Trepado en la SEP, Marx Arriaga asalta al cielo

Los libros de texto a cargo de Marx Arriaga están plagados de convocatorias a combatir el “pensamiento único”, pero solo si ese combate se acomete desde el único pensamiento autorizado por la SEP.
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“¡Qué flexibilidad, qué iniciativa histórica y qué capacidad de sacrificio!
Marx (el otro)



Se discuten en estos días los libros de texto gratuitos (LTG) que produjo y distribuye la Dirección de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) a cargo de Marx Arriaga Navarro, un académico que estudiaba la europeizante poesía del Siglo de oro y de pronto (quién sabe por qué) se convirtió en el poderoso ideólogo encargado de gastar provechosamente los casi 4 mil millones de pesos que le otorga el presupuesto federal a ese rubro, ahora destinado a revolucionar las conciencias de los niños y jóvenes mexicanos del siglo XXI.

Más allá de los errores que han documentado muchos lectores, me parece importante leer los libros que reconcentran la ideología que la SEP, por medio del joven Marx (para distinguirlo del occidentalizador Karl), considera que debe normar la “Nueva Escuela Mexicana”. Este manifiesto político disfrazado de pedagogía está en los seis volúmenes (cito ahora el 5) del Libro sin recetas para la maestra y el maestro que ya estudian los dos millones de docentes que preparan el regreso a clases y que, se supone, asesoraron al joven Marx, que no al revés. Es un libro sincero desde la presentación, cuando dice ufanamente que “la educación es un acto político para la transformación de la realidad” y que la educación es un “acto político, transformador y revolucionario” que propiciará la “sociedad del futuro”.

La receta de la CNTE

El joven Marx ha insistido en que los LTG no contienen proselitismo ideológico alguno, pero al mismo tiempo suele declarar que su proyecto “es un modelo que apoye el despertar, la emancipación de los sujetos, para buscar la liberación de los sistemas opresores que tienen a su alrededor”. Ese no proselitismo se disfraza tras la palabra transformación, concepto que abunda en los LTG y en otros documentos básicos, como La Nueva Escuela Mexicana: principios y orientaciones pedagógicas donde se anuncia “la concepción de la educación que promueve la transformación de la sociedad”; que “el sentido social de la educación implica una dimensión ética y política de la escuela… para lograr en conjunto la transformación de la sociedad” y que “la formación ciudadana es un camino para la transformación social y depende de educar personas críticas, participativas y activas que procuren procesos de transformación por la vía de la innovación, la creación de iniciativas de producción que mejoren la calidad de vida y el bienestar de todos”, etcétera.

También es difícil creer en la ausencia de proselitismo cuando la sección más radical del Libro sin recetas está directamente inspirada por el Programa de educación alternativa creado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que se publicó en 2018, donde se lee:

Propiciamos la identificación de elementos con un carácter crítico de la sociedad, de la educación y su papel en la formación de sujetos sociales que cuenten con la capacidad necesaria para pensar y repensar su práctica social y el mundo que los rodea, acudimos al dialogo constante, el debate de las ideas y la formulación de tesis que nos da condiciones de aprendizaje basado en la construcción de argumentos y en el diálogo igualitario e interactivo. Se privilegia la construcción del conocimiento mediante el debate y la discusión poniendo a prueba las ideas y no imponiéndolas a través del poder.

El Libro sin recetas (en la versión 6, aún más radical que la 5) copia a la letra el Programa de la CNTE:

Se favorece la identificación de elementos con un carácter crítico de la educación y su papel en la formación de sujetos sociales que cuenten con las capacidades para pensar y repensar su práctica social y el mundo que los rodea. Se destaca la importancia de promover condiciones de aprendizaje fundamentadas en la construcción de argumentos y en el diálogo igualitario e interactivo. Se busca privilegiar la construcción del conocimiento con base en el debate y la discusión, poniendo a prueba las ideas y no imponiéndolas a través del poder.

