Preguntarse hacia dónde camina el ser humano es, dice Ángel Gabilondo en el epílogo de Doce filosofías para el nuevo mundo, preguntarse qué es el ser humano. Las reflexiones que ofrece el conjunto de ensayos, subtitulado precisamente “¿Hacia dónde camina el ser humano?”, comparten ese punto de vista. La tradición filosófica y literaria, la historia contemporánea, la memoria íntima y colectiva, la transformación del entorno, la revolución comunicativa, la disrupción causada por la inteligencia artificial, los desafíos democráticos: todos esos elementos forman parte de la cuestión del porvenir del ser humano, que es una pregunta actual y eterna al mismo tiempo.
En el volumen participan con textos inéditos doce filósofos españoles: Ana Carrasco-Conde, Antonio Lastra, Azahara Alonso, Carlos Blanco, Daniel Innerarity, Eurídice Cabañes, Heike Freire, Javier Echevarría, José Antonio Marina, José Luis Villacañas, Josefa Ros y Victoria Camps. Son autores de edades e intereses distintos; entre ellos hay pensadores consagrados y otros en etapas más tempranas de su carrera. Algunos tienen una vocación principalmente académica y otros participan en el debate público: es el caso de Innerarity, Marina, Camps, pero también del prolífico Villacañas y de autoras más jóvenes como Carrasco-Conde, Alonso y Ros. Los puntos de vista son forzosamente diferentes, pero hay una llamativa coincidencia de preocupaciones entre los ensayos que conforman el libro: es un ramillete de ensayos pero también una conversación.
Ana Carrasco-Conde se centra en la “tragedia humana” y en cómo aprender a escuchar el daño. El tema de su texto, se podría decir, es la necesidad de reconocer una humanidad común y de interpretarla. “No se trata de dar un sonido a lo que se escucha, sino de atender al sonido de lo que se escucha. Efectivamente, tendemos a asignar a cualquier voz humana un significado que quizá no tenga”, escribe. Si en el ensayo de Carrasco-Conde está presente la guerra de Israel y Gaza, en el de Antonio Lastra un espacio físico es importante, y el texto parte de lo autobiográfico: la trayectoria del padre, la importancia de algunos lugares, la relación del escritor y su progenitor se combinan con la reflexión sobre teorías y palabras y las referencias a autores como Ralph Waldo Emerson.
El camino y el cansancio son dos de los asuntos centrales del texto de Azahara Alonso: entre los grandes andarines que cita están William Wordsworth, Charles Dickens y Friedrich Nietzsche, que pensaban que las mejores ideas se conciben caminando, y por supuesto Robert Walser. El futuro, dice Alonso, debe ser antes que nada imaginable: y eso no es fácil en un entorno de extenuación, de cansancio por el “neolaborismo” (Mark Fischer): “¿Cómo, entonces, hacer algo significativo desde estas vidas apresuradas, obedientes, a la deriva, exhaustas? A través de una humilde reconquista del tiempo por la vocación de uno mismo llamado a ser. Respondiendo, contra los imperativos de nuestro tiempo, a la llamada que nos convoca desde la reflexión no utilitaria.”
La cuestión del futuro y la esperanza también protagoniza el ensayo de Carlos Blanco, que recuerda que el progreso siempre está lleno de contradicciones y se pregunta si tiene salvación la humanidad. Asuntos como el papel de los intelectuales y la crisis de la autoridad sobrevuelan su artículo, que señala que “necesitamos expertos y eruditos, investigadores hondos y rigurosos, y también necesitamos mentes audaces, sintéticas, próximas al genuino espíritu de la filosofía”.
La Inteligencia Artificial y nuestra relación con las máquinas es otro de los temas del libro. Aparece en Carlos Blanco y también en el ensayo de Daniel Innerarity, que observa: “hemos de renegociar el espacio híbrido de acción en el que nos desenvolvemos los seres humanos y los artefactos tecnológicos”. La ia es importante también en el texto de Javier Echeverría, que parte del concepto de Telépolis y señala cómo se ha ido modificando. “La Telépolis del siglo pasado ha sido privatizada, automatizada y datificada, aunque sigue siendo reticular, abierta, conexionista y telemática.” Al describir el ecosistema digital, señala con perspicacia la “dimensión energética”: el llamado capitalismo de vigilancia depende de que haya electricidad para que se produzcan y transmitan datos. Comparte tema el artículo de José Antonio Marina, que comienza reflexionando sobre los intentos, más bien ridículos, de los humanos de predecir el futuro. Recuerda Marina la conclusión del economista Carlo Cipolla: la estupidez es una gran fuerza histórica. Señala una llamativa paradoja: “el descrédito de la verdad en el mundo de la política, de la filosofía y de las ciencias sociales convive con el auge de las ciencias duras y de la tecnología, que miran con desdén a otras disciplinas. Esto desarma también a la ciudadanía porque la priva de herramientas para articular un pensamiento crítico. La ciencia y la técnica se entronizan como única racionalidad legítima”. Y subraya una estimulante frase de Spinoza: “La libertad es la necesidad conocida.”
La pieza de José Luis Villacañas resulta iluminadora, con su lectura de Max Weber (y su comparación con Fukuyama) y de Carl Schmitt (y su comparación con Huntington). Su texto, estructurado en diez escenas, transmite una preocupación por la situación y el futuro de la democracia, “el único ideal que no puede separarse de la vida en su concreción material, que no se deja arrastrar por luchas abstractas, sino que orienta sus combates por las irrenunciables de nuestra propia felicidad”.
Comparte esa preocupación con Victoria Camps, que además critica una “libertad individualista”: la “de la desmesura, la que potencia el deseo y desecha lo que obstaculiza su satisfacción inmediata”.
Frente a un mundo un tanto despersonalizado y alienante, muchos de los autores subrayan la unicidad de cada individuo, su singularidad irreductible y a la vez la relación con el otro. Por eso es también importante el relato en primera persona al que recurren, a veces de manera seria y humorística. Es el caso de la refrescante y perspicaz pieza de Ros, del texto fragmentario y osado de Heike Freire “Doce estancias. Un viaje” o del ensayo de Eurídice Cabañes, que afirma que lo que necesitamos es “una filosofía zombie para habitar el colapso”. El conjunto es un volumen lleno de preguntas desconcertantes y propuestas sugerentes. ~
es escritora y periodista.