Ilustración: Hugo González

Cultura condensada

Una mirada semanal a las noticias y debates que involucran a la cultura en sus distintas expresiones.
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Orgullosos de ser indios con ojos azules

La marca de cerveza Indio lanzó una campaña publicitaria en contra de la discriminación llamada “Orgullosamente Indio”. Lejos de lograr su objetivo, las imágenes y el uso de la frase generaron controversia por reforzar estereotipos negativos dentro de la sociedad mexicana.

Según el Diccionario del español en México, la palabra “indio” tiene diferentes acepciones. Puede referirse a alguien que desciende de los pueblos originarios de América o a una persona proveniente de la India. Pero en sentido peyorativo suele emplearse para describir a alguien “ignorante o incivilizado”. En este caso, suele ir acompañada por el insulto “pinche”, el cual se usa para calificar lo despreciable o lo que es de muy mala calidad.

La idea detrás de la campaña era que una serie de voluntarios se tomaran una fotografía usando una playera blanca donde se leía “Pinche Orgullosamente Indio”, para luego compartirla en sus redes con mensajes en contra de la discriminación. Durante la tarde del martes, los embajadores compartieron sus fotografías, pero los usuarios de redes sociales señalaron que en ellas no estaba representada la población indígena.

En entrevista, Gisselle Villarreal, ejecutiva de la marca, defendió el objetivo de la campaña, que era “concientizar, regresarle el orgullo a la palabra indio, […] y generar esta conciencia hacia los mexicanos de cómo entre nosotros no discriminamos”, y explicó que, ante el modo en que había sido percibida en las redes, se había tomado la decisión de suspenderla. Añadió que trabajarán con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación para mostrar la diversidad del país y no incurrir en prácticas discriminatorias.

El debate en torno a esta campaña coincidió con el estreno de Made in Mexico, un reality show que exhibe la vida de jóvenes pertenecientes a la clase alta mexicana. Los personajes son principalmente rubios, de tez blanca y ojos claros. Al inicio del programa, Kitzia Mitre aclara que, aunque no tiene rasgos indígenas, es descendiente de Moctezuma Ilhuicamina, y cuenta que se realizó una prueba de ADN que reveló que es menos de 3% irlandesa, por lo que es verdaderamente mexicana, a pesar de que constantemente le pregunten su nacionalidad. Otra participante, Chantal Trujillo, una blogger estadounidense, afirma en su primera intervención que “ser rubia, de ojos azules y vivir en la ciudad es algo malo”, aunque en ese primer episodio no queda claro de qué manera sufre discriminación o rechazo. En una entrevista, Hanna Jaff, otra de las protagonistas, expresó su molestia por la polémica que ha generado la falta de representación: “La gente generaliza a los mexicanos como morenos, pero no es así. No puedes generalizar el color de piel en México. Todos son diferentes. No somos del mismo color”. Lo cierto es que el primer episodio del reality no muestra a personas de tez morena, salvo por las trabajadoras domésticas cuya participación se limita a aceptar órdenes, servir la cena, abrir las puertas y preguntar si se necesita algo más. La apuesta del programa es retirar el velo que cubre las vidas de los socialités mexicanos y mostrar los problemas a los que se enfrentan. Lo que en realidad expone es la visión que tienen sobre sí mismos: fresas, fiesteros, exitosos, pero inconscientes de sus privilegios.

Estas campañas y programas ponen en evidencia la imagen incompleta que tienen sus creadores sobre quiénes integran a la sociedad mexicana. La Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017 reveló que 53.2% de la población mayor a 18 años ha sufrido discriminación por su apariencia, es decir, por su tono de piel, forma de vestir y peso. El sector más afectado es el indígena, pues el 40.3% de los encuestados ha sido víctima de discriminación en servicios médicos, en la calle, en el transporte público y en su propia familia. La falta de representación en medios sigue siendo un problema que normaliza la invisibilización de los indígenas.

 

Adiós a Charles Aznavour, el maestro de la chanson moderna

La chanson es el género musical en lengua francesa más conocido. En la segunda mitad del siglo XX vivió un momento dorado gracias a las voces de Édith Piaf, Serge Gainsbourg, Charles Trenet y Charles Aznavour, quien murió este lunes.

De padres armenios, Aznavour nació en París en 1924. Inició su carrera a los once años, pero se hizo famoso después de componer temas para Édith Piaf. Además de ser cantante y compositor, actuó en diferentes películas, entre ellas Disparen sobre el pianista, de François Truffaut.