La diferencia es que si en el Programa de la CNTE esos propósitos son los de un sindicato magisterial en lucha, en el Libro sin Recetas se han graduado a “principios irrenunciables” de la SEP y para todo el país que está en lucha para “construir la sociedad del futuro bajo una concepción de igualdad, solidaridad y justicia social.” No es necesario aclarar que juzgar quiénes acatan ese “carácter crítico” y quiénes no será privilegio del Estado que representa el joven Marx.

Otro detalle curioso en este traslado del Programa de la CNTE a la Nueva Escuela Mexicana es que la CNTE, ya enumerados sus objetivos político-pedagógicos, se ufana de que están inspirados em el pensamiento del viejo Karl:

Nuestra aspiración es una sociedad libre y emancipada en la construcción de una nación soberana y libre de explotación que pone en el centro la formación del ser humano culto, libre y pensante. La perspectiva teórica en la cual nos fundamentamos es la dialéctica materialista con el método de análisis y de transformación de la realidad.

El joven Marx y su SEP llegan a las mismas conclusiones, pues tienen el mismo programa, pero prudentemente se abstienen de reconocer esa inspiración dialéctico-materialista, como hace la CNTE, adversaria de la SEP. No lo dice pero lo piensa, como en las conferencias en las que el joven Marx declara que cuando emplea el concepto “conciencia crítica” en realidad está refiriéndose a “conciencia de clase”. De cualquier forma, el Libro sin recetas no solo receta la ideología de la CNTE sino que ya la considera irrenunciable, lo que nubla el argumento oficial según el cual no hay proselitismo ideológico en los LTG. ¿Comulgan el joven Marx y sus dialécticos con la CNTE que reivindica la dialéctica materialista, o es una estrategia para sumar sindicalistas a la 4T? Hace poco, en otra conferencia ante maestros (en la que razona “desde el materialismo histórico” contra las evaluaciones internacionales) el joven Marx dijo que la SEP es “un elefante reumático que “le tiene miedo a los maestros”, algo que “la transformación de las conciencias” ya está cambiando. Y sin embargo la sección oaxaqueña de la CNTE ya se opuso a los LTG, con una vehemencia similar, aunque por otros motivos, a la de los gobernadores que se niegan a que se distribuyan los LTG.

El lindo “sur global” contra el feo Occidente

Un paso esencial hacia la “sociedad del futuro” y “el ciudadano óptimo” que ya avisora la SEP dependerá de una “reivindicación del sur global” para oponerlo a “los enfoques eurocéntricos” que tanto daño han causado al mundo, como lo sostiene el Libro sin recetas. (En otro documento, el joven Marx ha dicho que “el sur global” es “una metáfora del sufrimiento humano causado por el capitalismo”.) Erradicada Europa, México, que es víctima del “paradigma de imposición epistémica occidental de la sociedad globalizada actual”, será liberado por el joven Marx, cuya receta es (como dice una vieja melodía) que agrupémonos todos en la lucha final contra “las grandes formas de opresión (capitalismo, colonialismo, patriarcado, feminicidio, entre otras)” y, ya de pasada, cancelar también “los intentos de epistemicidio, linguicidio (sic) y etnocidio”.

La cosa es que una vez deseurocentrificados y sin proselitismo político, los docentes y educandos mexicanos acatarán la receta del joven Marx para luchar contra el “patrón mundial de poder capitalista” que

opera por medio de la naturalización de jerarquías sociales discriminatorias y racistas, que facilita la reproducción de relaciones de dominación territoriales y epistémicas no solo en materia de explotación de capital, sino en subalternización de los conocimientos, experiencias y forma de vida de quienes son dominados y explotados.

También importante en la lucha final será el combate contra la “monocultura del quehacer científico” occidental, pues la Nueva Escuela Mexicana se opone a “la idea de que el único saber riguroso es el saber científico”, esa idea imperialista que será substituida por la “ecología de saberes”, tan plural que conjuga “el saber científico con los saberes locales, con el saber indígena, con el saber campesino”, porque, como dice el tercer Libro sin recetas, que algo sea científico depende de la “perspectiva democrática y plural” y del contexto:

En tanto construcción cultural, no se puede afirmar que las ciencias sean superiores a otros sistemas de conocimientos, ya que cada explicación puede ser adecuada en mayor o menor medida según el contexto en donde se aplique.

