La ausencia que somos

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Terrence W. Deacon

Naturaleza incompleta. Cรณmo la mente emergiรณ de la materia

Traducciรณn de Ambrosio Garcรญa Leal

Barcelona, Tusquets, 2014, 596 pp.

¿Hay alguien ahรญ? Las investigaciones sobre la naturaleza de la mente suelen oscilar entre el dualismo y el monismo (como tantas cosas en la historia de la filosofรญa). Spinoza, a diferencia de Descartes, pensรณ que “la mente humana es la idea del cuerpo humano”. Pero, sobre todo, cuando hablamos de mente pensamos en la conciencia, que alude a ese yo, agente invisible y que suele dar noticias de lo que sucede, sucediรณ y tal vez suceda. Algunos cientรญficos han pensado que la conciencia es una mera consecuencia de las leyes fรญsicas o es algo distinto (Douglas R. Hofstadter). “Algo distinto” es una alusiรณn a un alma inmaterial, sea lo que fuere “alma”. La facultad de saber es inconsciente, pero la conciencia tiene que ver con el darse cuenta y con la libertad. El gran sir Charles Sherrington afirmรณ que la mente ha construido el mundo natural objetivo (del filรณsofo natural) excluyรฉndose a sรญ misma. Erwin Schrรถdinger, en su viejo y precioso librito, Mente y materia, reflexionรณ sobre este tema desde una visiรณn monista: “El mundo me es dado de una sola vez: no uno existente y otro percibido. Sujeto y objeto son una y la misma cosa.” Esto nos recuerda la idea budista, solo que ahora se apoya en la experiencia de la fรญsica del siglo XX. Sin embargo… lo vivimos como problema, y solo nosotros, que sepamos, y sobre todo en grado tan complejo, percibimos que hay alguien dentro, un mediador, una consciencia inserta entre la materia y la materia. Un pliegue capaz de elaborar sรญmbolos, lenguajes, teorรญas. En la actualidad, las investigaciones de Eagleman, Ayala, Damasio y muchรญsimos otros (la ciencia es una comunidad, no exenta de genios individuales), realizadas con gran honestidad intelectual, han dado pasos que abren nuevas perspectivas a la comprensiรณn de la inteligencia en general (no solo nosotros somos inteligentes) y en particular de la nuestra, que somos ademรกs los que nos dedicamos a ello…

Terrence W. Deacon, especialista en antropologรญa biolรณgica y neurociencia, ha escrito un libro realmente interesante y, aunque nos promete en las primeras pรกginas ser claro, el tema mismo (insondable por ahora) lo lleva a elaborar conceptos nuevos contraintuitivos que dificultan la lectura. Pero vale la pena. El subtรญtulo –“Cรณmo la mente emergiรณ de la materia” – es en parte engaรฑoso, como aclara al final de la extensa obra. Todo ha surgido de la “materia” si entendemos por esta las partรญculas elementales y los campos energรฉticos, pero “surgido” no es igual aquรญ a causa. En la cadena fรญsica-quรญmica-biologรญa se ha producido una especie con una mente en extremo consciente de sรญ, capaz de crear una tecnologรญa compleja cuyo conocimiento se transmite culturalmente, apoyรกndose en un lenguaje que, emergiendo de lenguajes “naturales” muchos mรกs simples, a su vez se transmite por vรญa cultural. La capacidad de aprender, como en muchos otros animales, es innata, pero lo que aprendemos no. El conocimiento, a su vez, se apoya en una “epistemologรญa evolutiva” (Popper), es decir, no teleolรณgica.

Creo que estaremos todos de acuerdo (menos de la mitad de los norteamericanos) en que la mente es un producto sujeto a la evoluciรณn. Tiene una historia evolutiva. No es lo mismo la mente de un australopiteco (que forma parte de nuestra filogรฉnesis) que la del homo sapiens que pintรณ las cuevas de Altamira, o la de Platรณn. En medio hay una larga historia (pero corta en tรฉrminos biolรณgicos) de mutaciones aleatorias y selecciรณn natural, sin la cual las caracterรญsticas de la mente y el cuerpo humano no se habrรญan dado.