En una carrera que abarcó ocho décadas, lanzó más de 1,200 temas en ocho idiomas y cerca de 300 discos. Es considerado por muchos el Frank Sinatra francés, aunque además de su trayectoria artística, fue un activista que luchó por el reconocimiento de las víctimas del genocidio armenio y del holocausto.

La mayoría de sus canciones estaban inspiradas en su vida amorosa. Entre las más famosas están “She/Tous les visages de l’amour”, la cual se mantuvo en el primer lugar de las listas de éxitos en el Reino Unido por cuatro semanas, y “Après l’amour”, que durante años fue censurada por su temática sexual.

Pero también escribió sobre la violencia que se vivía en las calles, la nostalgia por la juventud y la marginación. En “Comme ils disent” narra la historia de un hombre homosexual que por las noches se viste de mujer en un cabaret para olvidar la soledad en que vive. La canción fue censurada en Francia y Canadá. Su interpretación más memorable es “La bohème”, donde cuenta la vida del barrio de Montmatre en los tiempos de Toulouse-Lautrec. Al interpretarla, Aznavour jugaba con un pañuelo, imitando los gestos de un pintor.

En su memoria, la Torre Eiffel se iluminó de color dorado y varias imágenes suyas se proyectaron en una pantalla gigante mientras se escuchaban sus canciones. Sobre su partida tuiteó Emmanuel Macron, en francés y armenio: “Profundamente francés, conectado a sus raíces armenias y reconocido en todo el mundo, Charles Aznavour habrá acompañado las alegrías y las tristezas de tres generaciones. Sus obras maestras, su sello, su resplandor único lo sobrevivirán durante mucho tiempo”.

 

¿Importan los beneficios de la lectura para promoverla?

En 2014, el Consejo de la Comunicación lanzó la campaña de promoción a la lectura “Lo que importa está en tu cabeza” para invitar a los mexicanos a leer 20 minutos diarios con frases como “Unos lentes te hacen ver mejor, leer te da otro punto de vista” o “La vida está llena de obstáculos, leer te ayuda a superarlos”. Dos años después, algunas instituciones pediátricas se sumaron a estas buenas intenciones y crearon “Leer para estar bien”, una campaña que invitaba a los pediatras a recetar libros al término de sus consultas, bajo el lema “No hay mejor medicina que un buen libro”. Esto podría ser más que una metáfora fácil.

Un estudio de la Universidad de Yale demostró la relación que tiene la lectura con la longevidad y la calidad de vida. Becca R. Levy y su grupo de investigadores preguntaron a 3,635 personas mayores a 50 años sobre sus hábitos de lectura. Los participantes fueron divididos en tres grupos: no lectores, personas que leen menos de 3.5 horas a la semana y personas que leen más de 3.5 horas a la semana. Los siguieron durante 12 años y descubrieron que quienes dedicaron más tiempo a la lectura vivieron hasta 23 meses más que quienes no leían nada.

Aunque otros estudios habían demostrado los efectos de la lectura en las facultades cognitivas, este es el primero que revela que el material de lectura sí impacta en su desarrollo. La supervivencia de los lectores de ficción aumentó en comparación con quienes solamente leían periódicos y revistas. Para los investigadores esto se debe al nivel de profundidad de las conexiones neuronales: mientras que al leer una nota periodística solamente se obtiene información, las novelas requieren mayor concentración y un vínculo emocional. Así, los aficionados a la ficción trasladan los contextos de las historias a su realidad y son capaces de mejorar su inteligencia emocional, lo que reduce sus niveles de estrés y ansiedad, relacionados con enfermedades cardiovasculares que pueden provocar la muerte.

Así pues, los beneficios de la lectura son múltiples, pero las campañas no han sabido comunicarlos: se quedan en un lugar común y no profundizan en el impacto que la lectura tiene a nivel neuronal, aspecto que podría ser más interesante para los potenciales lectores. Si los pediatras en vez de recetar libros, como si estos se trataran de suplementos o medicinas, explicaran los procesos que ocurren en el cerebro al leer, o si los promotores de lectura estuvieran más involucrados en incentivar conexiones significativas entre los lectores y los libros, en vez de leer las mismas historias, los descubrimientos de los estudios se harían presentes. Esta información es útil para no caer en la generalidad de que “leer te hace bien” y preguntarnos: ¿cómo?, ¿por qué? y ¿para qué? Como escribió Jorge Téllez en este sitio: “si en tu campaña se puede reemplazar la palabra “lectura” por, digamos, “zanahorias”, “apio”, o “verduras en general” y la frase sigue teniendo sentido (y más aún: si la frase tiene incluso mucho más sentido), entonces no tienes ni idea de nada, salvo quizá de alimentación”.

 

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