Los seguidores de Mad Men han esperado la muerte de “alguien importante” a lo largo de la temporada. Sus expectativas por fin han sido satisfechas: Don Draper está muerto. Físicamente continúa en Nueva York, pero en términos espirituales el hombre antes conocido como Richard Whitman es ahora un fantasma. ¿Regresará del infierno?
Episodio 11: “Favors”
1 Los favores son contratos vinculantes. La generosidad es un eufemismo para referirse a una cuenta que será finiquitada en el mediano o largo plazos. No importa la nobleza o emotividad con la que se presente el acto de ayuda, tarde o temprano habrá que pagar el gesto. Es lo que nunca vemos en los comerciales: antes de la salida siempre hay una caja. Siempre.
La cadena de favores enlaza a todos en “Favors”: Draper acepta el dominio laboral de Ted a cambio de que le ayude al hijo de Sylvia y Arnold a evadir el reclutamiento militar (potencial causa de muerte en 1968); Arnold queda endeudado con Don, en desconocimiento de los “favores” que el creativo publicitario le ha hecho a su esposa; Sylvia finiquita sexualmente la deuda con Don, sin saber que el acto se realizó en función de la culpa, y no el deseo; Stan se rehúsa a ayudarle a Peggy, no tanto por estar acompañado, sino a causa de que sabe que su colega no cumplirá con la promesa de corresponderle “como se debe”; la amiga de Sally deja de burlarse de Megan, “la señora Draper”, con la esperanza de que la lleve al set; Megan se conmueve por el favor de Don a los Rosen (“you’re the sweetest man!”); el favor de Bob a Pete, quien no entiende la naturaleza del acto desinteresado, le explota en la cara; finalmente, el favor del portero de corazón frágil y simpatía acartonada, un simple préstamo de llaves, deriva en una tragedia que marcará el rumbo del programa hasta su conclusión, no sin antes apuntalar una de sus tesis centrales: la historia de los padres determina la narrativa de los hijos. Una es reflejo de la otra.
En “Kennedy and Heidi”, el capítulo 18 de la sexta temporada de Los Soprano, Tony se ofende en el velorio de Christopher por el dolor impostado de los asistentes, pues la hipocresía de los demás lo obliga a ser hipócrita también. De otra manera, le sería imposible sobrevivir. La reacción, desde luego, es una especie de autojustificación por haber asesinado a Christopher, a quien “quería como a un hijo”. No obstante, Tony tiene un punto: obrar con corrección es contraproducente, casi suicida, si el resto de las personas actúa en sentido opuesto. La hipocresía genera hipocresía. Toda promesa de cambio radical es inviable sin un consenso social previo. Si no experimentan algo que las estimule a ser diferentes, las nuevas generaciones están condenadas a ser tan “sucias” como las viejas. ¿Cómo esperar que Sally sea una “buena persona” cuando todos a su alrededor se comportan como una basura? Por cierto, “Kennedy and Heidi”, el episodio más sicodélico de Los Soprano, fue escrito por Matthew Weiner.
2 Sally, sabemos desde la quinta temporada, es la “protagonista secreta” de Mad Men. Es a través de su mirada que hemos conocido el lado más patético de los adultos del programa. No sólo el de sus padres, sino el del círculo que los rodea. En “At the Codfish Ball” (T05E07), tras descubrir a Roger Sterling en una sesión de sexo oral con la madre de su madrastra, califica a la ciudad como “sucia” (en “Favors” insiste un par de veces que ella “no vive ahí”). Después de percatarse de la fragilidad falsa con la que se conduce Megan (actriz, a fin de cuentas), la amistad inicial entre las dos se transforma en decepción y sospecha. Ahora, la relación con el único adulto al que parecía respetar se ha hecho pedazos. Sally, como casi muchas niñas de 14 años, sostenía una relación platónica con Don. ¿Era algo más que la sombra del tímido complejo de Electra que aqueja a las adolescentes? “Favors” se regodea en las posibilidades. Veamos:
+ En los minutos iniciales, Sally le dice a su madre en medio de una discusión que Don es la única persona que apoya sus sueños. Sally está orgullosa de su padre (recordemos la forma en que se hincha como pavorreal cuando le preguntan si Don sigue siendo bien parecido en “The Crash”).
+ Más adelante, Sally confiesa que lo único en lo que ha pensado durante todo el día es en las nalgas de Mitchell, su vecino. Julie, su amiga, le señala que lo puede encontrar en el departamento de abajo, que debería escabullirse y reunirse con él. Antes de dormirse, Julie le comenta que ojalá “viviera ahí”, en casa de los Draper, arriba de Mitchell.
