El optimismo de Ivanka Trump no empodera a las mujeres

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De un tiempo acá ha prosperado el negocio del empoderamiento de las mujeres. Entre la publicidad, los best sellers y el patrocinio de marcas prestigiosas, me lo imagino lucrativo. En el Día de la Mujer y efemérides afines, las empresas con “compromiso social” invitan a foros con títulos tan prometedores como Querer es mujer, mujer es poder en los que un puñado de empresarias, asesoras de imagen y coaches de vida comparten los secretos de su femenino éxito.

Entre libros, audiolibros y descuentos para la siguiente charla empoderadora se multiplica el negocio de esa superación personal femenina que nada tiene de feminista. Women who work (Mujeres que trabajan sería su título en español, aunque espero que no se traduzca a nuestro idioma), de Ivanka Trump, está dirigido a ese mercado en que el optimismo se vende como empoderamiento.

En su versión comercial de la lucha feminista, Ivanka Trump se imagina que la autonomía es sinónimo de autoestima. La discriminación y la desigualdad no son obstáculos para la self-made woman. La lectora de Women who work sabrá de negociación y podrá “tomar las riendas de su carrera profesional para romper el techo de cristal por sí misma”[1], como promete el capítulo tres. Mejor aún: “la pasión y la perseverancia”, afirma para asombro ya no de las feministas sino de los economistas, “son los grandes igualadores de oportunidades”.

Quizás el libro de Ivanka no tenga el tono esotérico de El Secreto; no por ello es menos delirante. Un aumento de sueldo –y, por lo tanto, la paridad salarial entre hombres y mujeres–, horarios flexibles para las trabajadoras que son madres, el ascenso a un puesto directivo, todo eso y más depende de la disposición de cada trabajadora para cambiar su vida.

El costo del tiraje completo de Women who work no alcanza para calcular las consecuencias de las ideas que divulga. La propuesta de Ivanka Trump es peligrosa porque despolitiza los temas de la agenda feminista para volverlos un mero desafío personal y, por lo tanto, la responsabilidad individual y solitaria de cada mujer.[2] En vez de advertir que “lo personal es lo político”, Ivanka piensa que el mundo laboral es cosa de cada quien:

Mi esperanza para este libro es que ayude a nuestra generación a cambiar la narrativa de las mujeres en el trabajo, y que sirva para darte el valor para que te conviertas en una mejor líder, una que crea la vida que quiere vivir. Este libro es una evolución de mi misión personal y de la de la marca que he construido para ayudarte a navegar los desafíos y oportunidades que enfrentas hoy y en los siguientes años.

Organizado a partir del arco de la carrera de las mujeres –desde identificar tus pasiones hasta liderarte a ti misma, a tu equipo y tu compañía– cada capítulo te empoderará para crear la vida que quieras vivir.

Llama la atención que, en las 200 páginas que la heredera dedica a pensar el combo mujeres-oficina, no mencione una sola vez el acoso sexual en el trabajo o el mansplaining. Nada dice sobre los prejuicios, la condescendencia y el abuso que se permiten los jefes con sus empleadas. Nada hay sobre la atención “romántica” que los colegas dedican a sus compañeras. Ivanka tampoco intuye que miles de mujeres usan medios de transporte inseguros y caminan por trayectos peligrosos para llegar puntuales a marcar la hora de entrada en el reloj checador. La violencia sexual de género no existe entre las cubiertas de este libro.

Hay que esperar hasta el capítulo cinco para que Women who work hable de las trabajadoras que también son madres. “El balance entre la oficina y la casa es imposible”, dice, y por eso advierte que debemos escoger una pareja que, como su marido, esté dispuesta a dividirse el quehacer doméstico. Cosa sencilla. Por supuesto, no repara en los millones de madres solteras que habitan en el mundo o en las mujeres que viven con maridos que abusan de ellas o que son indiferentes a su frustración y cansancio. “Si la gente cree que no eres eficiente porque también eres mamá, no los dejes tener razón”, escribe para cerrar este apartado.

Solo en el último capítulo es posible enterarse de lo que en verdad hace la empresaria Trump por crear mejores condiciones para las mujeres que emplea. De acuerdo con ella, otorga a sus empleadas permisos de maternidad, les permite trabajar en horarios amigables para que puedan recoger a sus hijos de la escuela o atenderlos si se enferman, y ha destinado una habitación de la oficina para que sea usada como área para niños. Todo esto, concesiones que la ley no exige pero con las que, dice, se ha comprometido.

Lo que sospechamos de Ivanka Trump es cierto: no conviene pensarla como autora, sino como marca, quizás una filial o hasta una franquicia de la Trump Organization. Y es que cada tanto cuela una mención –un anuncio, ¿qué más podría ser?– de su línea de ropa o de su portal web con contenido para mujeres. Aunque también parece que este recurso pretende regalarle algo de legitimidad al texto, al servir como evidencia de que su autora en verdad es exitosa.

A pesar de todo, una no deja de preguntarse cuál es la experiencia que podría acreditar a Ivanka en la lucha por el empoderamiento de las mujeres, una misión a la que dice haber dedicado toda su vida profesional. Fundó su compañía de ropa, asegura, para que las trabajadoras pudieran “expresarse por medio de la moda”; su línea de joyas le permitió a las mujeres “dejar de esperar a que los hombres se las compren”. 

Reconozco que soy la peor reseñista de libros de motivación; conozco muy poco la oferta en ese género. Pese a ello, no encuentro entre los consejos de Ivanka uno que no haya escuchado antes. “Hay que soñar en grande pero fijar metas que se puedan cumplir a corto plazo”; “Está mal visto cruzar los brazos en una negociación”; “Nos conviene escuchar más a nuestros compañeros de trabajo”; “Saber organizarse es imprescindible”; “Ser proactivo es una virtud”. Estas reglas están impresas en todas las publicaciones del género motivacional e Ivanka lo reconoce, pues buena parte del libro es contenido citado de otras fuentes (The 7 habits of highly effective people, de Stephen R. Covey o The road to character, de David Brooks, son apenas un par de ejemplos). Me pregunto cuál es el número máximo de citas que puede permitirse un texto antes de bordear el plagio, y si las comillas bastan para librarse de esa acusación.

También admito que pertenezco a ese grupo de indeseables que se queja con frecuencia, soy parte de la “gente tóxica” que Martha Debayle e Ivanka Trump aconsejan evitar. Como muchas feministas, entiendo que mi género determina –sin que yo lo consienta– mi nivel de ingreso, las oportunidades que he tenido y tendré, la inseguridad de mi recorrido entre la casa y la oficina e incluso la percepción que tienen los otros de mi cuerpo, ya sea como invitación sexual o como blanco de burlas contra el sobrepeso. Peor aun: entiendo que estas experiencias no sólo son mías, sino que las comparto con todas. Confío en la solución política y colectiva de estos problemas no porque rehúya la responsabilidad de mis decisiones, sino porque adivino que la reforma de las leyes, el monitoreo de su aplicación, un sistema judicial con perspectiva de género, el activismo y los movimientos sociales pueden más que mis buenos deseos o que los cinco puntos de Ivanka Trump para negociar las condiciones de mi contrato. 

 

[1] Ivanka Trump, Women who work. Rewriting the rules for success. Penguin, Nueva York, p. 14.

[2] En “La lucha por las necesidades: esbozo de una teoría crítica socialista-feminista de la cultura política del capitalismo tardío”, Nancy Fraser explica la despolitización de otros temas de la agenda feminista.

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(Ciudad de México, 1986) estudió la licenciatura en ciencia política en el ITAM. Es editora.


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