cabeza tiempo atrás, cuando se enfrentó a uno de los mayores desafíos en la física del siglo XX: poner orden en el centenar de partículas, una más exótica que la otra, que estaban apareciendo en los diversos aceleradores al hacer chocar núcleos atómicos, sin olvidar las que se habían detectado provenientes del cosmos. Para Gell-Mann, por absurdo que parezca, la imagen de un quark (queso fresco en alemán) era como el de un pato haciéndose escuchar por la parvada. Si, en lugar de “señor”, Joyce puso en boca de su personaje “siñor” (muster), ¿por qué él no podía servirse de otra distorsión que sirve al juego final?

Esto lo consiguió dos años antes. Gell-mann era un físico teórico, no experimental, así que ideó un modelo al que llamó “Óctuple sendero”, en referencia al Noble camino óctuple que, de acuerdo a las creencias budistas, es esencial en la práctica de esta forma de vida y conduce al nirvana. Dicho esquema, propuesto por Gell-Mann y Yuval Ne’eman, cada uno por su cuenta, aclaraba el caos entre los hadrones (partículas subatómicas de materia luminosa), por medio de una teoría algebraica, llamada SU(3), que representa y explica la apariencia y vínculos entre tantas partículas inéditas. Ambos descubrieron que, de acuerdo a sus propiedades, por ejemplo, eléctricas y magnéticas, tales entidades subatómicas muestran un patrón regular, basado en múltiplos de 1, 8, 10 o 27 miembros (protones o neutrones). Según esto, discurrió Gell-Mann, las partículas correspondientes a cada múltiplo tendrían que ser variantes de partículas aún más elementales… y pequeñas.

Gell-Mann cuenta cómo se le ocurrió el nombre de los bloques fundamentales de la materia luminosa que salpica el Universo conocido: “Tenía el sonido en la cabeza pero no sabía cómo verbalizarlo. Entonces volví a Joyce”. En una de esas veces que le hincó el diente a la caminata cerebral de Humphrey Chimpden Earwicker, leyó el pasaje donde se hace referencia al graznido de las gaviotas, lo cual lo lleva al ladrido y enseguida al vahído porque el autor quiere seguir rimando, sin importar si distorsiona las palabras escritas en aras de invitarnos (a veces obligándonos) a escuchar lo que la realidad tiene que decirnos. Si en la cabeza de Gell-Mann surgía la onomatopeya “kwork”, nada le impedía rimarla con “quark”.

La obra de Joyce es el primer viaje mental-literario del siglo XX, una fiesta de la invención donde están conjugadas todas las voces y lenguas en un sincretismo nuevo, solitario, celoso y temperamental. Joyce adopta un punto de vista azimutal para trazar su mapa de Dublín. Algo similar hizo Gell-Mann con el propósito de dibujar el mapa del mundo subatómico. Finnegans Wake es intraducible, está escrita en todos los idiomas reales y muchos probables. Su poder de evocación es astronómico y su efecto cuántico. Como quiera que sea, el número tres encajaba perfecto con lo que nos estaba revelando la naturaleza.

En efecto, los protones contienen dos quarks Up y uno Down, mientras que los neutrones están constituidos por dos Down y uno Up. Cabe aclarar que nunca se ha encontrado uno en estado libre. Es pertinente recordar que los nombres dados a los seis quarks conocidos son estrictamente mnemotécnicos y no tienen relación alguna con la palabra que se emplea para referirse a ellos. En el acelerador lineal de Stanford (SLAC) se confirmó en 1968 la existencia de tales entidades mínimas, por lo que Gell-Mann obtuvo el Premio Nobel de Física el año siguiente. Luego de haber desarrollado una brillante carrera en el campus de Pasadena de CalTech, se mudó a Nuevo México, donde fue uno de los fundadores, en 1984, del Instituto de Santa Fe, centro de estudios multidisciplinarios para el estudio de los sistemas complejos, desde un quark hasta un jaguar.

Murray Gell-Mann nació el 15 de septiembre de 1929 en la ciudad de Nueva York y murió en Santa Fe el 24 de mayo de 2019.

 

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escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).


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