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Visiones desde la cuarentena: Guadalajara

Las calles tapatรญas tienen algo de fiesta, de ambiente de pueblo. Hoy nadie las recorre. Esta serie reรบne misivas que retratan la cuarentena mรกs extensa de la historia desde diversas ciudades del planeta.
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Guadalajara, una muchacha ultrajada

Dicen que el curso de la historia se altera cuando ocurre un evento insรณlito o catastrรณfico. No es cierto, pues la historia es asรญ: corre sinuosamente en todas direcciones, hacia adelante y hacia atrรกs, a veces lerda y a veces como alma que lleva el diablo. La pandemia que atemoriza al mundo ya ha visto ediciones semejantes a lo largo de los siglos, posiblemente desde que los primeros clanes salieron del รfrica profunda y emprendieron el largo camino hacia la globalizaciรณn.

La peste antonina, la plaga de Justiniano, la viruela japonesa, la peste negra, el cocoliztli โ€”que acabรณ con millones de conquistadosโ€”, la gripe espaรฑola, y la rusa, y la asiรกtica, el cรณlera, el sida, el รฉbola, el MERS, el SARS… y las que acechan sigilosamente en alguna parte del planeta. Podrรญamos hablar tambiรฉn de revoluciones, guerras mundiales, masacres y toda suerte de catรกstrofes naturales. La historia siempre es cruel, iracunda, impetuosa… es su esencia, y sin embargo, quรฉ impredecible: siempre nos agarra desprevenidos.

He pensado en esto en mis dรญas de encierro, entre las clases en lรญnea que doy por primera vez en mi vida y el trabajo de correcciรณn y ediciรณn que habitualmente hago en casa, cuando no me da por irme a un cafรฉ. Los dos cafรฉs que estรกn a cien metros de mi casa estรกn abiertos, pero vacรญos.

Si algo podrรญa distinguir al coronavirus de nuestra era es que no solamente estรก causando enormes daรฑos a la salud de cientos de miles de personas, sino a la economรญa mundial, lo que nos llevarรก aรฑos de recuperaciรณn โ€”no se diga en un paรญs violento y dividido, donde el presidente se solaza golpeando la economรญa y las instituciones cada vez que tiene oportunidad.

Aunque la epidemia de mazatlรกhuatl de 1737 al parecer no llegรณ a Guadalajara, sรญ alcanzรณ a causar estragos en sus cercanรญas, como Chapala, Sayula y San Juan de los Lagos. En la Nueva Espaรฑa murieron miles despuรฉs de sufrir fiebres intensas, sangrados por la boca y los oรญdos, disenterรญa aguda y pรบstulas malolientes. Epidemias de tifo (del griego typhus: estupor), viruela y sarampiรณn diezmaron a la poblaciรณn nativa de los vastos territorios ganados para la Corona espaรฑola. La capital de la Nueva Galicia no fue la excepciรณn, pues durante y despuรฉs de la colonia fue atacada por epidemias de tifo, sarampiรณn, viruela y cรณlera morbus; entre 1800 y 1851 hubo ocho epidemias. En 1830, cuando Guadalajara tenรญa una poblaciรณn de apenas 29 mil habitantes, la viruela matรณ a dos mil tapatรญos.

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A Guadalajara venรญa con frecuencia desde aquella vez en 1986 cuando Rogelio Flores, director entonces de la Galerรญa Magritte y activo agitador de la vida cultural desde su existencialista guarida en el vetusto cine Roxy, invitรณ a un grupo de periodistas al concierto electrรณnicoโ€“digital de los alemanes Plank y Moebius en uno de los sobrios salones del Hospicio Cabaรฑas. ร‰l me presentรณ a Jis y a Trino, a Paco Navarrete, a Julio Haro y a una plรฉyade de personalidades que sacaban chispas entre la Guadalajara intelectual, artรญstica y musical de aquellos aรฑos. Yo venรญa con mi revista La Regla Rota bajo el brazo y ellos producรญan Galimatรญas y delirantes programas para la radio universitaria: nunca he vuelto a escuchar nada como las desternillantes Gรกrgaras o el genial desmadre de El Festรญn de los Marranos y la Banda de los Zombis de Sahuayo. Desde entonces Guadalajara fue siempre uno de mis destinos predilectos. Mientras algunos mรบsicos, poetas y pintores desertaban de esta ciudad aletargada โ€”decรญanโ€” y encontraban acomodo en la Ciudad de Mรฉxico โ€”aunque algunos no tardaron en huir de ahรญ para buscarse mejores horizontes en Londres o Parรญsโ€”, yo deseaba afincarme en alguna casona del barrio de Santa Tere y tomar cerveza helada en el patio central, leyendo gruesas novelas y escuchando rock o nostรกlgicas tonadas brasileรฑas.