En resumen, la receta del joven Marx consiste en “desoccidentalizar las ciencias de la educación” que son “adoctrinantes” y opuestas al “accionar liberador” de su propia receta: una pedagogía que (para decirlo en español indígena y campesino), es la

pedagogía crítica, como práctica democrática, que se inscribe en un proceso con epistemología, didáctica y pedagogía caracterizada por el dialogismo, la criticidad y la otredad, con potencialidad hermenéutica de transformación de liberación simbólica y epistémica hacia una praxis decolonizadora.

Bastará con que los dos millones de maestros (encargados, dice el joven Marx, de “hacer posible la utopía”) y luego los 25 millones de alumnos se aprendan esa receta, y listo: México será liberado e ingresará a la “sociedad del futuro”. Y si alguien sale con que esos educandos desoccidentalizados y críticos de la ciencia se hallarán en desventaja en la “sociedad del futuro” ante los occidentalizados, habrá que ignorarlos, pues la Nueva Escuela Mexicana no será competencial, sino “compartencial”, es decir, que no compite, sino que comparte, como ha dicho el joven Marx con un gracioso neologismo.

Esta compartencialidad incluye un rasgo curioso: para contrarrestar al Occidente imperialista hay que compartencializar a “las comunidades” para que también se opongan a las ciudades, sobre todo a los centros urbanos.

Luchar contra el “pensamiento único” con el único pensamiento

Alguna vez José Martí llamó a los latinoamericanos a precaverse del “conocimiento indigesto de teorías sociales”, motivadas ya por “la fantasía generosa”, ya por el “callado despotismo”. El joven Marx califica para ambas opciones. Como todos los mediocres ascendidos por el régimen a mandarines, indigestos de terminología y teorías que por fin pueden graduar del salón de clases a proyecto de Estado, el joven Marx tiene una descomunal arrogancia (hay que verlo “dialogando” con Manuel Gil Antón en este video) no menos típica, aunque sí más graciosa.

Pero a diferencia de los demás tetraideólogos, él sí tiene poder: uno que marcará para siempre a millones de compatriotas del nivel de primaria que habrán de interactuar con la “sociedad del futuro”. Si el poder del presidente es sexenal y deriva en buena medida de la simpatía de los votantes de la tercera edad, el poder del joven Marx se ejerce en los de la primera edad que votarán en el futuro (si es que logran leer la boleta). Cuando en 2035 López Obrador sea solo nombre de calle, los “sujetos” desoccidentalizados y dialógicos del joven Marx estarán buscando empleo, llenos de ecología de saberes, pero escasos de matemáticas y español.

Dos millones de maestros mexicanos consumen ya el batidillo que en el Libro sin recetas mezcla marxismo-leninismo con el desprecio a la ciencia de Bakunin, puré bolivariano, la neoteología liberadora de Enrique Dussel, las venas abiertas de Eduardo Galeano, el anticolonialismo de Walter Mignolo y Aníbal Quijano, la pedagogía crítica de Paulo Freire y, claro, las “epistemologías del Sur”, con sus himnos a los “saberes” no científicos, de Boaventura de Sousa, apóstol del templo de San Episteme y gran paladín de la decolonialidad, es decir,del “pensamiento que analiza críticamente la matriz del poder colonial que, en el capitalismo global, persiste bajo formas de conocimiento totalizantes que reafirman el binomio dominador-dominado”. Las fantasías generosas de don Boaventura, por cierto, también han sido institucionalizadas por el “Conacyt de la 4T”, es decir por su dueña Elena Álvarez-Buylla (a pesar de que don Boaventura sea europeo y acostumbre abusar de las epistemólogas). Y luego, en teoría, los dos millones de docentes alimentarán con ese puré a sus 25 millones de alumnos, y así hasta alcanzar “la nueva mexicanidad”.

