Por sus mentiras los conocerá

La serie La vida mentirosa de los adultos, adaptada de la novela de Elena Ferrante, sigue a la taciturna Giovanna en el doloroso pero inevitable paso a la edad adulta.
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“Dos años antes de irse de casa, mi padre le dijo a mi madre que yo era muy fea”. El íncipit, evidentemente, es de clara raigambre garciamarquiana: “Muchos años más tarde, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar la tarde en que su padre lo llevo a conocer el hielo”. Desde esa primera oración, La vida mentirosa de los adultos (Penguin Randomn House, 2020), novena novela escrita por la persona que se esconde bajo el nombre de Elena Ferrante, nos atrapa de inmediato. El seco tono confesional, la develación del inminente desmoronamiento familiar y la imperdonable traición paterna al calificar a la propia hija como fea, todo en no más de una veintena de palabras. Imposible dejar de leer.

Edoardo De Angelis, el creador, adaptador y director de la inevitable adaptación televisiva estrenada el mes pasado en Netflix, La vida mentirosa de los adultos (Italia, 2023), respetó sabiamente el citado íncipit. La adolescente Giovanna (GIordana Marengo) escucha a sus papás, el respetado catedrático e intelectual progresista Andrea Trada (Alessandro Preziosi) y su atractiva esposa traductora Nella (Pina Turco), hablando de cómo su única hija está empezando a ser una decepción. No está teniendo un buen desempeño en la escuela, parece que no le interesa nada y, además, le está empezando a cambiar la cara. De hecho, se está haciendo fea: se está pareciendo a una tal tía Vittoria.

Ubicada, como buena parte de los libros de Ferrante, en Nápoles, La vida mentirosa de los adultos nos presenta a la milenaria ciudad costera partida en dos. En una parte, en las cumbres napolitanas, viven los educados, los que tienen el poder, el dinero y la palabra. En la otra, los laberínticos barrios bajos de la ciudad, están los que no fueron a la universidad, los que sobreviven como pueden día con día, los que nunca han tenido ni tendrán poder. Andrea nació precisamente en estos lugares, pero pudo escalar hacia la cumbre. Atrás quedó un pasado que no quiere recordar ni, mucho menos, volver a habitar, ese lugar donde todavía vive su hermana Vittoria, a la que califica como malvada, perversa y resentida. No importa: Giovanna quiere conocer a esa “tía fea” a la que tanto se parece. “Bellezza”, el primer episodio de los seis que componen la miniserie, termina cuando la curiosa jovencita llega a tocar la puerta del barrio bravo napolitano en donde vive la tía Vittoria y se encuentra con la desafiante mirada de una mujer dura, ruda y hasta vulgar, pero que, encarnada por la reaparecida actriz ítalo-hollywoodense Valeria Golino, difícilmente puede ser considerada fea.

La fealdad de Vittoria es una de las primeras mentiras de sus padres que descubre la capciosa Giovanna. Conocerá otras, mucho más dolorosas, que llevarán al desmoronamiento familiar ya advertido desde la primera línea que escuchamos, mediante la voz en off de la propia Giovanna, en esta notable serie televisiva. En todo caso, ni la novela original ni su adaptación están centradas en la implosión de la familia Trada tras el encuentro de la taciturna Giovanna con la irrefrenable e imprudente Vittoria, sino en el doloroso pero inevitable proceso de maduración de la rebelde jovencita. Cuando la claridosa Vittoria le aconseja a Giovanna que vigile a sus papás, sabe muy bien lo que está haciendo: le pide que esté atenta a lo que hacen, no a lo que dicen. Así descubrirá quiénes son sus papás. No la imagen perfecta que proyectan al mundo y a su propia hija, sino quiénes son de verdad. Parafraseando al evangelio, por sus mentiras los conoceréis.

De Angelis y sus dos coguionistas, Francesco Piccolo y Laura Paulocci, han escrito una fiel adaptación de la novela original, respetando tanto la historia como el desarrollo de todos los personajes claves, sin renunciar a varias aportaciones argumentales, dramáticas y visuales genuinamente cinematográficas. Por ejemplo, el eficaz uso de cierto McGuffin que ya aparecía en la novela –una pulsera que Vittoria dice haberle regalado a Giovanna cuando era niña, hecho que Andrea niega– y que sirve para hilar no solo las distintas historias de todos estos quebrados adultos y su descendencia, sino para revelar las traiciones que terminan contagiando a los demás, pues “los mentirosos consiguen que otros parezcan mentirosos”. O, también, esa extensa secuencia del capítulo quinto (“Amore”), cuando todos los personajes, adultos y adolescentes, se encuentran en una feria popular en la que Andrea y su mancornado amigo traicionado Mariano (Biagio Forestieri), ambos intelectuales de izquierda, discuten públicamente sobre compromiso social y participación política con el muy joven y brillante ideólogo cristiano Roberto (Giovanni Buselli), de quien se ha enamorado en secreto Giovanna. Esta escena, que no se encuentra en la novela original, logra resumir en unos cuantos minutos el complejo subtexto político que sí está en el libro de Ferrante, esa Italia de los años 90 en la que la utopía socialista se ha derrumbado por completo, pero no los problemas que propiciaron su aparición.

En este quinto episodio, que nos deja preparados para el anticlimático pero, valga el oxímoron, emotivo desenlace, hay una secuencia extraordinaria en la que la cámara de Ferran Paredes, en una fluida toma extendida, va siguiendo a todos los personajes (Andrea, Nella, Mariano, Giovanna, Roberto y muchos más) mientras, cada uno por su lado, van caminando por la feria, algunos pensando en el amor que tuvieron hace años o en el que ahora apenas pueden esconder, otros en los sueños que nunca pudieron cumplir, y otros más en las oportunidades a las que todavía esperan acceder. Caminan silenciosamente, de forma melancólica, mientras que la cámara ejecuta un elegante movimiento para descubrirnos una banda de música que entona, de manera vehemente, la famosa canción popular italiana antifascista “Fischia il vento”. Los más viejos reconocen en la apasionada letra militante (“Sopla el viento y brama la tormenta / los zapatos rotos, y aún así debemos marchar / a conquistar la roja primavera / donde sale el  Sol del porvenir”) ese pasado juvenil que los ha llevado a este presente decepcionante, pero no pueden evitar sonreír y hasta levantar el puño izquierdo, acaso recordando no tanto lo que fueron sino lo que pudieron haber sido.

En la secuencia de créditos de cada episodio de La vida mentirosa de los adultos se escucha un epigrama que puede resumir el sentido de la novela de Ferrante y, por supuesto, de esta espléndida serie televisiva italiana: “Cuando eres pequeña, todo te parece grande; cuando eres grande, todo te parece pequeño”. Al final, Giovanna aprenderá a ver el mundo que le rodea, a sus amigos, a sus padres, a todos los adultos, no desde arriba ni desde abajo, sino de frente y directamente a los ojos. Giovanna ha crecido. ~

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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