โ€œEn Guadalajara fueโ€, dice la canciรณn de El Personal, โ€œdonde yo me enamorรฉ…โ€ Bien, รฉsta es la razรณn por la cual decidรญ rentar un luminoso estudio en un barrio soleado y amable, cerca de mi novia tapatรญa y lejos de una megaurbe cada vez mรกs imposible. (โ€œRecuerda que por una tapatรญa los griegos sitiaron Troya durante diez aรฑosโ€, me dijo antes de partir mi sabio amigo Eusebio Ruvalcaba, tapatรญo en el exilio รฉl mismo hasta su muerte.)

No es que aquรญ no haya problemas: los hay, muy graves. El del abastecimiento de agua, el desempleo, el transporte, el hacinamiento y la insalubridad: agravados todos por las proverbiales ineptitud y mezquindad de los polรญticos en turno. Me indignรฉ con la crueldad de la policรญa contra los manifestantes โ€”y gente inocenteโ€” durante la Cumbre de Guadalajara de 2004, y aรฑos antes me habรญa sobrecogido ante el espanto causado por las explosiones de aquel triste 22 de abril de 1992; la contaminaciรณn el rรญo Santiago es una catรกstrofe ambiental: es el mรกs contaminado de Mรฉxico, recibe descargas de mรกs de 300 industrias del corredor industrial Ocotlรกnโ€“El Salto. Los incendios del bosque de la Primavera son una constante en las noticias locales.

A veces pienso que Guadalajara es como una muchacha hermosa y lozana โ€”ingenua y rebeldeโ€” a la que sus brutos padres golpean, violan y mutilan asegurรกndole que es โ€œpor su bienโ€. โ€œTan lindas que son las tapatรญas y tan mal que las tratamosโ€, me dice mi amigo Renรฉ Gonzรกlez, acaso el lector mรกs fervoroso de Borges que hay en esta regiรณn.

El recuento de las calamidades que han sufrido Jalisco y su otrora provinciana capital llenarรญa las pรกginas de una enciclopรฉdica exhibiciรณn de atrocidades. La mรกs mexicana de las tierras, como dicen el cine de la ร‰poca de Oro y el charro metrosexual Alejandro Fernรกndez, es tambiรฉn la tumba de miles de desaparecidos y de mujeres asesinadas โ€”una de ellas frente a la mismรญsima Casa Jalisco, la residencia del gobernador.

Guadalajara es tambiรฉn una ciudad que combina pintorescamente el provincianismo cristero con la modernidad; la relajada y liberal vida cultural con el mรกs rancio conservadurismo de raigambre catรณlica. Es una ciudad profusa en exhibiciones plรกsticas y novedades editoriales, estrenos cinematogrรกficos y refrescantes fiestas de mรบsica en la calle: ya quisieran los jรณvenes chilangos poder beber cervezas frรญas โ€”asรญ sea discretamenteโ€” en pleno Paseo de la Reforma mientras escuchan rock, jazz o mรบsica tradicional en vivo, como lo hacen en la avenida Chapultepec. ยฟConservadora Guadalajara? Allรก, en la Gran Ciudad, en 2002 las autoridades del partido de izquierda prohibieron el Tecnogeist y el Love Parade y cerraron los cabarets sin dar explicaciones.

Las calles tapatรญas tienen algo de fiesta, de ambiente de pueblo. No obstante las dificultades del trรกfico citadino y de los irritados bocinazos de los automovilistas, el transeรบnte camina esta ciudad con parsimonia, sin prisas, como si paseara por la plaza o alrededor del quiosco. Hay parejas de ancianos tomados de la mano, chicas de secundaria vestidas como Billie Eilish, vaqueros, cholos y punks y hasta domingos de triciclos y bicicletas. Y cafรฉs, muchos cafรฉs. Ahora vacรญos.

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(Torreรณn, 1956) es periodista, escritor, editor de la revista cultural Replicante y profesor del ITESO. Actualmente estรก enfrascado en la redacciรณn de su primera novela.


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