Foto: Anton Nosik [CC BY 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by/3.0)]

Dar pecho es un derecho

La imposibilidad de amamantar en público relega a las mujeres que deciden hacerlo al ámbito doméstico y hace imposible el ejercicio del derecho a la lactancia. A pesar de ello, la lactancia sigue siendo un tabú.
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La semana pasada, la actriz Aislinn Derbez publicó en Instagram una fotografía en la que aparece amamantando a su hijita Kailani. Sentada a su lado estaba su sobrina Aitana, de unos 4 o 5 años, que imita el gesto a modo de juego. La foto provocó reacciones de alarma porque estaba “despertando la mente a las niñas” y, de algún modo que todavía no alcanzo a entender, “provocando embarazos en menores de edad”. Otras voces la defendieron bajo el argumento de que es un juego natural por el que pasan algunas niñas. Al margen de estos debates –que son complejos–, es un hecho que amamantar en lugares públicos o mostrarlo en fotografías es tema tabú.

La foto de Derbez, que no es la primera que genera reacciones adversas y seguramente no será la última, fue publicada en el marco de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unicef con el fin de fomentar esta práctica. Se celebra siempre del 1 al 7 de agosto, cuando se cumple el aniversario de la Declaración de Innocenti, que contiene una serie de postulados que buscan fomentar la lactancia materna. Cada año, la Alianza Mundial pro Lactancia Materna (WABA por sus siglas en inglés) se encarga de elegir un lema: el de 2019 fue “Empoderémonos, hagamos posible la lactancia”.

Acciones como éstas son fundamentales en un contexto en que los escándalos por mujeres que deciden dar pecho en público, haya o no fotografía de por medio, son el pan nuestro de cada día, llegando al extremo de recibir agresiones directas. Ante casos como éstos, se han establecido leyes alrededor del mundo. En la Ciudad de México, la Asamblea Legislativa aprobó reformas a la Ley de Cultura Cívica y el Código Penal para sancionar a quien discrimine o intimide a una mujer por amamantar en la vía pública. Siguiendo este mismo impulso, algunas empresas e instituciones públicas han habilitado lactarios dentro de sus instalaciones: espacios que cuentan con sillones y refrigerador para conservar frescos los frascos de leche, con el fin de permitir a las madres extraerse leche en condiciones privadas, cómodas y seguras (incluyendo, por supuesto, el tiempo necesario para hacer la extracción).

Que cada mujer pueda decidir cuándo, dónde y durante cuánto tiempo quiere amamantar se ha convertido en una de las luchas principales del movimiento feminista entendido en un sentido amplio. En nuestra cultura patriarcal, los pechos de las mujeres han sido reducidos a fuente de placer masculino, haciendo que las madres lactantes sean consideradas impúdicas por ejercer su derecho a la vista de todos. Ante esto, muchos pierden de vista que amamantar en público es una condición sin la cual el derecho a la lactancia no puede ejercerse, ya que la imposibilidad de hacerlo relega a las mujeres que deciden lactar –y que están en posibilidad de hacerlo– al ámbito doméstico, limitando radicalmente sus actividades en la esfera pública.

El verdadero escándalo no es que una mujer amamante en público o publique una foto en la que se muestre haciéndolo, sino que haya miles de mujeres que no cuentan con las condiciones necesarias –en todos los niveles– para ejercer libremente una de las formas más eficaces de asegurar la salud y la supervivencia de los niños (según la OMS, la lactancia en los primeros seis meses de vida es fundamental para prevenir enfermedades, sin embargo actualmente sólo un 40% de los lactantes menores de esa edad reciben leche materna como alimentación exclusiva). A pesar de que las virtudes de la leche materna, tanto para el bebé como para la madre, están bien documentadas, amamantar sigue siendo una actividad invisibilizada, como tantas otras relacionadas con el cuidado que normalmente llevan a cabo las mujeres sin remuneración de por medio.

“Hay una razón práctica para dar la teta en el espacio público”, dice la escritora y activista española Esther Vivas, “porque un bebé no sabe de horarios, pero también hay motivos políticos, ya que las dificultades para hacerlo impiden su normalización y vulneran el derecho a dar y recibir el pecho”. Ante este acto político, es importante tener en mente que la lactancia no es un asunto de estilo de vida, sino de salud pública, y que por lo tanto proteger ese derecho es deber de todos.

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(Ciudad de México, 1984). Estudió Ciencia Política en el ITAM y Filosofía en la New School for Social Research, en Nueva York. Es cofundadora de Ediciones Antílope y autora de los libros Las noches son así (Broken English, 2018), Alberca vacía (Argonáutica, 2019) y Una ballena es un país (Almadía, 2019).


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