Muertos incómodos, de Paco Ignacio

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Muertos incómodos, la novela a cuatro manos que escribieron Paco Ignacio Taibo II y el Subcomandante Marcos, pudo ser una obra maestra —todas las novelas en un momento determinado pueden serlo—, pero ya en el tercer renglón del primer capítulo renunció a la empresa y comenzó, desde ahí, a bajar hasta encontrarse, en términos literarios, al nivel de un folletín panfletario. Es lástima, porque habría sido bonito que nuestro guerrillero, altermundista y poeta fuera también novelista. El turismo, aunque revolucionario, se habría incrementado. Taibo II intentó poner, en los seis capítulos que le tocó escribir, un poco de técnica literaria (suspense, creación de personajes verosímiles); Marcos en cambio aportó el rollo y el relajo. Pero hay que entender que realmente no se trataba de escribir una novela: formaba parte de una estrategia de comunicación. Conocedor de los medios, Marcos calculó el tiempo adecuado para escribir públicamente en La Jornada y lanzar su novela en casi perfecta sintonía con su repentino —todos los periódicos lo cubrieron en sus primeras planas— anuncio de alerta roja (en junio pasado) y su consulta express (donde, para bien de la democracia, el 98% votó a favor de la propuesta de Marcos de “subir el siguiente escalón revolucionario”) y su ruidoso deslinde del PRD. Es decir, Muertos incómodos es parte de una calculada estrategia política. Novela; alerta roja; partido vs. el Inter de Milán; deslinde político del PRD; pronunciamiento político. A Marcos no le interesaba escribir una novela, le interesaba comunicar; sin duda Marcos es un gran comunicador. Y Taibo ii le sirvió de su patiño. Hasta le prestó el muñeco: Héctor Belascoarán, detective criollo y vengador de los jodidos.
     Marcos escribió los capítulos impares. Dije que aportó a la novela el rollo y el relajo, por esto: Marcos concibe la novela como un vehículo para difundir su discurso. Lo hace a través del personaje de Elías Contreras, indígena y base del EZLN, a quien Marcos hace hablar como La India María. Dice el pobre Elías a propósito del tráfico capitalino: “los carros como que se encabronan y lo quieren cornar a la gente como si fueran machos de vaca, que sea toros y bueyes”, y de una jirafa vista en un circo: “son unas como vacas, que tienen su cacho, que sea su cuerno, pero tiene un pescuezo como que las jalaron mucho de la cabeza cuando se nacieron.” Habla Marcos a través de Elías, pero también hablan los gay, los transexuales, los indígenas, las lesbianas, las mujeres, los que creen en los extraterrestres, los diferentes, los que están fuera del Sistema, porque el Sistema es el Mal. Éste es el núcleo de su discurso, su nuevo discurso, que ahora pretende que sea nacional e internacional, porque los indígenas se lo merecen (las regalías de la novela serán destinadas a obras sociales en Chiapas), porque Marcos, luego de todo ese incómodo silencio en la selva, se lo merece. ¿Qué sería de la democracia mexicana sin Marcos? Por eso hay que darle nuevo impulso. Ocurre lo mismo a nivel selva chiapaneca: “El Colectivo a veces se desanimaba, pero con la plática política se levantaba otra vuelta y así.” Marcos se valió de Muertos incómodos para propinarnos una nueva plática política, para levantarnos otra vuelta. Que se levante otra vuelta el que quiera.
     En once años, pasó Marcos del discurso socialista al indigenista y de ahí al altermunista: el discurso de la diferencia. Muy posmoderno. Por eso, en sus respectivos seis capítulos, Marcos continuamente introduce elementos paródicos, irónicos, porque está convencido de que el continuo guiño al lector es un recurso posmo: que es también posmo hacer —como en El Quijote— que sus personajes digan en el capítulo 3 que ya han leído los capítulos 1 y 2 y eso modifique su conducta, su personaje, que la ficción modifique la ficción. Y ese discurso alternativo, de modernidad irónica, lo que dice es: es malo no respetar al diferente, ésa es la raíz del Mal. El respeto al derecho ajeno es la paz. Nada muy nuevo, por lo visto. Y con este material reciclado se piensa lanzar a un periplo nacional y, si se puede, internacional.
     Uno de los capítulos de Marcos cuenta una historia hilarante. Ernesto Zedillo y Julia Carabias están intentando vender a los extranjeros porciones enteras de los Montes Azules, en Chiapas, para que se apoderen de la fauna, el uranio y el agua. Por eso enviaron a Carlos Tello (autor de La rebelión de las Cañadas, que, por lo que se ve, caló hondo al desenmascarar a Marcos) para que escribiera un libro que les sirviera de punto de contacto con “los grupos de Nexos y Letras Libres“. A eso le llama Marcos “saqueo de riquezas con fachada ecológica y respaldo intelectual”.
     Dicen muchos perredistas que Marcos ya perdió la brújula. Dice Lorenzo Meyer que, entre muchos sinsentidos, Marcos alcanza a atinar en algunas cosas. Quizá lo haya hecho en la VI Declaración de la Selva Lacandona. No lo hace en Muertos incómodos, ejercicio fallido pero que —no puedo dejar de reconocerlo— encontró solución a un tour de force complicadísimo: expresar a un Narciso encapuchado. –

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