Ilustración: María Titos

Entrevista a Mary Beard. “Cuando los romanos pensaban en momentos de cambio político, pensaban en términos de violencia contra las mujeres”

Mary Beard (Shropshire, Reino Unido, 1955) es una de las expertas en la Antigüedad clásica más prestigiosas del mundo. En libros como SPQR. Una historia de la antigua Roma, La herencia viva de los clásicos o Pompeya –publicados en Crítica– combina la erudición y el rigor con el talento divulgativo. La obra de Beard –que también participa en los debates contemporáneos y ha reivindicado la voz pública de las mujeres– ofrece un panorama amplio: incluye la forma de vida de los ricos y los pobres, de los libres y los esclavos, estudia la literatura y los chistes, muestra lo vigentes que están los clásicos en algunos aspectos, y lo anacrónicos que resultan en otros, y contiene pequeñas revelaciones y serias advertencias contra las conclusiones precipitadas y las leyendas. En esta entrevista hablamos sobre las mujeres y la Antigüedad.
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Hay una persistente preocupación por el interés decreciente en el periodo clásico. Usted ha dicho que la alarma es un tanto exagerada. También sostiene que al estudiar a los clásicos podemos entender nuestra distancia con respecto a ellos y ha subrayado lo profundamente arraigada que está la tradición clásica en la cultura occidental. Algunos han dicho que, al leer su obra, parece que el mundo antiguo era más urbano y liberal de lo que normalmente pensamos. ¿Está de acuerdo?

Es muy difícil dar una respuesta sencilla. En cierto modo, lo desconcertante sobre el mundo antiguo es que es al mismo tiempo más urbano y liberal y menos. No encaja fácilmente en nuestro espectro habitual. Por dar un ejemplo, los romanos eran generosos con el concepto de ciudadanía y les habría asombrado cualquier idea de migración ilegal. Algunos de sus pensadores más agudos cuestionaron los elementos éticos del imperio. Y, sin embargo, Julio César practicó el genocidio en la Galia, algunos romanos consideraban que los esclavos no eran seres humanos y los niños no deseados podían acabar en la basura.

¿Qué sabemos sobre la vida de las mujeres en la antigua Roma? Usted ha escrito: “En general, las mujeres romanas tenían mucha más independencia que las mujeres en la mayor parte del mundo griego o de Oriente Próximo.” ¿Cuáles eran las diferencias más importantes?

La diferencia más importante entre las mujeres de la Atenas y la Roma clásicas es que las de la élite tenían mucha más libertad de movimiento e independencia en Roma. Tenían cierto control sobre su propiedad y eran socialmente visibles. Los hombres y las mujeres, por ejemplo, comían juntos y las mujeres financiaron algunos de los edificios más grandes en la ciudad de Pompeya. No debemos exagerar su poder. No tenían derechos políticos formales en el sentido de votar o desempeñar cargos en ningún lugar del mundo antiguo. Pero las mujeres de la élite romana tenían una “existencia social” que resultaba desconocida para las mujeres de la Atenas clásica, que eran más o menos segregadas y estaban encerradas.

¿Y las mujeres pobres, o las que no pertenecían a la élite?

Diría que sus vidas eran mucho más parecidas en Atenas y Roma. Hay que poseer una riqueza considerable para tener a tu mujer y a tus hijas encerradas. Yo creo que las mujeres pobres y campesinas del mundo antiguo trabajaban duramente en los campos junto a los hombres (y además tenían hijos). Habrían “salido” más, pero habría sido una vida de trabajo muy duro.

En SPQR explica que una mujer romana tenía “muchos de los derechos que las mujeres de Gran Bretaña no obtuvieron hasta la década de 1870”. También ha escrito sobre “una fantasía de mujeres liberadas” en Roma. ¿Cuál era la situación de los derechos privados de las mujeres, y cuál es esa fantasía?

Al comparar sus derechos con los de las mujeres británicas en la década de 1870 pensaba sobre todo en los derechos económicos y de propiedad. Hasta la segunda mitad del siglo XIX, las mujeres casadas del Reino Unido no podían tener propiedades por derecho propio. Pero al hablar de la “fantasía” pensaba en la idea errónea de que había una especie de movimiento de liberación de la mujer en la Roma del siglo I. Esto se basa sobre todo en ataques virulentos –y también en poemas eróticos escritos por hombres– dirigidos a mujeres que tenían “mal comportamiento”… Esas son pruebas muy débiles. Una característica común de algunas de las sociedades más opresivas y patriarcales es que los hombres fantasean de manera repetida con que las mujeres son rebeldes e ingobernables: de ahí se deduce que tiene todo el sentido del mundo intentar controlarlas.

