Coronavirus: Richard Rorty y la tentaciĆ³n mesiĆ”nica

Hay quienes defienden que deberĆ­amos aprovechar la crisis del coronavirus para enmendar nuestros errores y caminar hacia la redenciĆ³n.
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Carmen Lomana publicaba hace poco un vĆ­deo en el que desbarraba durante dos minutos acerca del virus, y de cĆ³mo a lo mejor supone el castigo de una madre tierra que se ha cansado de nuestro maltrato y ha dicho ā€œahora os voy a matar yo a vosotrosā€. No me preocupa mucho la cosmovisiĆ³n de Carmen Lomana, pero me remito a sus palabras porque son el ejemplo extremo de una idea de que se repite bastante en diferentes formas: la de que la pandemia nos va a ayudar a escarmentar.

SegĆŗn esto, llevamos tiempo yendo por el mal camino, nuestro modelo de sociedad no funciona. Ha hecho falta una epidemia de proporciones mundiales para infundirnos el miedo que necesitĆ”bamos para darnos cuenta. Debemos aprovecharnos de ello y cambiar el rumbo.

No hace falta remitirse a castigos divinos para encontrar este argumento. Se puede localizar detrĆ”s del activismo del ā€œespero que reflexionemosā€, del ā€œno hay mal que por bien no vengaā€. Pienso, por ejemplo, en esa viƱeta del dibujante Miguel Brieva, con su propuesta de compartir cuidados, de concienciarnos de nuestro potencial empĆ”tico y experimentar el decrecimiento, que se ha difundido bajo el lema de recuperar nuestra humanidad.

Me resisto a creer que vernos en esta situaciĆ³n sea el precio a pagar por sacar algunas cosas en claro, o que las condiciones catastrĆ³ficas nos abran los ojos a lo que mĆ”s nos conviene. En primer lugar, porque me niego a jugar a la ejemplarizaciĆ³n y a la utopĆ­a con la pandemia, cuya gestiĆ³n no deberĆ­a consistir mĆ”s que en medidas extraordinarias orientadas a salvar vidas.

En segundo, porque aunque opine que el ā€œecologismoā€ de Lomana o la defensa de lo pĆŗblico de Brieva son valores positivos, me parece que el argumento de ā€œaprender la lecciĆ³nā€ da por hecho que hay una lecciĆ³n que aprender, y que hay que perseguir estos valores porque son ā€œlosā€ valores. Es un finalismo que se lleva por delante la evaluaciĆ³n de los problemas concretos que requieren soluciones y no voluntarismo.

Coincide que estos dĆ­as he estado leyendo unas lecciones que Richard Rorty impartiĆ³ en la Universidad de Girona en los noventa ā€“publicadas bajo el tĆ­tulo de ā€œEl pragmatismo, una versiĆ³nā€ā€“, y que me dan, mejor de lo que yo puedo expresar, los argumentos en contra de esta manera de pensar. El objetivo de las charlas es ofrecer un vistazo a lo que supondrĆ­a una cultura completamente secularizada que ha abandonado socialmente cualquier consideraciĆ³n finalista o mesiĆ”nica, y que ha relegado la bĆŗsqueda del ideal de verdad al Ć”mbito privado.

Rorty propone una visiĆ³n antiautoritaria del consenso en la que aboga por ā€œla sustituciĆ³n de la objetividad (donde, por objetividad se entiende una relaciĆ³n privilegiada con un ser no humano como Dios, la Realidad o la Verdad) por la idea de intersubjetividad en forma de consenso libreā€.

Algo bĆ”sico que, sin embargo, tiene que pasar por el esfuerzo intelectual de reemplazar las teorĆ­as Ćŗnicas sobre el funcionamiento de las cosas con teorĆ­as eficientes creadas a partir de los datos disponibles; por convertir las obligaciones morales universales en valores como lo ā€œprudenteā€ o lo ā€œconvenienteā€; por desterrar cualquier intento de fundamentar la justicia en la idea de pecado o la traiciĆ³n a un Bien absoluto.

Los apuntes de Rorty son pertinentes hoy. La emergencia, si debe hacer algo, es llevarnos a todos mĆ”s lejos en la prudencia y la eficiencia. Ver el mundo en tĆ©rminos de blancos y negros no es nada Ćŗtil en estas circunstancias; entre otros motivos, porque podemos empeƱarnos en hacer de una catĆ”strofe natural un designio histĆ³rico mediante el que, si sabemos extraer la moraleja, recuperar el camino correcto.

Al pretender que el nuevo orden futuro se nos revele en condiciones de excepcionalidad, arrastramos una concepciĆ³n Ć©pica de la polĆ­tica y la humanidad, que se funda mĆ”s en concepciones personales sobre lo Bueno que en necesidades reales. Algo que este ā€œreflexionemosā€ suele pasar por alto.

Hay otra expresiĆ³n que tambiĆ©n estĆ” circulando bastante, esto de ā€œromantizarā€ (sic) o idealizar la cuarentena, que bajo mi impresiĆ³n se basa en la misma idea. Aunque creo que estĆ” orientada a criticar a los ricos y famosos que tienen el gimnasio del tamaƱo de mi piso y pueden dedicar este tiempo a alinear sus chakras, lo he visto hacer extensivo a todo aquel que tiene la posibilidad de teletrabajar o que no va a sufrir un ERTE.

A su modo, es otra vez la idea de pecado ā€“de no estar pasĆ”ndolo lo suficientemente mal, de vivir ignorando la dura realidadā€“, que viene acompaƱado de la necesidad de expiaciĆ³n (con buenas dosis de ideologĆ­a). QuerrĆ­a, a la luz de lo anterior, darle un sentido distinto a la frase: idealizar la cuarentena es reducir el funcionamiento de nuestra sociedad a valores correctos e incorrectos, a ideas bonitas sobre el buen desempeƱo de la vida en comĆŗn; es pensar que estamos lejos de cumplir estas ideas, y de que solo podemos volver al camino escarmentando; es proponer que, ya que estamos atravesando una crisis, deberĆ­amos aprovecharla para enmendar nuestros errores y caminar hacia la redenciĆ³n.

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Manuel Pacheco (Villanueva de los infantes, Ciudad Real, 1990) es mĆŗsico y filĆ³logo. Es autor de 'Las mejores condiciones' (Caballo de Troya, 2022).


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