El nacimiento de una escritora

Caja 19

Claire-Louise Bennett

Traducción por Traducción de Laura Wittner

Malas Tierras

Barcelona, 2024, 222 pp.

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Los títulos de los capítulos, desiguales en longitud, de Caja 19, primera novela de la escritora Claire-Louise Bennett –“Una tontería”; “Chispazo”; “¿Puedes meter los pájaros, por favor?”; “Hasta la eternidad”; “Las cosas bonitas”; “Éramos el drama” y “Mujer salida de la nada”– no dan pistas demasiado concluyentes de lo que vamos a encontrar, pero sí dan una idea del tono de la novela y del tipo de escritora que es Bennett: más del estilo que de la trama, incluso cuando en esta novela se cuentan cosas fundamentales para la narradora sin nombre. Como no tiene nombre, se hace escritora y, al igual que Bennett, es inglesa pero está instalada en Irlanda, el atajo del pensamiento nos lleva a creer que es una novela autobiográfica. Es irrelevante. La novela lleva ese título porque es el puesto que ocupa la narradora en el supermercado de su ciudad, en el que trabaja en verano y otros periodos festivos, la caja 19. Desde ahí, inventa historias para personas que pasan por su caja, pero que bajo su boli y anotados en un cuaderno, se convierten en personajes. A este juego, el de escribir, ya se dedicaba la narradora desde pequeña, usaba las últimas hojas de los cuadernos de clase, por ejemplo, o cuartillas, como las que un día rompe un novio que tiene.

Caja 19 es el relato de la construcción de una voz. Pero hay algunas particularidades. Una es que la novela se construye con la reescritura de cuentos que la narradora ha ido escribiendo. Es decir, se repasan esos cuentos, que se incluyen y se comentan, se reelaboran o se explican. La ficción del relato escrito se mezcla con las lecturas de la narradora, que son tan importantes (o más) como las peripecias vitales. El capítulo tercero es ejemplar en ese sentido, y es en sí mismo una especie de caja china: es un cuento inserto en la novela, que a su vez contiene un ensayo. “Parece que al volver a contarlo me he dejado llevar. Pero es que desde entonces he leído y escrito tanto que no es de extrañar que en este tiempo ciertas ideas relacionadas con la potencia de la palabra escrita, basadas en experiencias directas y radicales, se hayan ido desarrollando dentro de mí y encuentren la manera de salir –aunque un poco trilladas, con un vago recuerdo de Hermann Hesse revoloteando cerca–.” Estas reelaboraciones incluyen lo leído y cuándo, cómo se va construyendo su itinerario lector –hay una época en que lee a muchos hombres porque quiere entender cómo piensan, en otra le seducen las aventuras, después, se cansa y pasa a leer sobre todo a escritoras–, que es su formación como escritora también. Aunque tal vez no lo diga de manera explícita, queda clarísimo que para la narradora/ensayista (¿Bennett?) leer y escribir si no son la misma cosa, al menos parece que van siempre juntas, una alimenta a la otra.

Podemos distinguir la cronología vital de la narradora como estructura temporal de la novela, que se remonta hasta el inicio de la pasión lectora, que se da con A start in life, de Alan Silitoe [no con la novela de Anita Brookner, como se encarga de aclarar], del que recuerda que le resultaba atractiva la idea del narrador de que no hacer nada es en realidad complicado. “De hecho, estar ocioso es todo un arte. Exacto, todo un arte, y hay muy pocas personas con las agallas y la fortaleza como para lograrlo. Leer al aire libre una tarde de verano. Cuando hay una seguidilla de semanas de días cálidos y soleados uno detrás del otro. No existe nada igual. Era lo que más nos gustaba.” Los profesores del pasado conviven con compañeras (Natasha), amigos (Dale) y novios, todos conviven en su memoria con personajes de las ficciones que lee, con los escritores que va descubriendo y con los personajes de su propia invención; reales o inventados, todos están en su cabeza. La narradora dialoga con Una habitación con vistas, de E. M. Forster (la lectura de la novela la lleva a hacer un viaje a Italia; la lee años después y su percepción del libro cambia), por ejemplo. Y en la escritora de Brighton Ann Quin, autora de Berg, con la que la narradora teje conexiones más o menos azarosas que redundan en esta idea de mezclar literatura y vida.

He dicho que podemos ver un cierto orden cronológico, pero no es del todo lineal, hay como bucles, que tienen que ver con que la narradora dilata lo que quiere contar: utiliza las lecturas y los comentarios para envolver y proteger la confesión que va a hacer y que tiene que ver con una violación. Ella misma no sabe cómo ha de reaccionar: “Claro que una participa, claro que no existe eso de no hacer mucho, no se puede desconectar el cuerpo, ¿cómo no lo sabía? ¿Como algo? ¿Tal vez una tostada con queso? ¿Te encuentras mal? ¿Es para tanto? ¿Vas a llorar? ¿Sí o no? ¿O vas a obligarte a llorar porque te parece que tendrías que llorar? ¿De verdad ha sido tan horrible o solo desagradable? Hay que tomar una decisión y atenerse a ella, ¿vas a sentirte mal por eso o no?.” Esa dilación es también una manera de desviar el foco, de no convertir ese episodio en el centro de la novela.

“Estudiábamos literatura pero no leíamos para ser inteligentes y aprobar los exámenes con las notas más altas; leíamos para cobrar vida. Nos perdía detectar metáforas, símbolos, analogías, presagios…, en libros y en nuestras realidades inmediatas. Confundíamos vida y literatura y cometíamos el error de creer que todo lo que pasaba a nuestro alrededor nos señalaba algo, algo sobre nuestras pequeñas existencias, nuestros corazones subdesarrollados y, más importante, sobre lo que vendría”; escribe Bennet hacia el final del libro. Caja 19 es una novela que es ensayo a la vez y cuya apuesta de estilo es rotunda y coherente pero no asfixiante; es juguetona, huye de la victimización y cuenta de un modo apasionado la enfermedad de leer. ~

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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