El rencor, de Fabrizio Mejía Madrid

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“En política se vale de todo menos perder”, dice Júpiter Gómez, uno de tantos priistas trácalas y mañosos que aparecen en El rencor, la reciente novela de Fabrizio Mejía Madrid. Esta frase concentra la filosofía de quienes se las arreglaron para mantenerse en el poder durante setenta años, y también es un buen ejemplo del tono que el autor eligió atinadamente para construir su libro, pues décadas de corrupción y abuso sólo pueden diseccionarse bajo el escalpelo del humor negro sin caer en la depresión.

En tiempos de declive para el PRI, Mejía Madrid se puso el overol del paleontólogo y desenterró la historia del Partido que inventó la política tal y como la conocemos hoy en día. Porque una de las certezas que se desprenden de esta novela es que, aunque el tricolor es pieza digna de museo y algunas cosas han cambiado, su herencia maldita sigue presente en distintos ámbitos de la grilla nacional. Y, como el Terminator de Schwarzenegger, puede revivir en cualquier momento.

Max Urdiales es el Virgilio que conduce por este descenso al inframundo de la política. Fantoche y ocurrente al mismo tiempo, siempre necesitado de público (los taxistas son sus favoritos), y urgido, sobre todo, de regresar a las primeras filas del Partido, recibe la encomienda de buscar al esquivo Licenciado X., quien parece estar saboteando la campaña de Zedillo. En su periplo recorre parajes recónditos y vive episodios dignos del surrealismo mexicano: en Tepatepec, por ejemplo, se topa con un puñado de manifestantes que reclaman su derecho a regar las parcelas ¡con aguas negras!, y en la selva veracruzana conoce a uno de los cuatro dobles del malogrado Colosio, quien está empeñado en seguir haciendo campaña porque extraña los aplausos grabados con los que fue entrenado.

Paralelamente, Urdiales reconstruye la vida del Licenciado X., de quien fue asistente y a quien debe su ingreso al Partido. Tras la fachada de un grupo suscrito a las Juventudes Revolucionarias, Urdiales realiza diversas tareas absurdas –¿existen otras destinadas a los peones de la grilla?– para su mentor, la principal de las cuales es recopilar frases célebres de la colección empastada de teleguías que el político guarda en su biblioteca, para que éste luego las utilice en comidas y otros eventos sociales.

La historia del Licenciado X. es también la del PRI, un partido “que se concibió no para ganar el poder, sino para no perderlo”. Uno de los episodios memorables de la novela es cuando se narra el parto del “alimento de la democracia”. En 1947, pasada la disputa de los sindicalistas contra los obreros, estos últimos se ofrecieron ante el presidente Miguel Alemán para “ayudar en la construcción de la unidad nacional”. La respuesta: tortas para todos. Por cada voto con el que apoyaban, recibían a cambio comida. “La torta –explica Urdiales, en una reflexión tanto sociológica como culinaria– fue el vínculo material del Partido con los sindicatos, los barrios marginales, los campesinos, los indígenas. La torta duraba diez minutos, mientras que los votos perduraron sexenios y sexenios.”

Con un ritmo que nunca decae, Mejía Madrid retrata hábilmente el país de la mentira, el de los favores con v de vuelta, el de los avariciosos y leales en la trampa; muestra sin pudor una nación en la que la mierda tiene precio y hasta los muertos votan. Un lugar en el que el rencor se hereda porque es “algo que vive desde antes que nazcamos”. México, el país donde el éxito “no equivale a la victoria sino al aguante”, donde la tarea de los políticos es encargarse de que todo siga igual y nadie entienda nada: “Le llamamos grilla a la política mexicana porque es justo lo que queremos que la gente piense de ella: un ruidero incomprensible que viene de la noche”, sentencia al final del libro el Licenciado X. Ante tal realidad, la única medicina posible es el sarcasmo. Y en ese sentido El rencor se toma a gozosas cucharadas. ~

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Su libro más reciente es el volumen de relatos de terror Mar Negro (Almadía).


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