Un amor entre dos mundos

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Amelia Pรฉrez de Villar

Dickens enamorado

Madrid, Fรณrcola, 2012, 192 pp.

 

Charles Dickens viviรณ cincuenta y ocho aรฑos (1812-1870), tiempo suficiente para dejar una obra memorable, incluso, como dijo un exรฉgeta, para inventar la niรฑez, una realidad (la niรฑez, no el niรฑo) que en paรญses como Espaรฑa apenas ha tenido existencia, salvo como pรญcaro, hasta bien entrado el siglo XX. En el orden amoroso fue un romรกntico sin suerte, alguien que supo lo que es el amor y no pudo apenas cumplirse en รฉl. Fue un hombre inquieto, de una actividad nerviosa y creativa; un conversador nocturno, un zascandil de la mala vida, no tanto en primera persona sino como espectador que iba a hacer de los bajos fondos gran parte de la materia de sus escritos. De รฉl dijo Chesterton que fue una buena persona, aunque tuvo no pocas veces mal carรกcter. Y Ackroyd dice de รฉl en su biografรญa que fue un esclavo de sus contradicciones. ¿Quizรกs a causa de esta frustraciรณn amorosa? Fue un hombre con capacidad social, negociador, vinculado al teatro y a la prensa, ademรกs de padre de diez hijos. ร‰l mismo definiรณ su temperamento, sin duda pensando en lo amoroso, como desesperadamente intenso (“la desesperada intensidad de mi natural”), alguien que buscรณ la estabilidad y al mismo tiempo hacรญa todo lo posible para no tenerla.

Amelia Pรฉrez de Villar ha dedicado un documentado libro (que contiene la traducciรณn de la correspondencia con Maria Beadnell) a explorar su vida amorosa, que estรก relacionada con tres personas: Maria Beadnell, a la que conociรณ cuando รฉl tenรญa dieciocho aรฑos, y que inspirรณ la Dora de David Copperfield, fue la relaciรณn mรกs intensa de su vida, y al mismo tiempo la que apenas se logrรณ; Catherine Hogarth, con quien contrajo matrimonio en 1836, y Ellen Ternan.

Ackroyd da una visiรณn algo despiadada de Beadnell, pero Amelia Pรฉrez, con mayor sutileza, nos ofrece, a pesar de todo lo que ignoramos sobre ella, una mirada un poco mรกs benรฉvola. La relaciรณn, mientras durรณ, fue sostenida por un compromiso mutuo, aunque los sentimientos eran dispares, y, por otro lado, se sospecha que no pudo ser bien vista por los padres de la joven; al fin y al cabo, Dickens era demasiado joven y sin situaciรณn econรณmica. Pero la pasiรณn que suscitรณ en el joven Dickens, cuyo recuerdo vivo perdurรณ durante muchos aรฑos, es evidente. En una carta de entonces le confiesa que “nunca he amado y nunca podrรฉ amar a ninguna criatura que vive y respira como la amo a usted”. La relaciรณn se mantuvo, con encuentros furtivos y evitando la publicidad, hasta mayo de 1833, es decir, unos tres aรฑos. Y fue rota por Maria, con una carta llena, segรบn Dickens, de “frialdad y reproches”. Para situarnos en el mundo del novelista, hay que recordar que unos aรฑos despuรฉs publicรณ la primera entrega de los Papeles pรณstumos del Club Pickwick.

El matrimonio de Dickens tuvo un momento de felicidad que se resolviรณ en incomunicaciรณn y muchos hijos, en convivencia con las hermanas de la esposa: la temprana muerte de una de ellas, Mary, causรณ en el novelista una impresiรณn tan fuerte que, al parecer de algunos estudiosos de su obra, determinรณ el perfil de su relaciรณn con la memoria. Dickens se puso el anillo de la joven desaparecida y lo llevรณ hasta el final de su vida. ¿Fue otro de sus amores?

En 1848 y hasta 1850 Dickens escribiรณ David Copperfield, trasunto de muchos episodios de su vida, y sobre todo de la historia que nos importa aquรญ, porque se inspira en Maria Beadnell para dar vida a su personaje Dora Spenlow. Mรกs: a su dรฉcima hija le puso el nombre de su heroรญna, Dora. El personaje real, Beadnell, ahora como seรฑora Winter, volviรณ a aparecer el 9 de febrero de 1855, en forma de carta, y un dรญa despuรฉs Dickens le respondiรณ de manera conmovedora. La carta sigue viva aรบn hoy, esta y la siguiente, enviada unos dรญas despuรฉs desde Parรญs, y ambas son, junto con el retrato de Dora en la novela citada, los verdaderos testimonios de una pasiรณn que alimentรณ su imaginario, y que solo se disiparรญa con la presencia de la nueva Maria Beadnell, ahora esposa del seรฑor Henry Louis Winter. Dickens le contesta que, entre los cientos de cartas que recibe, la suya le retrotrajo, por la caligrafรญa, a su juventud: “Veintitrรฉs o veinticuatro aรฑos se habรญan desvanecido como un sueรฑo, y abrรญ la carta como lo hubiera hecho mi amigo David Copperfield cuando estaba enamorado.” Sabe que es ella, y le confiesa que lo que aquellos momentos de antaรฑo, encapsulados, intactos a la incuria del tiempo, han sido los forjadores de lo que รฉl ha sido luego. La carta le llega cuando Dickens lleva veinte aรฑos de un matrimonio que no tardarรก en finalizar. El recuerdo de Maria estรก unido en Dickens a un claro resentimiento, y no duda en mezclarlo con la exaltaciรณn del recuerdo amoroso: “Todo lo que en mรญ hay de extravagancia, romance, energรญa, pasiรณn, aspiraciรณn y determinaciรณn para mรญ siempre ha ido unido a aquella mujeruca tan dura de corazรณn –usted– por la que, no es preciso que lo diga, yo hubiera muerto con total disposiciรณn.” Pero hay otra frase, muy bella, que es necesario citar: “El sonido de su nombre siempre me ha colmado de una especie de compasiรณn y de respeto por la verdad.” Naturalmente, le revela que habrรก encontrado en Dora “pequeรฑas pinceladas de lo que usted era”.

Esta fuerte pasiรณn debiรณ de encapsular sus afectos, le dio un espacio interior, pero esa vida intacta, que fue germinadora en el imaginario literario, tuvo una traducciรณn inversa en la vida cotidiana, como se deduce de que le dijera en una tercera carta a Maria, en la que le habla de que aceptar renunciar a ella le produjo la costumbre de ser “reacio a mostrar mis afectos incluso a mis hijos, excepto cuando son muy pequeรฑos”.

Maria Beadnell se vio con Dickens, pero la decepciรณn debiรณ de ser grande. La seรฑora, quizรกs algo arrogante, tenรญa una idea de Dickens bastante insulsa. Al parecer, el juicio de algunos coetรกneos, que la consideraban una mujer coqueta y caprichosa, era bastante cierto. Dickens entiende en su encuentro con ella que estรก lejos de poder comprenderle, recula en la manifestaciรณn de su imaginario encapsulado y sigue su camino. Hay algo de verdaderamente triste en lo que supone de frustraciรณn en el desenvolmiento afectivo de Dickens si se piensa en lo que รฉl mismo vio y sintiรณ: que una gran pasiรณn amorosa viviรณ siempre en รฉl. ~

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(Marbella, 1956) es poeta, crรญtico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro mรกs reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fรณrcola, 2020)


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