Emma notó que le faltaba una zapatilla

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Francisco Hinojosa. Emma. Oaxaca, Almadía, 2014, 96 pp.

 

Todos los Francisco Hinojosa se reúnen en Emma, un relato que parte de la fantasía más infantil –la de la Cenicienta– para después desarrollarse en la realidad más desproporcionada y alucinante –el mundo de la pornografía–. La novela inicia con el cumpleaños número dieciocho de Emma de Brantôme, huérfana que habita la buhardilla de la casa de sus tíos, los insoportables Du Barry. Su destino se transforma milagrosamente al recibir una carta de la Escuela Bataille, por la que descubre que sus padres fueron las más grandes estrellas del porno, que murieron en circunstancias sospechosas y le dejaron una herencia inmensa para que, como ellos, curse estudios en la prestigiosa institución encargada de formar a los profesionales del mundo del sexo. Así inicia una aventura que incluirá clases de introducción al coito y arte culinario afrodisíaco, una intriga detectivesca, una resurrección y el esfuerzo colectivo de toda la escuela –hombres y mujeres– por tomar la virginidad de Emma de Brantôme.

Como en otras obras de Hinojosa, la irreverencia que predomina en Emma tiene como fondo el insoportable tedio de la vida cotidiana. Irreverencia y tedio se encuentran en una relación dialéctica: la profundidad del tedio es equivalente a la intensidad de la irreverencia. Esto es algo que Hinojosa había explorado ya a través de la trama policial: cuentos como “Informe negro” o “Quijote Hidalgo” narran las aventuras de ciudadanos anodinos que un día deciden convertirse en detectives. Así en Emma: “A continuación Emma le platicó a Veronique toda su inútil y tediosa vida…” Además, al partir del relato de la Cenicienta –y sus variaciones populares, como Harry Potter– Hinojosa hace de este deseo de transformación el motor principal de su novela: en el fondo, la figura de la Cenicienta expresa el anhelo profundo por parte de los hombres de ser otro, la sospecha de que nuestra vida no es en verdad nuestra y que en alguna otra parte una existencia más auténtica nos espera: “De haber sido casi invisible en su vida cotidiana, pasaba ahora a convertirse en un centro de atención indudable.” Desde esta perspectiva, no resulta ya para nada chocante que la aventura de Emma desemboque en el mundo de la pornografía: “Bourg Saint-Honoré es una isla imaginaria dentro del mar de la rutina, una fábrica de fantasías, un edén que, de tan soñado por muchos hombres y mujeres insatisfechos, acabó por materializarse. Lo que no les sucede en la realidad a los visitantes, les pasa por la cabeza y los colma de placeres.” Emma trata sobre las formas en que se materializa la fantasía, las formas en que la fantasía irrumpe en la vida cotidiana, sean estas cuentos de hadas, bestsellers o películas pornográficas.

Hinojosa puede además permitirse altos grados de irreverencia porque siempre trabaja sobre una realidad que es harto conocida para el lector: en este caso los cuentos de hadas y la pornografía, pero pensemos también en la academia (Un tipo de cuidado, 2000) y en la política mexicana (Poesía eras tú, 2009). El humor –el chiste– reside entonces en la desviación, en el rompimiento de la expectativa. Hinojosa es consciente de la existencia de una lógica del lector, un lugar, por lo general poco advertido, desde el cual el lector lee y juzga. En Emma esta conciencia se transforma en mecanismo de creación: la obra de modo consistente nos ofrece posibilidades solo para negárnoslas después. Por ejemplo, Emma contiene el germen de una intriga detectivesca: el responsable de la misteriosa muerte de sus padres parece estar también tras los pasos de la muchacha. Sin embargo, incluso antes de ponerse en marcha esta trama, cuando el lector espera la aparición del primer cadáver, la víctima aparece, no muerta, sino kafkianamente transformada en cangrejo. Páginas más adelante, se nos narra la muerte de otro joven al intentar besar a Emma, pero todo el pasaje aparece tachado y el pasaje siguiente, en contraste, narra su triunfo amoroso. La resolución del misterio es decididamente anticlimática: “¿Solo por ser su amante… solo por rivalidad con nuestra escuela…? No suena con mucha lógica.” La lógica de la que aquí se habla no es, por supuesto, la lógica de la vida, sino la lógica del lector. Emma no es un libro al que el lector tenga que hacer preguntas sino un libro que hace preguntas al lector: ¿cómo lees? ¿qué esperas al leer? ¿qué deseos buscas satisfacer con la lectura? Además, al darle realidad a las posibilidades negadas, Hinojosa enfatiza el carácter contingente de la obra de arte, su precario estado entre el ser y el no ser: su absoluta libertad.

Emma no solo debe leerse como un irreverente recorrido por una realidad demasiado conocida sino también como un trayecto no menos divertido por el mundo de la literatura. Abundan el pastiche, el homenaje, la parodia. Emma es una celebración, frenética, de lo literario: existe la Escuela Bataille, todos los personajes llevan nombres de escritores, se compran brassieres marca Papini y calzones marca Chateaubriand. Y es que Hinojosa no ignora –no puede ignorar– que la literatura es también un espacio en el que buscamos la realización de nuestros anhelos más profundos. Así, como el lector que busca satisfacer sus deseos en el libro que lee, el escritor no se priva del placer de construir su mundo a partir de sus fantasías más queridas: los libros y los autores que ha leído. Coherentemente, Hinojosa construye su fantasía con los materiales de la fantasía por antonomasia. Kafka, en sus diarios, repetía una y otra vez ser, y querer ser solo, literatura. Francisco Hinojosa podría hacer la misma afirmación sobre sí mismo y ofrecer Emma como prueba de ello. ~

 

 

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(Mérida, 1988) es crítico literario. Ganador del segundo concurso de crítica convocado por Letras Libres


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