Que no le quepa duda, esta es la crisis más importante desde la Gran Depresión, no hay exageración alguna en esa afirmación. Lo que es más difícil de afirmar es si la luz que se ve al final del túnel es la salida o una locomotora que nos arrollará.
Como dice Bill Gross, quien está al mando de PIMCO, el mayor fondo inversionista en el mercado de bonos en el mundo, la economía global se benefició de décadas de desregulación, de apalancamiento y de globalización, y ahora tendremos que navegar contra los vientos en contra de desregulación, desendeudamiento y proteccionismo (basta ver la pataleta brasileña sobre la creciente importación de automóviles mexicanos o la prohibición en la India a las exportaciones de algodón). Dependiendo en qué región, uno u otro proceso van más o menos avanzados. El repentino optimismo por la marginal recuperación del empleo en Estados Unidos parece prematuro, si consideramos que más de tres millones de personas han salido de la fuerza laboral, y que de acuerdo con la ultraconservadora Heritage Foundation, ocho millones de estadounidenses se han vuelto dependientes del Estado (definida esta dependencia cuando el Estado cubre dos de cuatro necesidades básicas: comida, salud, educación y vivienda) durante los casi cuatro años de la administración de Obama. La economía crecerá quizá alrededor de dos por ciento este año, a pesar de que el Banco Central ha impreso cerca de dos millones de millones de dólares, de que ha habido un estímulo fiscal federal por cientos de miles de millones de dólares, que se ha extendido el seguro de desempleo por más de un año, y que las tasas de interés están en su punto más bajo en la historia. En el último trimestre del año pasado el consumo mostró una leve recuperación, pero este se dio a partir de una tasa marginal de ahorro de apenas 4% y difícilmente será sostenible en una economía tan endeudada.
¿Y Europa? A pesar del reciente acuerdo con Grecia, este difícilmente logrará evitar que el próximo año este país salga de la eurozona, seguido por Portugal. Europa mostrará crecimiento negativo este año y probablemente el que viene, a pesar de que el Banco Central Europeo ha inyectado más de un millón de millones de euros a la economía, por medio de líneas de crédito a tres años a una tasa de uno por ciento, que han recibido más de 800 entidades financieras (incluyendo empresas automotrices). Los países más industrializados de Europa se rehúsan a hacer reformas estructurales e insisten en que la única receta posible es la de la austeridad. La economía griega entra a su quinto año de recesión, que decreció siete por ciento el año pasado y decrecerá alrededor de 8.5% este año, donde el desempleo sobrepasa 20% y el ingreso ha bajado 30% en empresas privadas y 40% en las públicas. Hoy se le exige que despidan a 150 mil burócratas (en un país de menos de once millones de habitantes), reduzcan 22% el salario mínimo, aumenten impuestos y reduzcan el gasto público. Como he dicho antes, una receta genial si tan solo convencieran al pueblo griego de que deje de comer por algunos años.
Evidentemente, el principal problema acabará siendo político. Los dos partidos que obtuvieron el 77% de los votos en las pasadas elecciones (El Partido Socialista Pan-helénico y Nueva Democracia) hoy tienen apenas el 32% de la intención de voto, mientras que los tres partidos radicales de izquierda reúnen 37%, teniendo en común que buscan una moratoria e inmediata salida de la eurozona.
El gobierno español manifestó recientemente la imposibilidad de llegar a la meta de déficit fiscal previamente acordada y después de llegar a 8.5% el año pasado, acumularán 5.3% del PIB este año. Sus bancos han tenido que tomar 50 mil millones de euros de pérdidas por su cartera inmobiliaria (una fracción de lo que será el total), y se espera rebasen 24% de desempleo en unos meses. Mientras tanto, se fortalecen movimientos nacionalistas en Austria, Finlandia y Holanda.
En los últimos años, los mercados emergentes fueron los que compensaron la falta de crecimiento del mundo industrializado. Pero ahora la economía china se desacelera y el gobierno admite que el tradicional crecimiento de dos dígitos será ahora apenas de 7.5% (y 7% en promedio durante el próximo lustro). Conforme eso ocurra, demandarán menos materias primas y entonces se reducirán las exportaciones que provienen de economías como la brasileña, que también estará condenada a crecer mucho menos que antes.
¿Y si las noticias son tan obscuras, entonces por qué reaccionan los mercados con tanto optimismo? Lo hacen por varias razones. Primero, porque los principales bancos centrales del mundo – estadounidense, europeo, inglés, japonés- están inyectando liquidez sin precedente en una economía global donde el consumo está apagado y no hay demanda por crédito. Esa liquidez tiene que encontrar cabida en algún sitio. Segundo, porque todos quienes manejan inversiones tienen dos posibles escenarios que les quitan el sueño: que estén invertidos cuando se repita un desplome de los mercados como el de fines de 2008 (-57% entre octubre de 2007 y marzo de 2009), y que vuelva a haber una recuperación como la que se dio entre marzo de 2009 y abril de 2010 (+79%) en la que ellos estén fuera del mercado. Ambos eventos serían imperdonables por parte de su clientela.
Además aun cuando el mercado accionario se ha recuperado a niveles de junio de 2008, debemos recordar que el mercado se mide en dólares y que esta moneda se ha depreciado en términos relativos al precio del oro, relativo al franco suizo o a la mayoría de las materias primas. Dólar y euro se han devaluado contra otras monedas y años de tasas de interés reales negativas (tasa nominales inferiores a la inflación) están provocando una transferencia de recursos de ahorradores y rentistas a bancos que lentamente se recapitalizan aprovechando el crédito subsidiado. Se genera estabilidad hoy, a cambio de menor capacidad de demanda y de crecimiento económico en el futuro.
Ciertamente, las empresas estadounidenses se han defendido heroicamente de la debacle y acumulan alrededor de tres millones de millones de dólares en sus arcas. Cuando haya una recuperación podrán aprovecharla. Cuando eso ocurra, sin embargo, las tasas de interés aumentarán y el peso del enorme endeudamiento de las familias y gobierno estadounidenses y europeos lo resentirán. En el mejor de los casos, repito, en el escenario más optimista, vienen años de bajo crecimiento global.
Sí, quizá el mejor lugar para defenderse de tasas negativas y de la depreciación de las monedas sea la bolsa. La bolsa estadounidense no parece estar clara, ni siquiera con perspectivas moderadas de crecimiento. Sin embargo, el comportamiento de manada hará que tanto en las bajas como en las alzas nadie quiera quedarse fuera y la volatilidad estará a la orden del día.
Es columnista en el periódico Reforma.