Va de zorros

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Helen Oyeyemi

El señor Fox

Traducción de María Belmonte

Barcelona, Acantilado, 2013, 296 pp.

Apenas se pueden encontrar un par de notas acerca de la visita de Helen Oyeyemi a México el pasado octubre, cuando se celebró el tercer Hay Festival en Xalapa. Ella y Benjamin Markovits fueron invitados por figurar en la lista de los mejores novelistas británicos menores de cuarenta años de la revista Granta en 2013 (en la que por primera vez las mujeres obtuvieron mayoría: doce de veinte). Oyeyemi, además, estrenó la traducción al español de su novela Mr. Fox. En una de las fotografías aparece con un formal vestido negro, pero lleva tenis Converse color rosa, sonríe tímidamente dentro de ese juego en el que a ella le toca posar. Al leer El señor Fox, ese mismo espíritu lúdico marca la plasticidad del lenguaje y la velocidad con que pasan las páginas, la timidez solo se asoma en un personaje o dos. Detrás de su modestia y voz suave, los lectores descubren a una narradora osada, polimorfa. Y es cuando una se pregunta cómo es que no quedaron más fotos, entrevistas o conversaciones, más interés en dar a conocer la obra de Helen Oyeyemi.

Quizá sea parte de esa incompatibilidad que la autora tiene con los circuitos de la escritura convencional. Cuando tenía dieciocho años escribió The Icarus girl (2005) en lugar de ponerse a estudiar para sus exámenes. El éxito de esa historia sobre una niña y su doppelgänger, un oscuro amigo imaginario, le creó fama de joven prodigio. Entonces se animó a inscribirse a un mfa de escritura creativa en Nueva York, pero al enfrentarse con sus historias los profesores repitieron en eco interminable ese mandamiento de Henry James: “Cuenta un sueño, pierde un lector.” A Oyeyemi le resultaba incomprensible el método de trabajo tan organizado de los jóvenes escritores asistentes al taller, “gente admirable que puede leer dentro de la fecha límite, hacer comentarios inteligentes en clase, y luego por la noche ir a una lectura en un bar a beber vino y escuchar más palabras”. Le importó muy poco el consejo. Publicó dos novelas más, The opposite house (2007) y White is for witching (2009), narradas a través de elementos sobrenaturales, el ensueño, la novela gótica y los cuentos folclóricos.

El señor Fox, la cuarta novela de Helen Oyeyemi, comienza en el estudio de St. John Fox, un autor encumbrado que escucha a Glazunov en el gramófono –la historia ocurre en 1936– mientras se enfrenta al estancamiento creativo. De pronto reaparece su musa, Mary Foxe, que no se daba la vuelta por allí desde hacía unos siete años. Le propone un juego a su autor: ¿y si dejara de asesinar a todas sus protagonistas?

“¿Me puedes decir por qué es necesario que a Roberta le corten una mano y un pie con una sierra y se desangre hasta morir en el altar de una iglesia?”, le reclama. Los argumentos de St. John para matar a sus heroínas no la convencen: “que si era porque ella tenía que morir, simplemente tenía que hacerlo para añadir más dramatismo, que si esto, que si lo otro. Es obsceno mostrar esas cosas como algo aceptable”. El reto que Fox acepta consiste en pasar por todas las metamorfosis creativas de las que sean capaces, tomar uno el lugar de la otra y viceversa con la finalidad de comunicarse, de comprenderse y hallar posibilidades. El arduo juego de la empatía.

Cada capítulo es una historia que Mary y el señor Fox construyen, una tras otra en distintos escenarios, épocas, tonos, formatos, aunque los protagonistas son siempre ellos mismos, más otro personaje fundamental: Daphne, la esposa del autor, atormentada por la preferencia que su marido parece tener por una mujer imaginaria.

