Paños menores, de Gerardo Deniz

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Gerardo Deniz, Paños menores, Tusquets, México, 2002, 238 pp.

AUTOBIOGRAFÍA
De la sublevación en calzoncillos

"Hay quien ejerce cuarenta y tantos años prosa o verso / sin emplear ni una vez el verbo sublevarse." Aun escrita irónicamente, esta frase, tomada de uno de sus poemas más conocidos, ilustra una faceta fundamental de la obra de Gerardo Deniz. Y acaso no sea tiempo ya de probar, como se ha hecho con suficiencia, que la "sublevación" literaria de este poeta responde a una genuina necesidad artística. Con todo, la aparición de Paños menores nos permite, una vez más, acercar la mirada a algunos aspectos que proyectan luz sobre la génesis de una escritura en la que resulta clave la posibilidad del disentimiento, la denuncia y la sublevación, actitudes que su autor ha llevado a su obra literaria porque está enraizada en lo hondo de su experiencia misma. El nuevo libro está conformado por 32 textos, cortos la gran mayoría, muchos de ellos ya publicados, casi siempre en revistas, que abordan en los tonos más disímiles los temas más variados, desde el relato de un desengaño amoroso a los orígenes de su pasión por la química y la biología; desde una conferencia sobre el exilio —al que pertenece, y que leyó en España en 1992—, a una amplia carta hasta ahora privada, explicativa de sus intereses musicales; desde una confesión de voyeurismo doméstico desprendida no sé qué tan casualmente de sus lecturas platónicas, a su idea sobre el deporte en el umbral de la Olimpiada de Sydney.
     Por supuesto, el título del libro alude a que se trata de trabajos que funcionan como islas que dependen del continente de su obra "mayor", pero también, y acaso sobre todo, a que muestran a su autor en ropa íntima, desnudando pasajes de su vida, afectos y desafectos, ideas creadas y lugares comunes, obras literarias y musicales, episodios de la infancia y juventud, y situaciones determinantes o misteriosas o ridículas. Una vez más, de este nuevo grupo de "sublevaciones", como tantas veces ocurre en su poesía, Deniz no sale indemne y se muestra a sí mismo, tal como lo hace con el mundo que lo rodea, con toda impiedad. No es fácil encontrar, ya no digamos entre artistas o intelectuales, a quienes se desnuden hasta quedar en calzoncillos para hacer la cuenta, siquiera con el propósito de conjurarlos, de algunos hechos de su vida pasada. Mucho menos quienes se animen a describir, con pelos y señales —y a veces hasta nombres y apellidos—, además de los infortunios y los fracasos propios, las imposturas, las falsedades o las estupideces de sus contemporáneos. Si no, pregúntenle cómo le va a Neruda, al que el autor vio inolvidablemente unos cuantos minutos de niño, o al poeta Montes de Oca, o a cierto teatro de Usigli, o a un celebrado nahuatlato, o a Arnaldo Orfila Reynal, o al Cántico de Jorge Guillén, o a ciertos excesos de la crítica contemporánea de poesía.
     Es importante que sea una prestigiosa editorial española la que dé a conocer estos "paños" —aunque de momento sólo en México—, y no sólo porque Deniz sea una presencia fuertemente hispánica (nació, hijo de españoles, en Madrid en 1934), en el sentido de que ciertas inclinaciones de su forma de pensar y proceder son más frecuentes allá que aquí. El hecho es importante por tratarse de una decisión a contracorriente de la tendencia de la generalidad de las editoriales españolas, mal aconsejadas quizás de la crítica de su país, aislada en una casi absoluta impermeabilidad ante algunos fenómenos de nuestra literatura.
     Pero acaso lo mejor del libro es que su autor no pierde ninguna de sus virtudes literarias, y se vuelve entonces posible verlo pasar de la ternura a la precisión erudita, de la ingenuidad a la mala leche, de la ironía refinada a la cruda denuncia, haciendo uso de ese lenguaje que ha hecho de su poesía —si bien es verdad que en la forma de un cuerpo inclasificable y raro— sin ninguna duda la más poderosa y atractiva de su generación. (Es él mismo quien hace por ahí, hablando del Cuarteto Número 5 de Bartók, una descripción que se puede usar para ilustrar su propio estilo poético: "Áspero, luego matizado, extraño, de pronto desconcertante, hasta rematar en arista.") El libro cierra con unas páginas en pago a una deuda contraída hace casi cincuenta años. A la manera de Lope de Vega —que en El caballero de Olmedo escenificó en un cruce alucinante de espacios y tiempos, sobre el terreno literal de una seguidilla, el encuentro de dos personajes (su protagonista y el labrador que le anuncia la muerte)—, en esas páginas Deniz imagina su encuentro con Octavio Paz, su impulsor y luego su amigo, en un pasaje de éste, en una calle vacía que lo mismo está en la Zona Rosa que en un poema, y en donde ambos, lúdicamente, son dos o uno o ninguno, tal como quiere el famoso tema paciano. De esa forma libre e imaginativa, Gerardo Deniz termina pagando su deuda con quien le dio la poesía y le señaló el camino de la imaginación liberada. ~

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