¿Qué importancia tenían en las cuestiones públicas?

Formalmente ninguna, aunque eso cambió con el tiempo. En la época del gobierno de un solo hombre, en la era de los emperadores, las mujeres a veces alcanzaban posiciones prominentes como esposas del hombre que ocupaba el trono. Livia, por ejemplo, la mujer del primer emperador, Augusto, recibió honores que normalmente solo se reservaban a los hombres: asientos de primera fila en el teatro, por poner un ejemplo. Pero, en ese sentido, no deberíamos exagerar el poder que tenían. Sospecho que todas esas historias de mujeres que conspiran tras el trono se parecen más a las fantasías de los hombres que a la realidad.

¿Qué sabemos de la vida familiar? Parece que el infanticidio era bastante común en Roma, así como la adopción. ¿Había grandes diferencias entre los ricos y los pobres, entre los hombres libres y los esclavos?

Había enormes diferencias entre ricos y pobres, y esclavos y libres (en términos de condiciones de vida, dieta, etcétera), pero, en cierto modo, estaban más unidos de lo que podríamos imaginar en términos biológicos. Morían a miles en los nacimientos y quizá era peor si tenían recursos económicos: podían permitirse intervenciones médicas que a menudo resultaban letales. Y los hijos no deseados de pobres y ricos se dejaban en montones de basura.

Un elemento muy importante de las historias que los romanos se contaban sobre sí mismos es la violación. Aparece en la historia de las sabinas, también al final del periodo de los reyes.

La violación es una de las áreas de la cultura de la Antigüedad que nos resulta más difícil y ofensiva, por razones obvias. En los mitos y las historias romanas, la violación se remonta al principio de los tiempos. Después de que Rómulo fundara la ciudad y hubiera atraído a unos cuantos hombres para que fueran sus primeros ciudadanos (en su mayoría criminales y fugitivos), se dio cuenta de que no tenían mujeres, de modo que la ciudad no tenía futuro. Preguntó a algunos de los que vivían en las cercanías si dejarían que sus hijas se casaran con los nuevos romanos, pero la respuesta fue negativa. Así que Rómulo recurrió a una estratagema violenta. Invitó a algunos de esos vecinos a un festival, en particular a un pueblo local conocido como los sabinos, y en un momento dio a sus hombres la señal de raptar (es decir, violar) a las mujeres y tomarlas como esposas: es lo que se llama “El rapto de las sabinas”.

Hay al menos dos cuestiones importantes que derivan del episodio: en primer lugar es una historia que iguala el primer matrimonio romano con la violación. Esas mujeres son víctimas de violación y esposas. Aunque nos gusta pensar que la ecuación entre violación y matrimonio es un concepto reciente, no es así en absoluto. En segundo lugar, solo es el primer caso en una serie de violaciones o intentos de violación en la historia romana temprana/mítica: la verdad incómoda es que cuando los romanos pensaban en momentos de cambio político, pensaban en términos de violencia contra las mujeres.

Usted ha dicho: “Es muy difícil encontrar modelos femeninos positivos en la historia del Imperio romano.” ¿A qué se debe?

Las culturas patriarcales intentan (a menudo de forma muy exitosa) eliminar las huellas de mujeres poderosas. En Roma, las mujeres que se admiran son esposas y madres que cumplen con sus deberes. Las que parecen capaces de tomar el control son criticadas o ridiculizadas.

Algunas mujeres tuvieron un papel importante en la historia, y en las leyendas sobre la historia. Cleopatra, Livia o Boudica serían algunos ejemplos. ¿Qué es lo que de verdad conocemos de ellas, y cómo se construyeron esos mitos?

Es casi imposible saberlo. La verdad sobre Cleopatra está perdida bajo todos los miedos romanos acerca de buenos hombres romanos que caen víctimas de las tretas de las reinas africanas (la historia de Dido y Eneas enseguida viene a la mente), y bajo la propaganda del victorioso Augusto contra ella: intentó pintar la corte de Antonio y Cleopatra como un lugar de lujo y exceso oriental, frente a las virtudes italianas naturales que él poseía. No podemos llegar hasta la mujer real. Boudica es un caso todavía más extremo que el de Livia. Ella, por supuesto, a los británicos nos toca muy de cerca y tenemos su famosa estatua ante el parlamento. Pero todo lo que leemos sobre Boudica la presenta como una terrorista terrible y feroz. Desconfiamos, con razón, de las fuentes romanas, pero ¿qué deberíamos poner en su lugar?