+ Cuando entra a hurtadillas al departamento de los Rosen para recuperar la carta que Julie mandó en su nombre, Sally descubre a un hombre en el departamento. No es un pretendiente adolescente, sino Don, quien coge con Sylvia, la madre de Mitchell. ¿Qué es lo primero que ve Sally? Las nalgas de su padre.
Don, -a diferencia de lo sucedido en” The Crash”, cuando admite que los demonios entraron porque dejó la puerta abierta- no se disculpa con su hija. Por el contrario, le miente con torpeza, sin mirarla a los ojos, con la puerta cerrada. Sally ha perdido todo respeto por su padre, su “antiguo amor”. La secuencia es el espejo de la escena de “The Doorway” en la que un Draper adolescente descubre a su madrastra con el tío que los aloja en el burdel. El círculo está completo. De nuevo: las historias de los padres determinan las narrativas de los hijos, irremediablemente.
3 Tras ser sorprendido por Sally, Draper desciende al infierno. La textura de la secuencia –musical, incluso- es totalmente lyncheana, sí, pero también remite al elevador dantesco de Light Sleeper (Schrader, 1992). Como Willem Dafoe en la cinta noventera, Don ha caído en un mundo sin luz. Ya no es un sueño o una alucinación: Don está perdido en “la selva oscura”. Nunca lo habíamos visto así, sin idea de qué hacer o decir, devastado. ¿Es el hombre intoxicado que vemos al terminar el capítulo el Don Draper del mañana? ¿Un muerto en vida? No hay canción en los créditos finales, sólo una vibración ominosa.
4 No todo en “Favors” es oscuridad. Éste es uno de los capítulos más hilarantes de la temporada. Botón de muestra: la culminación del tortuoso “romance” entre Ted Chaough y Don Draper. Obnubilado por la paranoia, Ted percibe cualquier actitud negativa de Draper, a quien admira con intensidad profunda, como un ataque a su liderazgo. “Imagina que cada vez que Ginger Rogers va a aterrizar en los brazos de Fred Astaire, éste la recibe con un golpe”, le dice Ted a Jim. Más que un intercambio entre dos adultos, lo que observamos es la confesión despechada de una quinceañera a una figura de autoridad escolar. Cuando Ted le ayuda a Don a cambio de su lealtad, no estamos frente a un acuerdo de negocios, sino ante un par de novios que firman un contrato prenupcial antes de subirse al altar. Una vez que se “casa” con Draper, Chaough se libera de la presión laboral que le impedía convivir con su familia. Ted está enamorado de Peggy, pero quien lo obsesiona es Don.
5 “A Tale of Two Cities” había adelantado dos aspectos sobre Bob Benson: uno, que es un oportunista impulsado por el “evangelismo” motivacional que caracterizó al management de los setenta y ochenta; dos, que era gay. El elemento sorpresivo del ligue que intenta con Pete no es el lance en sí, sino que Bob lo considere factible. ¿Cómo hizo el cálculo? ¿Un arrebato? Otra duda: ¿por qué Pete tarda tanto en reaccionar? La furia con la que Campbell tira el cereal en el departamento parece esconder algo más que su frustración habitual. Pete se encuentra a años luz de la esperanza de plenitud que por unos instantes le dio el affaire con Beth Dawes en la quinta temporada. Campbell es un hombre de avanzada en diversas esferas (en el trabajo, en la cultura, en las tendencias sociales), pero comprende poco o nada de las personas que lo rodean. Él es su peor enemigo. El buen rato que pasa con Peggy y Ted es casi doloroso; recuerda, por contraste, lo miserable que es el resto del tiempo. ¿Es Bob una oportunidad para conectarse de nuevo con la raza humana? ¿Se puede confiar en Benson? ¿O está aprovechándose de Pete?
6 En “At the Codfish Ball”, Peggy discute con su madre tras comunicarle que ha decidido vivir con Abe en unión libre.
– ¿Quieres que esté sola?
– ¿Sabes lo que solía decir tu tía? Si estás sola, consíguete un gato. Viven 13 años. Una vez pasado ese tiempo, consíguete otro, y otro después de ése. Y ya, eso es todo.
Ojalá Peggy no vuelva a invitar a su mamá al departamento. Sus carcajadas serían insoportables.
Mauricio González Lara (Ciudad de México, 1974). Escribe de negocios en el diario 24 Horas. Autor de Responsabilidad Social Empresarial (Norma, 2008). Su Twitter: @mauroforever.