¿Qué es la riqueza?

En las sociedades occidentales mercantilizadas, el poder implica riqueza. Pero no era así en las sociedades comunistas.
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Parece algo obvio. Dejadme comenzar con las definiciones que damos quienes trabajamos con la desigualdad. Es la suma total de todos los activos que posees (efectivo, casas, coches, muebles, cuadros, dinero en el banco, valor de acciones y bonos, etc.) más lo que se llama “valor de rescate” de los seguros de vida y planes similares menos la suma de tus deudas. En otras palabras, es la suma de dinero que obtendrías si liquidaras hoy todas tus posesiones y pagaras todas tus deudas. (La cantidad puede ser también negativa).

Esta definición puede complicarse. Algunos economistas insisten en que hay que añadir también el valor capitalizado de los flujos de ingresos futuros (¿seguros?). Esto tiene el problema que explico aquí, pero en este post voy a dar una visión más histórica de la riqueza. Hice algo así en Los que tienen y los que no tienen (Alianza Editorial, 2012) cuando reflexioné sobre quién podría haber sido la persona más rica de la historia. Si quieres comparar gente de diferentes épocas no puedes simplemente intentar calcular su riqueza total.

Es algo imposible por lo que se conoce como “el problema del número índice”: no existe una manera de comparar fortunas de bienes y servicios que son radicalmente diferentes. Si puedo escuchar un millón de canciones y leer toda la noche usando muy buena luz, y si le doy mucho valor a esto, quizá piense que soy más rico que cualquier rey que vivió hace mil años. Tocqueville se dio cuenta de esto también cuando dijo que los viejos reyes vivieron vidas de riqueza pero no de confort.

Por eso deberíamos usar la definición de riqueza de Adam Smith. “Una persona es rica o pobre según la cantidad de trabajo que puede comandar”. Esto significa que el alcance de la riqueza de un individuo debe estimarse dentro de un contexto histórico: cuántas miles de horas de trabajo puede uno comprar si usa toda su riqueza. Esta métrica sin embargo es más útil para el pasado que para el presente. Cuando, digamos en tiempos romanos, los países tenían una renta más o menos igual, tomar a la persona más rica de los imperios romano y chino y comparar su riqueza con el ingreso de subsistencia de la época (el salario más común) tenía sentido porque ese “salario común” era el mismo tanto en Roma como en China.

Pero si tomas hoy a Jeff Bezos o a Bill Gates, ¿con qué salarios tendrías que compararles? ¿Los salarios de Estados Unidos o un índice global de salarios? Si es esto último, ¿la riqueza de Carlos Slim o de los oligarcas rusos no debería compararse con el salario medio en México y Rusia? Esto es lo que hice en Los que tienen y los que no tienen y aquí están los resultados. Son del año 2010-2011, pero pueden actualizarse fácilmente. Se puede ver que Slim y Jodorkovski (el superoligarca ruso antes de ser encarcelado por Putin) eran probablemente los individuos más ricos de la historia si medimos su riqueza comparándola con los salarios de sus países. Y con la misma vara de medir, Rockefeller en 1937 era más rico que Gates en 2005.

Figura 1

Ingresos del hombre más rico expresados como la suma de salarios medios en el año y el país donde vivió.

Cuando hacemos este tipo de cálculo, estamos observando de manera implícita el poder doméstico potencial de los multimillonarios: su habilidad para contratar a miles de personas. Pero hay que darse cuenta de que he movido un poco las porterías. Realmente estoy midiendo la riqueza en el espacio de poder potencial. Ahora bien, ese poder no siempre necesita riqueza financiera. Puede provenir directamente del poder político. Stalin, por poner un ejemplo, podría haber movido mucho más trabajo con sus decisiones que Jodorkovski o Slim. Se puede decir lo mismo de muchos otros dictadores en la historia.

Esta conjunción de cantidad de dinero y poder para ordenar a trabajadores nos lleva a pensar que los líderes absolutos deben haber sido extraordinariamente ricos. Es una visión implícitamente basada en los valores de nuestras sociedades contemporáneas, que están completamente mercantilizadas, donde tener riqueza implica tener poder. Con gente como Trump, Berlusconi, Thaksin, Bloomberg, se convierte en algo “natural” ver la riqueza y el poder como la misma cosa.

La riqueza también, se cree, debe incluir la habilidad de donar a tus herederos. Después de todo, mucha gente justifica su extraordinarias riquezas diciendo que se preocupan por su familia, o quizá por algunas causas filantrópicas. Pero ¿qué ocurre cuando la riqueza privada actual es baja incluso cuando la habilidad para controlar una cantidad enorme de recursos es enorme? Este es el caso, un ejemplo extremo, de Stalin, pero también pasaba con la gran mayoría de líderes comunistas. El líder supremo dentro del país tenía un poder enorme para mover recursos. También usaban para sí mismos muchos de esos recursos; no de una manera ostentosa al estilo zarista (en el caso de Stalin) sino como una manera de mostrar el propio poder y el poder del Estado (como ha argumentado de manera muy convincente Vladimir Nevezhin en Cenando con Stalin, que reseñé aquí).

Los recursos se usaban para pagar los altísimos costes de seguridad que impedían que nadie pudiera seguir los movimientos del líder supremo. (La misma razón que conduce a los presidentes estadounidenses a usar dos o tres helicópteros y no uno). Esto hizo que Stalin tuviera acceso a aproximadamente veinte residencias en diferentes áreas cerca de Moscú y en la costa del Mar Negro. (Algunas de esas residencias solo eran para su propio uso, otras las compartía con el resto del liderazgo del partido). La situación de Mao era similar. Y Tito tenía hasta siete residencias en diferentes partes del país.

Pero lo que ninguno de estos dictadores tenía era la habilidad de transferir esa “riqueza” a sus descendientes. A muchos de ellos no les importaba mucho su familia más cercana, al menos en los casos de Stalin y Tito. A Mao le importaba algo, pero su hijo heredó muy poco; Chiang Ching (Jiang Qing), su viuda, incluso menos y murió en prisión. Por lo tanto, si hacemos una tabla simple (ver abajo) de lo que consiste la riqueza, hay que tener cuenta de que en estos casos no cumplió con todas las funciones que normalmente le asignamos. Esto es así porque dotamos a la riqueza de características de nuestras sociedades mercantilizadas. En otras sociedades, incluso las que tienen una antigüedad y un desarrollo tecnológico cercano a las nuestras (la Unión Soviética de Stalin o la China de Mao) la función de la riqueza era diferente. El poder era la riqueza verdadera, no las mansiones que se usaban ex officio y que no podían legarse a herederos.

Por lo tanto, comparar la riqueza en diferentes épocas no es solo muy difícil o casi imposible porque no podemos asignar valor a cosas que no existían en el pasado y sí existen hoy, sino también porque es muy complicado comparar la riqueza en diferentes sociedades con características estructuralmente diferentes.

Es correcto comparar la riqueza de la gente en la lista Forbes siempre y cuando compartan un entorno social similar: la misma habilidad para proteger esa riqueza, usarla para dar órdenes a gente, darla en herencia. Cuando estas condiciones subyacentes divergen las comparaciones dejan de ser útiles.

Publicado originalmente en el blog del autor.

Traducción de Ricardo Dudda

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Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).


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