Oyeyemi afirma que con esta novela pretende reelaborar el cuento de Barba Azul a partir de su variante inglesa, Mr. Fox. En esta, la víctima del encantador asesino es la valiente Lady Mary, cuya determinación otorga un final distinto al de la historia francesa: ella lo confronta y derrota por sí misma. La autora decidió darle el tono glamoroso de la guerra de los sexos propio del cine hollywoodense de los años treinta gracias a la influencia de otra reelaboración de Barba Azul, Rebecca, de Daphne du Maurier. Por otro lado, Oyeyemi propone una reflexión acerca de las consecuencias de esa famosa frase que Edgar Allan Poe acuñó en su Filosofía de la composición: “La muerte de una mujer bella es indudablemente el tema más poético del mundo.” Mary Foxe increpa al autor-asesino en serie: “Siempre te niegas a ver o te niegas a admitir que lo que estás haciendo es construir un mundo. Lo que estás haciendo es construir una clase horrible de lógica. La gente lee lo que escribes y dice ‘Sí, está hablando de cosas que suceden de verdad’, y sigue leyendo, y le parece normal.” A Oyeyemi le interesa llamar la atención sobre el componente de violencia latente en las relaciones entre hombres y mujeres, reforzado por estas representaciones ficticias en clave de poesía… o de chiste. La musa reta al autor a escribir historias más complejas. “Estaría bien que después de todo esto escribieras por una vez algo donde la gente se reúne en vez de separarse.”

Los lectores son testigos de lo que Mary y el señor Fox imaginan: las aventuras de dos chicos en un internado para futuros maridos perfectos (“Demostraciones explosivas de autoridad” y “Deporte y nutrición contra la impotencia” son algunas de sus materias), la historia de una muchacha que mata al novio con solo desearlo para luego revivirlo, la niña que se rebela contra los soldados invasores de su pueblo, una modelo que dialoga con la fallecida exmujer de su pretendiente, la tragedia de un zorro enamorado… Oyeyemi parece protagonizar “De este modo”, fragmento que narra el romance entre un inglés y una mujer yoruba con fantasmagóricos ancestros, ávidos de historias: “Cuenta los relatos. Cuéntanoslos. Queremos saber en qué te pareces todavía a nosotros y en qué has cambiado. Háblanos. Somos de un lugar y un tiempo diferentes…” Así lo demuestra su capacidad para mutar la voz narrativa, la atmósfera o el humor. Los lectores pueden sentirse perdidos en el bosque tupido de estas historias, pero siempre vuelven al camino gracias a las migas de pan que obsequia la autora con capítulos intermedios en los que Mary y el señor Fox discuten la idea de que ninguna creación es inocente, pues acabará convirtiéndose, de alguna forma, en realidad.

Pese a estar construida por cuentos, El señor Fox es una novela en la que se percibe la transformación de los personajes por debajo de la mera mutación a la que los obliga el reto de ponerse en los zapatos de los demás. El señor Fox, Daphne y Mary Foxe se dan cuenta de que es necesario reescribir su propia identidad, así como el relato de la forma en que se relacionan, al haber sido tocados por la experiencia de convertirse en el otro.

Helen Oyeyemi incorpora a su obra elementos aprendidos tanto a Edgar Allan Poe como a Gabriel García Márquez, la poesía de Paz, el ensayo de Margaret Atwood o la afanosa reescritura mitológica de Angela Carter. Quienes se dejan llevar solo por la apariencia darán por hecho que, al ser hija de inmigrantes nigerianos, declaradamente feminista, lo suyo va de inmigración, conflictos interraciales y denuncia de género. Pero aunque estas preocupaciones se atisban, la literatura de Oyeyemi va de zorros (así se titula el último relato de la novela). Y de fantasmas, de casas embrujadas y lagos hechizados que hacen de estas circunstancias motivos humanos, atemporales. La conclusión de El señor Fox retorna a los orígenes del arte narrativo: el cuento de hadas. El talento de Helen Oyeyemi consigue recuperar una experiencia que ha sido soslayada por la mayoría de los narradores modernos, y es que pocos recursos pueden ser tan emocionalmente descriptivos como los símbolos implícitos en los animales parlantes o los corazones que laten sin dueño. Esos elementos arcaicos, manejados con audacia y belleza por una autora dueña del lenguaje, son un trago de agua fresca no solo para los lectores, sino también para el oficio mismo de narrar historias. ~

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(Ciudad de México, 1979). Narradora y ensayista, periodista de cine y literatura. Pertenece al colectivo de arte y ciencia Cúmulo de Tesla.


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