La sombra del gigante

Mario Vargas Llosa, écrivain du monde

Albert Benoussan

Gallimard

París, 2022, 234 pp.

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La Académie Française eligió como nuevo miembro de la institución, en noviembre de 2021, a Mario Vargas Llosa. El Premio Nobel de literatura de 2010 iba a ocupar el sillón número dieciocho. Convertido ya en inmortal –nombre que reciben los electos desde la ceremonia de instalación, no pública–, el 9 de febrero de 2023 tuvo lugar el acto de recepción, con la destacada presencia del exrey de España Juan Carlos I, bajo la cúpula de la sede parisina de la Académie. Vargas Llosa acudió con el preceptivo uniforme verde –de hecho, azul oscuro o negro, con bordados de ramas de olivo verdes y oro– y la simbólica espada, que en su caso era obra del maestro espadero toledano Antonio Arellano. El escritor hispano-peruano pronunció un destacado discurso en el que, además de hacer el preceptivo elogio de su predecesor en el sillón dieciocho, el filósofo Michel Serres, trató de su relación con Francia, de la literatura francesa –en primer lugar, evidentemente, de Gustave Flaubert– y del hoy y mañana de la novela. Aseguró, entre muchas otras cosas: “Una vida sin literatura sería horrible, siniestra, desprovista de las más ricas y variadas experiencias de la vida, una intolerable rutina, hecha de obligaciones que se repetirían diariamente como un conjunto de compromisos sin promesa de remisión.”

Un par de meses antes, el 1 de diciembre de 2022, la editorial Gallimard publicó Mario Vargas Llosa, écrivain du monde, del filólogo y traductor Albert Bensoussan. Uno y otro hecho estaban íntimamente relacionados. El último capítulo del libro está dedicado, en este sentido, a argumentar la pertinencia de la decisión de la Académie Française. Cierto es que era esta bastante excepcional, tanto por la edad y la nacionalidad del escogido como por el hecho de recaer en un escritor en lengua no francesa. Insiste el autor en un par de aspectos. La entrada de Vargas Llosa en La Pléiade, en 2016, por una parte. Se trataba del primer autor no francés que fue publicado en vida en esta prestigiosa y clásica colección, que tan importante fue para el propio novelista en su juventud peruana y, evidentemente, después. De otra, la pasión de Vargas Llosa por la literatura francesa, de Flaubert a Hugo, de Malraux a Camus, de Aron a Revel. A fin de cuentas, asegura Bensoussan, “escritor peruano, escritor español, Vargas Llosa es asimismo uno de los más brillantes promotores de la literatura francesa”. Y, a renglón seguido, añade, en lo que constituyen las frases finales del libro: “Y uno de esos autores universalistas que él mismo admira. Un verdadero clásico contemporáneo. Un escritor del mundo.”

Albert Bensoussan es el traductor de casi toda la obra de Vargas Llosa al francés. Desde 1974, con Les chiots (Los cachorros, 1967), apunta, “lo he traducido todo”, novelas, teatro, ensayos –unos cincuenta volúmenes– y “centenares de artículos de variada extensión”. Solamente se le escaparon en su momento La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la catedral, aunque esta última la retradujo cuarenta años después, en 2015. Cierto es que algunos ensayos, como el que dedicara Vargas Llosa a García Márquez en 1971 o el Diario de Irak, no han sido nunca publicados en Francia. Tampoco, por ahora, el reciente trabajo sobre Pérez Galdós. En los últimos tres lustros han colaborado con Bensoussan, en las traducciones, Anne-Marie Casès o Daniel Lefort. Con este ha firmado, en 2021, la versión de Temps sauvages (Tiempos recios, 2019). Sostiene que, “en cincuenta años de mimetismo, me he transformado en la sombra habladora del gran escriba”, lo que ha significado, entre otras cosas, compartir su “cotidiano mental”. El traductor constituye un puente entre culturas, que necesita tener la misma creatividad que el autor, puesto que inventa el mismo texto en otra lengua: “Traducir es crear e, inversamente, crear es traducir.” Se trata de una suerte de autor a posteriori, una sombra: “Nada opone, en sus términos”, apunta Bensoussan, “traducción y creación, pero todo las separa, no un muro en realidad, mas simplemente la altura de una mayúscula que convierte al Autor en un gigante y al traductor, no en un enano, evidentemente, sino en la sombra de este gigante.” La sombra del gigante: una iluminadora caracterización.