Volvamos a Deacon: la mente es un fenรณmeno intrรญnsecamente incompleto, lo que denomina “entencional”, y surge –y para explicar su idea se necesitan casi las seiscientas pรกginas de su libro–, de “ligaduras”, de organizaciones restrictivas, que “son lo que no estรก pero podrรญa haber estado”. En nuestra conciencia hay algo determinante: la ausencia. Lo que define a la mente es la ausencia: informaciรณn, funciรณn, propรณsito, intenciรณn, significaciรณn, valor, indican, segรบn Deacon, su “incompletitud fundamental”. Es una vieja idea filosรณfica: el uno es un compuesto de ser y de no-ser. En otro orden, paralelo, recuerda a Antonio Machado: lo que constituye al uno es su otredad, siempre ausente. La otredad es una ausencia. La cuestiรณn radica en cรณmo algo no fรญsico, carente de extensiรณn, puede tener alguna incidencia fรญsica. Lo que trata de hacer Deacon es dar sentido a la evidente “eficacia de la ausencia”. No le parece que haya ninguna explicaciรณn mecanicista, no afirma que solo haya รกtomos o genes. Tampoco nos da una explicaciรณn teleolรณgica (sino que trata de deducirla al revรฉs) porque esta deja siempre incompleta la descripciรณn del mecanismo de la causalidad, y menos supone la posibilidad de un diseรฑador inteligente en cuya caja negra inabordable descasa las claves del misterio (la Gran Cadena del Ser). Aclaro que para Deacon la causalidad de los procesos fรญsicos espontรกneos es “radicalmente diferente de la lรณgica intencional de la vida y la mente”. Tampoco cree que sea sostenible el pampsiquismo (defendido por Spinoza y Leibniz) para explicar los hechos intencionales de los procesos mentales. Y tampoco supone que la mente –que sin duda maneja informaciรณn, pero no solo eso– sea una suerte de computadora. “Los organismos no se componen ensamblando partes producidas independientemente y luego agrupadas”, ni siquiera las mitocondrias de las cรฉlulas eucariรณticas (nuestros genomas duales con orรญgenes separados).

La mente supone una yoidad que tiene que ver con la individuaciรณn que caracteriza a todos los organismos, en la medida en que su “constituciรณn se organiza en torno al mantenimiento y la perpetuaciรณn de esta forma de organizaciรณn”. La finalidad es una caracterรญstica intrรญnseca y aunque la yoidad de la subjetividad humana es una variante (y muy reciente), deberรญa reflejar una “lรณgica comรบn que se remonta a la transiciรณn teleodinรกmica original”. Esa yoidad que todos reconocemos de manera intuitiva no aloja un fantasma, ni ningรบn espectador. La perspectiva del yo es “una dinรกmica circular, donde los fines y los medios, el observador y lo observado, se transforman incesantemente unos en otros”. Se trata de un yo encarnado por “ligaduras dinรกmicas”. Y estas ligaduras son “la signatura presente de lo que estรก ausente”. Los fenรณmenos teleodinรกmicos dependen y emergen de procesos morfodinรกmicos y homeodinรกmicos mรกs simples. La dificultad radica en acceder al conocimiento cientรญfico de estos fenรณmenos, pero Deacon estรก convencido de su posibilidad.

Aunque los aspectos “entencionales” son dinรกmicamente sobrevenientes de procesos de sustratos fรญsicos o procesos quรญmicos, no corresponden directamente a ellos. Es decir, para Deacon no hay una correspondencia directa entre fenรณmenos mentales y fenรณmenos neuronales. De ahรญ, supone, las limitaciones hasta ahora de los procesos de anรกlisis, necesarios para un enfoque dinรกmico emergente, pero que no pueden dar cuenta de la experiencia mental, irreductible a algoritmos. Asรญ pues, tenemos que desplazar nuestra atenciรณn a lo que no somos, porque la subjetividad no se halla en lo que estรก ahรญ sino en lo que no estรก. Una negaciรณn, pues, es lo que nos define; nuestro ser es siempre incompleto. Es lรณgico que Deacon comience su obra meditando sobre la introducciรณn del cero en las matemรกticas, en analogรญa con el vacรญo o negaciรณn que hace que nuestro ser se conecte con la red de causas y efectos fรญsicos. De este modo –en realidad, hay que leer el libro para seguir la complejidad de su hipรณtesis– la separaciรณn cuerpo/mente cartesiana queda refutada. Ciertamente, Antonio Damasio lo ha hecho con una mayor claridad. Deacon, por su parte, trata de introducir lo que podrรญa ser o deberรญa ser, lo que no debe ser, lo posible e imposible en una categorรญa que no es exactamente la existencia…Y esto nos desconcierta un poco, porque quizรกs estรก empeรฑado en dar un sentido a la naturaleza humana. “Es tiempo de encontrar el camino de vuelta a casa”, dice en su รบltima lรญnea, en lo que creo que es toda una confesiรณn. Supongo que se refiere a la casa de la unidad, del Uno (tal vez plotiniano). Intuyo, sin embargo, que no hay vuelta a casa: solo un ir de casa en casa. ~

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(Marbella, 1956) es poeta, crรญtico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro mรกs reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fรณrcola, 2020)


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