No son esos cerebros los únicos inspiradores. Hay otros, muchos, cuyos nombres no registran los Libros sin recetas pero cuyos escritos son plagiados, como Rosa Cecilia Bustos Erazo, que propone en “Construcción de una pedagogía decolonial”:

Pedagogía crítica, como práctica democrática, que se inscribe en un proceso reflexivo, con epistemología, didáctica y pedagogía caracterizada por la dialogicidad, la criticidad y la otredad, con potencialidad hermenéutica de transformación, liberación simbólica y epistémica hacia una praxis decolonizadora,

párrafo que el Libro sin recetas (6) reproduce al pie de la letra. O como Ignacio Ayestarán, que escribe en “Pensamiento abismal y ecología de saberes” sobre la “monocultura productivista”, ante la que es necesario

recuperar y valorar otros sistemas alternativos de producción, ya tradicionales, ya modernos, que la ortodoxia productivista capitalista ha ocultado o desacreditado para subordinarlos. Esta ecología pone en cuestión el paradigma del desarrollo y del crecimiento económico infinito y la lógica de la primacía de los objetivos de acumulación y distribución predominantes en los flujos actuales de las economías del mercado global.

Lo que en el tercer Libro sin recetas reaparece así:

recuperar los modelos alternativos de producción (…) que la ortodoxia productivista capitalista ocultó o descalificó (lo que) cuestiona el paradigma del desarrollo y del crecimiento económico infinito y la lógica de la primacía de los objetivos de acumulación sobre los objetivos de distribución que sustentan el capitalismo global.

Y así sucesivamente: en ninguno de los dos casos referidos (y en muchos más) se menciona siquiera el nombre de los autores originales, porque (habrá que suponer), son europeos, o porque los derechos de autor son autoritarios y el plagio una manera de transformar el saber individual en “saberes colectivos”.

AMLO, el pedagogo

Pero más allá de su bibliografía refulgente, el joven Marx Arriaga se considera solo un traductor a programa pedagógico de la “postura ideológica que encabeza nuestro presidente”. En una entrevista de hace un año el joven Marx declara que fue el presidente quien ordenó “modificar los contenidos”; que la educación no fuera “para atesorar títulos” y “bienes materiales”, sino “que tenga una función social que sirva para la transformación del sujeto” (después diría que fueron los maestros quienes lo exigieron.) Al presidente se le mira sonriendo conmovido en una mañanera cuando el joven Marx traduce sus recetas para salvar a la patria

del modelo educativo neoliberal que es meritocrático, conductista, punitivo, patriarcal, racista, competencial, eurocéntrico, colonial, inhumano, clasista, que utiliza a la educación como un factor de legitimación de la diferencia, del clasismo y de la supuesta movilidad social.

El presidente (aficionado también a los calificativos denigrantes en serie) celebró que los nuevos LTG ya no están “enfocados a lo privado, hacia lo material, hacia el egoísmo” como en tiempos del “pensamiento único neoliberal”, y que ahora estén enfocados “a la fraternidad y la solidaridad”. Como su guía, el joven Marx también aborrece al mercado, al dinero y a la empresa. En la narrativa que divulga en innumerables conferencias, como esta, los LTG de la 4T (de Esteban Moctezuma) iban a seguir modelos occidentales que beneficiarían a los miserables “comercializadores de la educación” cuyos libros de texto (“ilegales”, dice) tenían como objeto educar “mano de obra barata” para que trabajasen en la maquila y en las empresas transnacionales, algo que enoja mucho al joven Marx, que prefiere al pueblo libre, aunque sin trabajo. A esos “comercializadores”, dice, hay que convencerlos “de que dejen de lado la educación y que permitan que el sueño de la izquierda se haga real y que la educación llegue a todos los niveles socioeconómicos”, dice sin hacer proselitismo.

Con frecuencia, el Comandante Supremo declara estar en contra “del pensamiento único” que, suele decir, es propio de las dictaduras (el suyo es único, pero a duras penas pensamiento, por lo que tiene dispensa). El joven Marx tiene también la dispensa, y además el poder para acusar a quienes osen criticar la unicidad de su pensamiento de “elitistas desalmados sin empatía” que no piensan, sino que “braman”.