El libro presenta al público francés la extensa obra de Mario Vargas Llosa –los elementos más estrictamente biográficos, en cambio, se desplazan a un apéndice cronológico–. El tratamiento de cada pieza es muy desigual, tanto en extensión como en profundidad y perspicacia. De alguno de los libros no se dice nada: de La casa verde, por ejemplo, quizá por no haber sido objeto de su traducción. A otros, en cambio, Bensoussan les dedica mucho espacio. Es el caso de La guerra del fin del mundo (1981) o de Travesuras de la niña mala (2006). Insiste, en la primera, que iba a ocuparle todo un año para traducirla al francés, en su definición como libro de caballerías y de aventuras. Infravalora, no obstante, en mi modesta opinión, el papel en el relato de uno de los personajes, el periodista miope, un homenaje vargasllosiano al gran Euclides da Cunha de Os sertões (1902). Esta novela total, “rica y compleja” según Bensoussan, está en la línea que va a conducir a sus dos novelas más políticas y más barrocas: La fiesta del chivo (2000) y su parcial prolongación Tiempos recios (2019). Travesuras de la niña mala, una auténtica “geografía moderna de un amor loco”, es, en su opinión, la novela más flaubertiana del escritor. Las novelas de ese “fabuloso contador de historias” que es Vargas Llosa, Bensoussan sostiene, “sitúan nuestro mundo en su justa realidad, llena de ruido y de furor, de sangre y de sexo, y de toda las miserias de la humanidad.”

Entre los ensayos, mientras que casi nada se dice, algo sorpresivamente, de La verdad de las mentiras (1990), se destacan con buen criterio sobre todo, en cambio, La orgía perpetua (1975) –“una confesión de un escritor del siglo” en forma de homenaje a Flaubert-, La tentación de lo imposible (2004) –“brillante” y meticulosamente documentado estudio sobre Victor Hugo– y La llamada de la tribu (2018), obra de pensamiento de un “liberal universal”, esto es, humanista y democrático. De todas maneras, las partes más interesantes de Mario Vargas Llosa, écrivain du monde son, sin duda, aquellas referidas a la traducción. A dar, al fin y al cabo, “una voz francesa” a este escritor hispano-peruano que, “en su objetivo totalizador”, lo ha dicho todo de la vida y de las cosas. Bensoussan se refiere en algún pasaje a medio siglo de mimetismo. Resultan muy sugestivas las páginas dedicadas a su rol de “traductor erotizado” en relación con Travesuras de la niña mala, una obra que considera como una reflexión sobre el oficio de traductor y de intérprete. En más de una ocasión alude al personaje de Salomón Toledano, “arquetipo del traductor”, políglota y descendiente de judíos sefardíes, que le fascina. Las reflexiones sobre la traducción al francés de algunos pasajes o palabras, como huachafería –por cucuterie–, tan peruana, o bien de títulos, verbigracia El paraíso en la otra esquina (2003), que resulta Le paradis – un peu plus loin, resultan fascinantes. Termino con una frase de Albert Bensoussan que, a mi parecer, sintetiza bien los fundamentos de esta obra dedicada a Mario Vargas Llosa: “La cultura francesa le enseñó a leer mejor y él nos ha enseñado a leerla mejor.” ~

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Jordi Canal (Olot, Girona, 1964) es historiador. Es catedrático de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París. Su libro más reciente es '25 de julio de 1992. La vuelta al mundo de España' (Taurus, 2021).


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