Dos especies

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Ignacio Martรญnez de Pisรณn

El dรญa de maรฑana

Barcelona, Seix Barral, 2011, 382 pp.

 

Hay dos especies de personas: las que creen que hay dos especies de personas; y las que piensan que cada persona es una especie.

Esa paradoja puede servir tambiรฉn para conocer a los escritores. Especialmente cuando tratan temas polรญticos. La Guerra Civil espaรฑola, la dictadura franquista y su transiciรณn, han dado tema –y lo darรกn por mucho tiempo– a ambas clases de novelistas. Solo un par de buenos ejemplos recientes. El corazรณn helado, de Almudena Grandes y La noche de los tiempos, de Antonio Muรฑoz Molina. Volรบmenes equivalentes en extensiรณn y ambiciรณn. Y en nada mรกs.

En la novela de Grandes las personas se dividen nรญtidamente en dos especies: los franquistas malos y los republicanos buenos. En la novela de Muรฑoz Molina, cada persona es una especie inesperada: hay republicanos llenos de dudas y algรบn franquista decente. Pero sobre todo hay personalidades rebeldes a las simplificaciones polรญticas o รฉticas. Seres complejos, resistentes a los partidismos; seres humanos.

Narrar un mundo dividido en dos especies es seguro y popular. Complace a las mayorรญas que buscan una literatura de evasiรณn, en lugar de una de confrontaciรณn, con la realidad: ese sitio infortunado donde malos y buenos no se distinguen tan claramente. En esas novelas ideales las decisiones รฉticas, y sus consecuencias, rara vez atormentan a los personajes, guiados por la omnipotente superioridad moral del autor.

Cuesta mรกs narrar un mundo donde cada individuo es una especie. Tambiรฉn es duro, exige valentรญa literaria. Cuando los protagonistas son inclasificables e impredecibles sus opciones se ramifican. Y los problemas del autor tambiรฉn. A veces hay que osar escribir sobre un personaje a priori repudiable, sin condenarlo. Refrenarse para no convertir al novelista en juez, cura, o comisario. Llegar a compartir la angustia de Dostoievski: cuando los malos son tan humanos como los buenos (y alguno mรกs).

Pisรณn lo hace en El dรญa de maรฑana. Doce voces narradoras se preguntan por la naturaleza y el destino de Justo Gil Tello, “el Rata”, su mรญsero protagonista. Pequeรฑo de porte y acaso de alma. Estafador de poca monta, informante de la brigada social de la policรญa franquista, facha fallido. Fallido en casi todo, excepto como galancete de barrio (y como personaje). Un don nadie al que serรญa tan fรกcil ningunear como simplificar. Y, sin embargo, los doce testigos en este peculiar panel literario cuentan lo que saben de รฉl y se preguntan por lo que no saben, sin llegar a una conclusiรณn absoluta. Mientras el autor se abstiene, impecablemente, de juzgar, catequizar o aleccionar.

Ecuanimidad narrativa manifiesta desde la imborrable escena inicial. A finales de los cincuenta del siglo pasado, un Justo quinceaรฑero, pobre e ignorante, emigra de su pueblo aragonรฉs a Barcelona, llevando a cuestas a su madre invรกlida, en estado vegetal. Cargรกndola sobre sus espaldas trepa los tres pisos hasta la casa de unos primos lejanos que lo acogen, en la calle del Tigre. El personaje y su misterio caben en esa escalera. El trepador social que, por mucho que suba, no dejarรก nunca de cargar la miseria de la que viene. Bajo cuyo peso sucumbirรก al final.

La inescrupulosa ambiciรณn de Justo Gil Tello convive con su perruna devociรณn por esa madre dolorosa, o su amor inexpresado por Carme Romรกn. Por la madre cometerรก sus primeras estafas, para financiar quimรฉricas curaciones mรฉdicas o mรญsticas. Por ella va a estafar incluso a Carme, la รบnica mujer atractiva a quien no intenta conquistar, acaso porque la ama de verdad.

Logro no menor de Pisรณn: que en un personaje tan chico (de porte y alma) quepan tantas incรณgnitas. Tampoco es posible encajar al Rata en la melodramรกtica opciรณn del malo por necesidad o despecho. Su falta de escrรบpulos y su ambiciรณn son demasiado imperiosas, se parecen al hambre pero no cesan cuando las ha saciado. Se sospecha su placer en el engaรฑo y el espionaje. Su oscuro instinto de daรฑar por daรฑar. Su gratuita inquina contra los buenos y los correctos.

Concebir a cada persona como una especie, respetar el esencial misterio y ambigรผedad de cada vida, tiene premios y precios. Pisรณn gana varios y paga algunos. Entre los precios de su neutralidad narrativa, delegada en ese coro de testigos dispares, estรก nuestra falta de comunicaciรณn con Justo. Todos tienen la palabra sobre el protagonista, menos รฉl mismo (y el autor). No oรญmos sus descargos ni justificaciones, quizรกs porque ni siquiera se molesta en tenerlos. En el รบnico juicio al que es sometido opta por no defenderse. Como una autรฉntica “rata”, no le importa ser condenado mientras pueda librarse de la cรกrcel. La dignidad es un lujo, parece decirnos. Pero no es posible saberlo a ciencia cierta, como casi nada mรกs acerca de Justo.

Muchos aรฑos despuรฉs, uno de los espiados por este pequeรฑo soplรณn intenta saber quiรฉn fue el que lo acechaba. No busca un “chivato expiatorio” en el cual representar todo el mal de una รฉpoca. “ร‰l no buscaba tanto ilustrar como conocer, averiguar. Comprender al enemigo, al traidor, a la persona que se habรญa acercado a รฉl y a los suyos para delatarles.”

Para comprender a la persona, ese testigo dibuja de memoria retratos de esa รฉpoca. En ellos: “el retratado sin parecerse nunca era siempre el mismo”. En otras palabras, el enemigo no se parece a lo que esperarรญamos de รฉl; siempre nos traiciona un individuo, no una clase. Ese testigo y Pisรณn son de los que creen que cada persona es una especie, una multitud, un misterio.

Entre esa multitud de misterios, que es Justo, el lector de El dรญa de maรฑana queda en libertad de escoger el suyo. Yo escojo el mรญo. Al final de la novela, derrotado y esperando que lo asesinen por una traiciรณn, el Rata sobrevive vendiendo caracoles que recoge en una ribera. “Justo venรญa por el camino con un saco de caracoles al hombro.” Dos hombres detienen un auto a su lado. El Rata se inclina para hablarles. Ese saco de caracoles pesa ahora sobre su espalda. Mirado de lejos y sin odio, parece el mismo adolescente que tantos aรฑos antes llegรณ a Barcelona y a la novela. Toda su vida fue un trepar aquella escalera, cargando con su madre invรกlida. ~

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Es escritor. Si te vieras con mis ojos (Alfaguara, 2016), la novela con la que obtuvo el premio Mario Vargas Llosa, es su libro mรกs reciente.


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