Los Libro sin recetas y los LTG están plagados de convocatorias a combatir el “pensamiento único”, pero solo si ese combate se acomete desde el único pensamiento autorizado por la SEP, que es el del joven Marx; convocan también a luchar contra “el poder” (palabra que abomina), pero sólo desde el poder suyo. En 2021 el pequeño Marx inauguró un curso de capacitación para cambiar los LTG diciendo que “actuar desde el resentimiento imitando a las prácticas hegemónicas del pasado sería un grave error”, dicho lo cual, procedió sin resentimiento a instaurar las prácticas hegemónicas del presente, que son las suyas. Raro país el nuestro, donde quien detenta la hegemonía detesta al pensamiento hegemónico; donde más denuestan al poder quienes más lo disfrutan.

“Inquietud liberadora con sello azteca”

Desde que en 1933 Narciso Bassols recetó desde la SEP “la educación socialista” ningún otro pedagogo patrio había subordinado con tal enjundia el sistema educativo a su ideología preferida. Si el viejo Jesús Silva-Herzog se preguntó “para qué queríamos una educación socialista en un país no socialista, en donde además el 99% de los profesores no sabían siquiera qué era el socialismo”, el joven Marx ha recetado que sus dos millones de maestros, de los que se considera vocero y paladín, deberán entregarse a sus ideólogos recetados.

Es inevitable asociar lo que Jorge Cuesta escribió sobre Bassols y Cárdenas a lo que hacen ahora Arriaga y el presidente. Unos y otros “se adhieren a la idea de que la finalidad de la escuela no está en que sea escuela, sino en que sirva para lograr la transformación política del país, es decir, que la escuela sea un partido político”. Noventa años más tarde, se vuelve a recetar la conveniencia de comprometer “a la escuela en la adopción oficial de una fe político-religiosa” (que en ese momento era la comunista).

{{ Cito de “El comunismo en la escuela primaria” y de “Una nueva política clerical”, en sus Obras, México, El Equilibrista, 1994.}}

Ahora se trata de una fe político-religiosa otra, la del presidente y su ideólogo, que condensan los Libro sin recetas que “se centran en la enseñanza como la acción sustantiva de la práctica docente, en tanto acto político de transformación de la realidad educativa, escolar y comunitaria.”

El Libro sin recetas de la fase 3 es aún más claro, al anunciar que “este libro busca sensibilizar a los maestros” sobre este aspecto que ya se decreta irreversible:

El libro de texto como una contribución a la formación de un nuevo mexicano y una nueva mexicanidad afín a la transformación irreversible del país, respondiendo con ello al nuevo modelo de desarrollo social, político, cultural y económico que lo sustenta.

No es la primera vez que se discuten los LTG (de hecho, discutirlos es casi un ritual), pero sí la primera en que se receta que son irrenunciables y, como el régimen del que emanan, “irreversibles”, por lo que a partir de agosto, los “nuevos mexicanos” estarán sometidos a ella (aquí es inevitable evocar la linda idea del “hombre nuevo”, tan cara al Che Guevara, humanista muy dialógico). El no poder del joven Marx, ¡oh nuevos mexicanos!, nos ha no recetado subordinar a su no ideología la idea misma de lo que encierra la palabra “mexicanidad”, esa que tanto exploraron los cerebros y las almas de tantos pensadores equivocados que, infectados por el pensamiento hegemónico y colonizado, no vivieron lo suficiente para autorrecetarse lo que el joven Marx ha recetado sin recetas, y tuvieron que ser expulsados de la “nueva mexicanidad”, esa tierra prometida cuya entrada vigilan, como Aarón y Moisés, el joven Marx y el emancipador en jefe.

