El 21 de febrero de 1952 los estudiantes de la Universidad de Daca y otros activistas políticos salieron a la calle para reclamar, entre otros derechos, el reconocimiento oficial de la lengua materna de la población local (el bengalí). Lamentablemente, la reacción del Estado fue contundente y en aquella jornada perdieron la vida cuatro estudiantes. No obstante, la reivindicación no murió con ellos y cuatro años después el gobierno hizo oficial la lengua bengalí. Desde 1999 se utiliza esta efeméride para celebrar el Día Internacional de la Lengua Materna. Pero ¿cómo es posible que unos jóvenes estuvieran dispuestos a poner en riesgo su vida por defender su variedad lingüística?
Si os estáis haciendo esta pregunta es muy posible que, como yo, hayáis sido agraciados por la lotería del nacimiento y vuestra lengua materna sea una lengua prestigiosa, presente en todos los órdenes de la vida cotidiana. Probablemente, la lengua en la que os hablaban vuestros abuelos sea la misma con la que os educasteis formalmente en la escuela, con la que alegáis en los juicios y en la que explicáis los síntomas al médico de urgencia. Cuando esta feliz coincidencia sucede, uno no se plantea qué les ocurre a los otros, los que tienen que escuchar que su forma de hablar en casa no es digna de derechos y de prestigio social.
Dos son los factores que hacen especialmente injusta esta diferencia entre unos hablantes y otros. El primero es su arbitrariedad. Intentarán engañaros diciendo que unas variedades son mejores (técnicamente) que otras, pero es falso. Los factores que deciden el (des)prestigio son siempre extralingüísticos: los que tienen más poder, más dinero y más estatus social imponen su variedad lingüística al resto. El segundo es la enorme importancia que para los humanos tiene la lengua materna. Como ya hablamos de ello en una ocasión anterior no me extenderé, pero recordad que la lengua materna configuró en nuestra infancia quiénes somos.
El asunto no es baladí. Si no me creéis, dad una vuelta por los territorios en los que los hablantes han asumido que su forma de hablar familiar es vergonzante. Id, además, sabiendo que desde un punto de vista científico no hay nada que haga que su variedad se pueda considerar inferior a otras. Si tenéis empatía, entenderéis entonces de qué estoy hablando. Una vez que hemos localizado el problema, la solución es obvia: debemos asegurar a todos los seres humanos sus derechos lingüísticos. Es la única solución decente porque la otra (hacer desaparecer las variedades lingüísticas desprestigiadas) no es ni ético ni factible. Por mucho que algunos hablantes renuncien a las variedades lingüísticas de sus antepasados, otras variedades surgirán. Haciendo desaparecer las variantes actuales podemos influir en qué humanos serán (des)prestigiados lingüísticamente, pero la situación de (des)prestigio de unos sobre otros continuará igual.
La única solución decente, repito, implica conocer la realidad lingüística de los territorios y promover el respeto y los derechos de los hablantes. Es por esto que me alegra tanto que la Academia Aragonesa de la Lengua sea por fin una realidad en mi comunidad. El pasado 1 de Octubre se celebró su primera sesión ordinaria, en la que, entre otros asuntos, se eligió a los miembros de su Junta de Gobierno. No tengo ninguna duda de que los 15 académicos que forman esta institución, con Javier Giralt (profesor de la Universidad de Zaragoza) como presidente, van a trabajar de forma eficiente y desinteresada para proteger a los hablantes. Les sobra formación, ilusión y coraje para ello. Soy consciente también de las dificultades con las que se encontrarán. No obstante, estoy segura de que, a medida que vayan avanzando en su labor, el ruido irá desapareciendo. Somos muchos los que estamos dispuestos a ayudar a crear un clima de confianza, respeto y normalidad.
Perdonadme que os haya hablado hoy de un asunto local, que me alcanza de cerca, pero en el fondo no olvidemos que responde a una necesidad universal. Ojalá haya cada vez más gente que se dedique específicamente a conocer y tratar de resolver los problemas por los que pasan los hablantes de lenguas minorizadas. Feliz Día de la Lengua Materna a todos.
Mamen Horno (Madrid, 1973) es profesora de lingüística en la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo de investigación de referencia de la DGA
Psylex. En 2024 ha publicado el ensayo "Un cerebro lleno de palabras. Descubre cómo influye tu diccionario mental en lo que piensas y sientes" (Plataforma Editorial).