La muerte del estadounidense Eric Van Young (n. 1946) en diciembre, después de la del británico David Brading (n. 1936) en abril, representan la pérdida en el año 2024 de dos de los principales especialistas en estudios sobre México entre los académicos que trabajan temas de América Latina en el ámbito de la historia. Se suma a las muertes de Christon Archer (1940-2021) y Jaime Rodríguez (1940-2022).
Tanto Brading como Van Young fueron innovadores y altamente productivos en sus campos. Su influencia se ha sentido en toda la profesión. Brading, quien fue estudiante de licenciatura en Pembroke College, Cambridge, y posteriormente se doctoró en la Universidad de Londres, trabajó primero en la Universidad de California (Berkeley), luego en Yale, y finalmente regresó a Cambridge en 1973, donde dirigió el Centro de Estudios Latinoamericanos desde 1975 hasta 1990. Sin duda, Brading fue un pionero en los estudios sobre México en Gran Bretaña, trasladando por primera vez el foco de atención desde el Río de la Plata hacia el período colonial tardío español, donde su interés también se extendió a Perú. Su obra destaca la rica historia cultural de ambos virreinatos.
Recuerdo mi primer encuentro con Brading. Fue en junio de 1965 en Sevilla, una ciudad que no le gustaba, especialmente bajo el calor del verano. Estaba revisando algunos datos tardíos en el Archivo de Indias relacionados con su tesis. Después de que regresó a trabajar a Gran Bretaña, nos cruzábamos de vez en cuando en conferencias y seminarios, o incluso en las calles y librerías de Cambridge. Aunque compartíamos un compromiso con la historia mexicana y un gran afecto por el país, no siempre coincidíamos en nuestras interpretaciones. En mi opinión, sus dos mejores libros son su estudio de 1971 sobre comerciantes y mineros en la economía de la plata de Guanajuato (Miners and merchants in Bourbon Mexico, 1763-1810, traducido al español como Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), FCE, 1975) y su examen de 1994 sobre el Estado, la Iglesia y la sociedad en el Michoacán colonial tardío (Church and State in Bourbon Mexico, the Diocese of Michoacan 1749-1810, traducido como Una Iglesia asediada: El obispado de Michoacán, 1749-1810, FCE, 1994). Estas obras son un testimonio de su capacidad para entrelazar historia económica, social y política, por un lado, y para relacionar la historia provincial con una visión más amplia, por otro lado. The first America (1991, traducido como Orbe indiano, FCE, 1991), aunque era básicamente una colección de ensayos, vinculó la historia mexicana y peruana en su examen de la historia intelectual del periodo colonial español.
Van Young, cuya muerte inesperada me impactó de manera profunda, fue producto de las universidades de Chicago y California (Berkeley). Enseñó por poco tiempo en la Universidad de Texas (Austin) y luego se asentó en la Universidad de California (San Diego) a partir de 1982. Nos conocimos por primera vez en la Ciudad de México, en algún momento a principios de los años 80, cuando ambos investigábamos en el archivo nacional. Me invitó a cenar a su departamento; la cocina era uno de sus talentos. Nos encontramos en varias ocasiones en México, generalmente en conferencias, compartiendo escenarios y hablando sobre el período de la Independencia, o junto con nuestro amigo y colega en común, Brian Connaughton, profesor de Historia en la Universidad Autónoma Metropolitana (Iztapalapa). También lo veía de vez en cuando en San Diego, cuando visitaba desde México a nuestro otro amigo y colega mutuo, Paul Vanderwood (f. 2011), quien enseñaba Historia en la Universidad Estatal de San Diego.
El primer libro de Van Young, Haciendas and market in eighteenth-century Mexico. The rural economy of the Guadalajara region (1981, traducido al español como La ciudad y el campo en el México del siglo XVIII. La economía rural de la región de Guadalajara, 1675-1820, FCE, 1986) sobre el período colonial tardío, en muchos sentidos formó un paralelo con los primeros libros de Brading sobre Guanajuato. Como en estos, el enfoque provincial no desviaba la atención de las más amplias dimensiones virreinales e imperiales del tema y el período. Sus dos grandes obras resultaron ser trabajos monumentales: la primera sobre las luchas durante la Guerra de Independencia de México en los años 1810 (The other rebellion: Popular violence, ideology, and the Mexican struggle for Independence, 1810-1821, 2001; traducida al español como La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-1821, FCE, 2006), y la segunda (A life together: Lucas Alamán and Mexico, 1792-1853, 2021), un examen de la carrera política de Lucas Alamán, importante e influyente líder y pensador conservador, quien, sin embargo, nunca llegó a la presidencia de la República.
Estas dos obras ilustran la capacidad de Van Young para la investigación profunda y la interpretación original. Aunque la labor primordial requerida para la primera despierta admiración, el enfoque posmodernista, centrado en las aldeas pero dejando de lado el marco estructural más amplio de la lucha política y militar, ha sido objeto de críticas. El trabajo sobre Alamán ha llenado un vacío enorme en la historiografía. Abordar ese tema requirió una gran valentía –algo que a Van Young no le faltaba– ya que Alamán, aunque un funcionario destacado, era al mismo tiempo un personaje algo esquivo. Es difícil de interpretar y parece un fracaso político, a pesar de su considerable comprensión de los asuntos internacionales y su aproximación particular a los problemas de México como un estado soberano recientemente independizado.
Brading y Van Young eran personas muy diferentes, pero estaban unidos por su amor común a México, tanto como historiadores como en su experiencia en el país, algo que compartían con quien escribe estas líneas. Brading se presentaba como un caballero inglés del siglo XVIII, algo severo y en ocasiones mordaz. Aun así, su preocupación pastoral por sus estudiantes de doctorado era profunda, como puedo testificar, cuando actuaba como examinador interno en numerosas ocasiones en Cambridge. Van Young siempre fue conocido por su afabilidad y disposición para aconsejar a colegas y estudiantes. Tenía una mente muy crítica, pero al mismo tiempo respondía positivamente a las críticas hacia su propio enfoque. Por tales razones, ganó un amplio apoyo entre sus colegas y alumnos de doctorado, como puedo testificar nuevamente, tanto por lo que me han dicho como por lo que pude observar personalmente.
Brading y Van Young serán profundamente extrañados. Dejaron una profunda huella en su profesión. Brading ocupa un lugar destacado entre los mejores estudiosos históricos y ha sido ampliamente influyente entre historiadores, tanto en Europa como en América. Van Young está a la altura de los mejores académicos estadounidenses de Hispanoamérica, como Charles Gibson, Woodrow Borah y James Lockhart, entre otros que ya no están con nosotros. Corresponde a las nuevas generaciones asumir su legado. La religión cristiana, a la que Brading se aferraba fervientemente, afirma al final del Credo de Nicea su creencia en la resurrectionem mortuorum et vitam venturi saeculi. Si esto fuera así, tal vez podamos esperar continuar en otro lugar las conversaciones pendientes con aquellos a quienes podríamos solo haber perdido temporalmente. ~