Si en 1933, a nombre de “la educación socialista”, el concepto “impureza ideológica” fue incorporado al artículo tercero de la constitución, los LTG del joven Marx abundan en equivalentes, igual que sus discursos. En el ya citado de 2021, por ejemplo, dice:

Como el “Che” Guevara señalara en un discurso del año 1965, él decía “es una fantasía realizar las metas del socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo”. Parafraseo la cita: es una fantasía generar un libro de texto gratuito que posea un enfoque social, humanista, que responda las necesidades de nuestro entorno, que no permita una segregación ni un predominio o privilegio en algún sector con la ayuda de las armas melladas que nos hereda un sistema capitalista centrado en la competencia, la productividad y el cansancio.

Desde esa fe que sintió el señor Che en 1965 es que el joven Marx se dio, en 2021, a la tarea de diseñar los LTG con armas tan resistentes a la melladura que aún refulgen en paraísos como Cuba y en Corea del Norte. Es un fervor que explica por qué en el Libro sin recetas aparezcan emocionadas evocaciones sobre los jóvenes guerrilleros que buscaban solidaridad en esos países:

Nadie parecía estar dispuesto a ser partícipe de la inquietud liberadora con sello azteca, hasta que la República Democrática de Corea (Corea del Norte) asumió el compromiso. Y es entonces que 53 jóvenes mexicanos viajaron a esa nación asiática, entre 1969 y 1970, para recibir adiestramiento militar y fundar el grupo armado Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR).

El párrafo forma parte de “Soñaron con asaltar el cielo”, capítulo de un Libro sin recetas que narra una historia del magisterio muy atenta a la pedagogía como guerrilla. No se menciona, obviamente, a (dice el joven Marx) “los compañeros, jesuitas, franciscanos y dominicos” que llegaron a México a imponer “la verdad eurocéntrica”; pero tampoco se menciona a Altamirano, a Gabino Barreda o a José Manuel Guillé, ni siquiera a Torres Bodet o a Vasconcelos, quienes, de acuerdo con su narrativa, tenían una deplorable “idea positivista ilustrada, romántica, del Estado-nación”, uno sin multiculturalismo y de una sola lengua, que era parte de “la ingeniería social” para tener calmado al pueblo y adiestrarlo en el servicio del poder.

Pero si esos ingenieros sociales no aparecen en la historia del magisterio, sí lo hacen las “escuelas de entrenamiento guerrillero” de Víctor Rico Galán; los “profesores rurales como Genaro Vázquez, Lucio Cabañas y José Santos Valdés” que “ejemplifican las demandas de una época y el compromiso de los maestros con sus comunidades, convirtiéndose en líderes sociales que trascendieron las aulas” y “los jóvenes estudiantes mexicanos de la Universidad Patricio Lumumba, en la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)” que aprendieron a “ser el motor de la historia y la opción para construir una nueva realidad mexicana”. El joven Marx, graduado a destiempo de esas escuelas de “la vía para alcanzar la utopía”, cree tanto en ellas que en el Libro sin recetas “secuestrar” se dice “retener” y asesinar a un retenido se llama “ajusticiamiento como medida radical” (p. 22). El capítulo culmina con un llamado a no

desarrollar nuestro pensamiento crítico sin una conciencia de clase y sin una memoria histórica completa, sin censuras, sin quiebres, sin mezquindades. Como apuntaba Lucio Cabañas: “Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano”.

Este gusto por asaltar al cielo palpita en la emoción pedagógica del joven Marx. En un conferencia titulada “¿Se pueden diseñar materiales didácticos dialógicos?”, entre un mazacote de Bajtin y formalismo ruso, el pedagogo se refiere desdeñosamente a los viejos LGT que promovían la importancia de estudiar y prepararse para la vida con discursos que, a su parecer, son dominantes, monoculturales, monológicos y monoetcétera. El joven Marx propone en cambio una pedagogía que rescate textos “marginados” y pone como ejemplo uno sobre formar “jóvenes rebeldes” adversos a “la ilusión de mejorar” propia de “las clases pudientes”, esas que solo aspiran a tener “dinero y guaruras”. Lee emocionado el pedagogo:

