El libro póstumo de Aura Estrada. Treinta y cuatro textos de la autora y un prólogo de Francisco Goldman conforman Mis días en Shanghai. Predomina la prosa, pero el libro muestra la elasticidad de la voz de Estrada: cuentos, relatos, crónicas, ensayos, apuntes, un aforismo y un poema. Es difícil hablar de un hilo conductor tomando en cuenta la naturaleza del libro, una obra póstuma que muestra la búsqueda de la autora en sus diferentes registros. Este es un libro laboratorio: pruebas y aciertos. Es justo decir que la joven autora no concibió los textos como unidad y justo decir que el trabajo editorial es excepcional. El lector puede distinguir, entre el ir y venir de los géneros, su voz. Los golpes por afinar una voz. Entre la primera y la tercera persona, entre dos espacios, México y Estados Unidos, entre dos tiempos, entre un tema y otro, la autora busca y prueba. Prueba su talento y busca su voz. Hay, como en cualquier ensayo tras bambalinas, momentos mejor logrados que otros. Lo que pierde en algunos bocetos lo gana en cuentos como: “Fact Checking”, “Un secreto a voces”, “Mis días en Shanghai” y “El envenenamiento de Héctor Cañas Pershing”. Muestras sólidas de la prosa de Estrada.
¿Postales del libro? Una niña que roba un lapicero del Hombre Araña, adolescentes bailando en una terraza cubierta de pasto artificial, una charla de oficina que ocurre en torno a un garrafón de agua, una mujer que atiende un baño, un Caribe verde que, de noche, cruza la frontera entre México y Estados Unidos, dos mujeres en una cantina del centro cantando New York, New York al compás de una rocola, un escritor de pacotilla al que le gustan los aplausos y escribir sobre el imperio austro-húngaro. ¿Temas de los ensayos? César Aira, Roberto Bolaño, Annie Proulx, Borges. ¿Espacios recurrentes? La ciudad de México y Nueva York. La preocupación constante de la autora por estos dos espacios sobrevuela el libro –cabe decir que los textos fueron escritos tanto en español como en inglés. ¿Riesgos, juegos? Las anécdotas, las estructuras están al servicio del juego. El inicio de “Mis días en Shanghai”, por ejemplo: “El Buró de Shanghai acaba de aceptarme. No sé qué es o hace el Buró de Shanghai. Con suerte, tendrá algo que ver con tocar música.” Saludando a García Madero de Los detectives salvajes, sigue el monólogo del personaje que –como una ola– rompe, natural, en la anécdota. ¿Sentido del humor? El otro Menard: “Explorador canadiense que descubre Indiana –sólo que en 1960.” ¿Detalles que dan vida a los personajes, frases que los hacen sudar? “Saca una caja de fósforos y al reverso lee su futuro”, “No lee más que unas cuantas líneas cuando percibe una sombra sobre la hoja”, “Estaba leyendo A History of Germs cuando ella tocó el timbre”. El verbo que se repite en estas frases, nada fútil, muestra que estamos en manos de una lectora que es también la autora. En estos días parece digno de resaltar: lectora y autora. En conversación con su tiempo, en diálogo con su generación. ¿Música que suena en las páginas? Thom Yorke, Portishead, José José, Paquita la del Barrio, Pink Floyd, los Beatles, Bob Dylan.
Aura Estrada nació en 1977 en León, Guanajuato. Estudió la licenciatura de letras inglesas y la maestría en literatura comparada en la unam. Estudió el doctorado en Columbia University. Publicó sus trabajos en esta revista, DF, Gatopardo, Bookforum, The Boston Review. Fue asistente de investigación de la premio Nobel de Literatura Toni Morrison. Tenía treinta años, en julio de 2007, cuando falleció a causa de un accidente en el mar. Póstumos se han publicado sus textos en Zoetrope, el número editado por Daniel Alarcón y Diego Trelles, en Etiqueta Negra. Recientemente su cuento “One, Two, Three, and Four Rabbits” se publicó en la prestigiosa Harper’s. ¿Qué sigue a su trabajo? ¿The New Yorker, The Believer, una edición del libro en inglés?
En mi condición de lectora, con un lápiz afilado, anotando con una letra minúscula los márgenes de Mis días en Shanghai, puedo subrayar que la prosa de Estrada pareciera estar dictada por sus propios personajes. Sus personajes más fuertes caminan hacia los libreros, hacia la tradición: a las ideas. Y es comprensible que otros de sus personajes no lleguen allí.
Al final de la cuenta, la lectura es literatura; el libro sólo acontece cuando es leído.
Mis días en Shanghai comienza donde termina el libro. En el lector. En la forma en que el lector integra los textos a su vida diaria, o en palabras de Todorov, en la forma en que la literatura ayuda a vivir. Como lo hace el libro de Aura Estrada. ~