Foto: Cortesía de Netflix.

Veo un documental de Walter Mercado en tu futuro

Netflix estrena un documental sobre el astrólogo más conocido de Latinoamérica, que hizo de la representación un camino hacia la autenticidad.
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–Escorpio –dice Walter Mercado.

–Ah, picas por atrás –agrega Esteban Arce, intentando hacer un chiste.

–Y pico por el frente –le responde el astrólogo–. Soy como tú: viceversa y versátil.

–¡Noooooo, yo no! –grita el conductor con tono melodramático, mientras el público celebra el comentario.

La escena tuvo lugar en El Calabozo, el popular programa de televisión que, en la década de los noventa, había hecho de la chacota y el escaso presupuesto una seña de identidad. Veinticinco años más tarde hay algo particularmente revelador en el episodio. Mercado ha envejecido mejor que Arce y Van Rankin, cuya supuesta irreverencia pronto dejó al descubierto al par de señores conservadores que en realidad eran. Para nuestro tiempo, Walter Mercado luce más arriesgado, más auténtico, a pesar de la parafernalia, los ademanes exagerados y el pequeño detalle de que por medio siglo se dedicó a decirle a la gente qué le deparaban las estrellas.   

Resulta incómodo escribir “autenticidad” cuando se habla del astrólogo más conocido de Latinoamérica: artificioso y verosímil a la vez, reacio a abrir su intimidad y al mismo tiempo enamorado de las cámaras. Mucho, mucho amorel documental de Cristina Costantini y Kareem Tabsch que se estrena el 8 de julio en Netflix– perfila apenas el lado humano de su biografiado, esto es: no insiste en aquellos rasgos que escapan de su control, pero hace algo no menos interesante: explora las complejidades del disfraz que portó durante cinco décadas. Por momentos, los directores siguen al pie de la letra las convenciones de la hagiografía (el descubrimiento de la vocación, el ascenso, la caída, la redención, la muerte), pero en su recorrido tocan suficientes aspectos controvertidos (lo que podríamos llamar “la mano invisible de Mercado”: la batalla legal por el uso de su nombre y el negocio millonario detrás de su línea de psíquicos) que de algún modo atemperan el tono celebratorio.

“Tiene un rostro retocado que desafía géneros y hasta las edades. Y su cabello es un híbrido entre un muy buen cabello de un hombre de la década de los setenta y un muy buen cabello de tu abuela glamurosa”, dice la performancera Mireya Lucio. Mucho, mucho amor sigue esa línea: acumulando elementos, no siempre armoniosos entre sí, pero que convergen en el astrólogo sin pretender definirlo. No era el hombre afeminado que vendían las parodias sino alguien a quien el género y la sexualidad habían dejado de importarle (“No necesito a una persona, tengo sexo con la vida”, asegura mientras la cámara enfoca la foto de Oscar Wilde que tenía en su casa). Mercado se desplazaba bien en esa zona de indeterminación, en la que ni siquiera había claridad sobre el año en que había nacido (según el obituario del New York Times, pudo haber sucedido en 1931, Tabsch jura haber visto un documento oficial que dice 1932, para su familia simplemente “no tenía edad”; quizás lo único seguro es que era Piscis).

Sobre su vocación, contaba dos mitos de origen: en su infancia en Ponce (Puerto Rico), resucitó un pájaro en el jardín, una vecina suya presenció el milagro y dio cuenta, entre la comunidad, del don que tenía aquel pequeño. Más tarde, a los treinta y tantos, en su etapa de actor y bailarín, asistió con atuendos de príncipe hindú a un popular programa de televisión para promocionar una obra de teatro en la que participaba. El conductor le pidió que mejor hablara de los signos del zodiaco, un tema que parecía apasionarle. Mercado improvisó un soliloquio de manera tan convincente que el director del canal le ofreció un espacio. (Que ambas iniciaciones necesitaran de testigos solo corrobora que su vocación requería siempre de espectadores).

Las aptitudes histriónicas en las que el documental insiste una y otra vez salvan al personaje de los cargos de charlatanería, que con cierta facilidad pudieron haberse hecho. En tomas de sus últimos meses, se le ve recorriendo el teatro La Perla de su ciudad natal con el mismo sentimiento de nostalgia con que lo haría una leyenda de la actuación. Sentado en un escenario vacío recita versos de Lorca y rememora con cariño los montajes de Sueño de una noche de verano y La sílfide, cuyas historias examinan las fronteras borrosas entre la realidad y la fantasía, un territorio que Mercado asumió como propio.

Acaso el mayor acierto de Mucho, mucho amor sea su interés por aquello que Mercado ha significado para millones de personas. No solo “el motivador profesional que usaba la astrología” (como dijo su antiguo representante y defraudador, Bill Bakula), sino el personaje unificador de la comunidad latina en Estados Unidos. Era, además, un símbolo queer  (Karlo Karlo: “Desafió tantas convenciones sociales que fue más allá de salir del clóset”) y un millennial de su tiempo (Curly Velásquez: “Imaginen un joven de veinte años que dijera: Les leeré el horóscopo, soy no binario y asexual. Sería famoso en Instagram”). Hizo de la representación un camino hacia la autenticidad. Y los miles de memes con su imagen que usa la gente demasiado joven para haberlo visto en televisión, quizás anuncian algún tipo de inmortalidad.

Algo típico de los Piscis.

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es músico y escritor. Es editor responsable de Letras Libres (México). Este año, Turner pondrá en circulación Calla y escucha. Ensayos sobre música: de Bach a los Beatles.


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