En este país el que no es rebelde está castrado… Muchos universitarios desconocen su vocación… Hay que prepararse… ¡Debemos prepararnos para tomar el poder! No le saquen… Debemos tomar el poder ahora nosotros, los que no estamos castrados… tenemos que sustituir a esos tipos domesticados que reprimen, que roban, que mandan matar, que han sumido a este país en la vergüenza, a toda la bola de lamepelotas del periodismo… El cambio tiene que llegar a todos, incluso al mismo ejército… Es muchísima la gente descompuesta, corrompida, domesticada, un cáncer que se debe extirpar sin dejar nada, para que no vuelva a crecer, como a una mujer que se le extirpa un seno completo y no un pedazo…   

Bueno, pues más allá de las castraciones y amputaciones que parecen inquietarlo, este discurso le parece al joven Marx un ejemplo cabal de “heteroglosia dialogizada” (algo en lo que su estupefacto auditorio de docentes parece estar de acuerdo). Es un momento intrigante ese, una catarsis final del raro frenesí que mueve a nuestro pedagogo. Como en toda fe religiosa, esa exaltación del martirologio (tan presente, por ejemplo, en el castrismo, como lo narró Guillermo Cabrera Infante) se graduó a apoteosis en un tuit reciente del joven Marx, irritado por la crítica que dice amar:

Es muy extraño. El pedagogo que aborrece la “lengua oficialista” y “el discurso monológico” porque “erradica la cuestión del diálogo, somete, es autoritario y dice: esto es un hecho verdadero”, amenaza con morirse si alguien duda de la absoluta verdad de los hechos que receta.

La persona del joven Marx

Se formó como filólogo en la UAM y en la Universidad Complutense de Madrid con sendas, mediocres tesis sobre el verso en los siglos XVI y XVII. En sus larguísimas conferencias a los maestros quedan algunos remanentes de esa formación, cuando hace referencias a los clásicos. La más divertida es que la primera estrofa del Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz,

Piramidal, funesta, de la tierra
nacida sombra, al Cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las Estrellas,

anticipa a su Nueva Escuela Mexicana: la sombra es la ignorancia y el obelisco es el progreso de la conciencia crítica, etc.

Su currículum dice que “Es autor de múltiples artículos indexados y de más de un centenar de conferencias y talleres nacionales e internacionales”. Hay dos o tres gugleables en línea, en los que aparecen de inmediato párrafos que tienen una peculiar idea de la puntuación:

Partamos de cuestiones generales, a lo largo de esta investigación, planteo una revaloración de los tratados teórico-literarios del Siglo de Oro.

y de la redacción:

El motivo de este artículo es sencillo: dar a conocer las ideas principales de Caramuel sobre versificación, pero antes del todo, entiéndase el contexto actual.

Atiza. Debería leer el LTG del tercer grado, en el que hay una sección titulada “¿Por qué es importante aprender a usar la coma?”

Sí leyó en cambio el LTG de primer grado de secundaria que se titula Lenguajes, en cuya presentación le pregunta a los alumnos:

¿Alguna vez imaginaron que llegaría el momento de ser y estar involucrados en propuestas educativas de interés propio y común? El político, sociólogo y revolucionario ruso, Mijaíl Bakunin, aseguraba: “Al buscar lo imposible, el hombre siempre ha realizado y reconocido lo posible. Y aquellos que, sabiamente se han limitado a lo que creían posible, jamás han dado un solo paso adelante”. De acuerdo con esta referencia, ¿dónde se ubicarán? ¿En una cómoda apatía o en un espíritu indomable y revolucionario?

Quién sabe, aunque la pregunta parece estar más bien dirigida a sí mismo. Supongo que lo habrá imaginado cuando las misteriosas circunstancias lo ascendieron de oscuro filólogo a ideólogo tonante; cuando esas circunstancias lo hicieron responsable de buscar lo imposible, lo ascendieron a indomable y revolucionario, y le permitieron convertir los Libros de Texto Gratuitos en “una lucha social histórica”, declararla “irrenunciable” y, trepado en la espalda de millones de niños, asaltar al cielo, como dijo el otro Marx… ~

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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