Una obra que parece eternamente relevante es Lisístrata. Usted ha explicado que muchas veces se entiende mal.

Me encanta Lisístrata, pero creo que tendemos a leerla de una manera muy moderna (no hay nada malo en ello, mientras reconozcamos que eso es lo que estamos haciendo). Si la vemos con los ojos de la Antigüedad, las mujeres no eran heroínas pacifistas, se estaban comportando de manera muy estúpida. Y el hecho de que lograran su cometido solo demuestra lo torpes que eran los hombres.

En La herencia viva de los clásicos alude a distintos conceptos de la virginidad en la antigua Grecia y en los tiempos modernos.

Se remonta, en parte, a que las ideas sobre el cuerpo humano y su construcción son muy distintas. Imagina entender el interior del cuerpo femenino como un tubo que une la boca y la vagina. Es obvio que la idea de la virginidad era diferente. Y eso es antes de entrar en todos los intensos debates modernos sobre cuándo se “descubrió” el himen por vez primera.

También habla de la poesía griega escrita por mujeres. ¿Qué sabemos y qué ha sobrevivido del papel de las mujeres como productoras de literatura y filosofía en Grecia y Roma?

Normalmente no se veía a las mujeres como grandes creadoras de literatura, aunque había más de las que normalmente creemos, porque su escritura no ha sobrevivido: fue víctima del sexismo de generaciones posteriores. La gran excepción es la poeta Safo, pero incluso su trabajo nos ha llegado por viejas copias en papiro encontradas en Egipto, no a través de copias de monjes medievales, que la ignoraron. Lamento de veras que hayamos perdido algunas obras. Imagine tener la autobiografía de Agripina, la madre de Nerón.

En su ensayo “La voz pública de las mujeres”, que publicó Letras Libres, hablaba de la supresión del discurso femenino a lo largo de la historia. En la tradición clásica, las mujeres solo podían hablar como víctimas o para defender sus intereses. ¿En qué medida perviven esas restricciones en la actualidad? Usted ha dicho: “La mayoría de mis alumnos negarían, creo, que todavía hay una corriente importante de misoginia en la cultura occidental.” ¿Esa tendencia es ignorada o pasa inadvertida?

Sí, creo que ese es generalmente el caso. Puede parecer raro, o incluso hipócrita, que yo lo diga, porque habitualmente (algunos dirían demasiado habitualmente) tengo una plataforma para expresarme. Pero, en general, las palabras que dice una mujer no logran obtener la atención del público. Eso es lo que ilustra de forma muy elocuente la viñeta a la que hago referencia en mi ensayo: “Es una sugerencia excelente, señorita Triggs. Quizá alguno de los hombres aquí presentes quiera hacerla.”

¿El estudio de los clásicos y el mundo académico era un mundo de hombres? ¿En qué sentidos ha cambiado, si es que lo ha hecho?

Sí era muy, muy masculino. Pero las mujeres lo han cambiado desde hace más tiempo de lo que, por lo común, se piensa. Una de mis predecesoras en Cambridge al final del siglo XIX fue Jane Ellen Harrison, que revolucionó el estudio de la religión griega. Las cosas han mejorado mucho y hay muchas más mujeres en el campo, pero me parece que los valores y temas masculinos continúan dominando.

En los años ochenta escribió un libro sobre un tema distinto a su investigación: The good working mother’s guide. ¿Cuál era la razón para hacerlo?

Seguir escribiendo cuando mis hijos eran muy pequeños y no podía hacer mucho trabajo “de verdad”. También dar algunos consejos. Tienes que aprender mucho cuando intentas manejar (y disfrutar) a un bebé, luego ese conocimiento se pierde.

Algunos estudiosos señalan que la presencia de las mujeres en puestos políticos o profesionales prominentes no es suficiente. A veces esa presencia se confunde con el poder real. ¿Está de acuerdo?

Sin duda. No es suficiente tener una primera ministra o catedrática, y felicitarnos para después permitir que todo siga igual que antes. ~

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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