Imagen: Wikimedia Commons.

La perra

La muerte de Laika fue poco menos que inรบtil para la ciencia. Pero inspirรณ a Petrushka, protagonista de un cuento de Vasili Grossman, cuyos censores creyeron que en verdad trataba sobre una perra.
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Ya una vez escribรญ en estas pรกginas que en cierta entrevista, se le preguntรณ al director del museo Thyssen-Bornemisza si salvarรญa un cuadro o un perro en caso de que el museo se incendiara. Su respuesta fue: โ€œHeine decรญa que si tuviera que salvar una obra de arte muy valiosa o un perro, salvarรญa al perroโ€ฆ Cuando se trata de elegir entre algo verdaderamente vivo y una obra de arte por maravillosa que sea, pero que al fin y al cabo es un objeto, no hay ninguna dudaโ€.

En estas รฉticas caninas, mรกs perplejidad me provocรณ el comentario de George Steiner. โ€œSi los torturadores tocaran a mi mujer o a mis hijos, creo que podrรญa gritarles โ€˜ยกAguanten!โ€™, porque ellos sabrรญan de quรฉ va la cosa. Sรฉ que si alguien comenzara a torturar a mi perro, me desmoronarรญa en diez segundos y traicionarรญa a todos.โ€ Luego continรบa: โ€œLo considero la verdad y creo que es una de las grandes verdades tabรบ de la sicologรญa moderna.โ€

Yo no lo sรฉ de cierto, pero supongo que mi sicologรญa es antigua. Griega, quizรกs protagรณrica. O renacentista, de aquella era en la que rescataron la mรกxima de Protรกgoras. โ€œEl hombre es la medida de todas las cosas.โ€ Asรญ, llanamente, sin buscarle sentidos mรกs profundos o relativistas.

La mayorรญa de los perros famosos vienen del cine o la televisiรณn, donde hay que darles facultades sobrecaninas para que funcionen en las historias, como Rintintรญn o Lassie. No tomo en cuenta a los humanos atrapados en cuerpos de perro, como Tribilรญn.

Del afrancesado Turguรฉniev recuerdo dos perros. Fifรญ, la galguita que se acercaba โ€œpor turno, moviendo el rabo, a cada uno de los dos huรฉspedes, y les ponรญa en la mano su frรญo hociquillo, husmeandoโ€; y Mumu, el perro de un sirviente que ha de ser sacrificado porque a la patrona le molestan sus ladridos. Grande es la pena por la muerte de Mumu.

Muchos perros hacen su labor de manera anรณnima, como los San Bernardo, adiestrados para rescates alpinos, y los de Pavlov, apreciados por demostrar algo mรกs o menos obvio, o los perros antitanque soviรฉticos que desfilaban frente al Kremlin, โ€œSalve, Stalin, los que van a morir te ladranโ€, y luego volaban en pedazos bajo los panzer alemanes.

La perra mรกs famosa de la historia debe de ser Laika. Con imprecisa fecha de nacimiento, pues era una callejera de padres desconocidos, y muerta por sobrecalentamiento el 3 de noviembre de 1957, allรก arriba donde ningรบn ser humano habรญa llegado antes. Laika muriรณ tan pronto que no habrรก visto el espacio, pero lo rusos le alargaron la vida con ficciones. Todavรญa el dรญa 6 relataban que ladraba y movรญa la cola; aunque tuvieron que desengaรฑar a quienes pensaron que el viaje tendrรญa regreso. โ€œRadio Moscรบ dijo esta noche que la perra Laika estรก condenada a morir en aras de la ciencia y que los expertos soviรฉticos no podrรกn traerla con vida de regreso a la tierra.โ€

โ€œPor mucha que sea la lรกstima que sintamos por la pequeรฑa Laikaโ€, dijo uno de esos expertos, โ€œdebemos pensar en la tremenda contribuciรณn que estรก haciendo a la ciencia.โ€

Una semana despuรฉs, los soviรฉticos no aceptaban que el Sputnik llevaba un perro rostizado. Fue hasta el dรญa 11 cuando se pudo leer sobre la muerte de Laika, pero siempre con mentiras: โ€œPara evitar que sufriera, se le suministrรณ veneno automรกticamente con la รบltima gota de alimento que le restaba. Con su sacrificio, Laika ha proporcionado a la ciencia preciosos datos que permitirรกn al hombre dominar el espacio interplanetario.โ€

El primer ministro de la Uniรณn Soviรฉtica dijo que โ€œno querรญa darle mucha importancia a la perraโ€, que ni siquiera sabรญa si era macho o hembra, aunque โ€œa juzgar por el nombre debรญa de tratarse de una perritaโ€.

Entonces el columnista Ignacio Gutiรฉrrez Hermosillo publicรณ con pluma deslenguada y mala gramรกtica que la muerte de Laika โ€œdebe tener escandalizadรญsimas a las viejas apergaminadas de la Sociedad Protectora de Animalesโ€, y algunos estudiantes de Sevilla con humor que las dรฉcadas volviรณ incorrecto, lanzaron un supuesto satรฉlite casero llamado Spanik con una โ€œperra gordaโ€, o sea, una moneda de diez cรฉntimos a la que daban ese mote canino.

Justo entonces el papa Juan XXIII dio un discurso a los trabajadores del matadero de Roma, en el que asegurรณ que โ€œel hombre, mientras estรฉ al servicio de dios, no tiene nada que le impida dar muerte a los animales, inclusive haciรฉndolos sufrir, en busca de su propio sustento.โ€ Un portavoz del Vaticano tuvo que aclarar que โ€œlas observaciones del papa no se referรญan, en forma alguna, al perro ruso Laika enviado a bordo del Sputnik soviรฉticoโ€.

Ya para rematar las mentiras soviรฉticas, una revista publicรณ en un artรญculo plagado de datos falsos el legado cientรญfico de Laika. โ€œEl anรกlisis del pulso, la tensiรณn arterial y la respiraciรณn de Laika permitiรณ llegar a conclusiones sumamente importantes de que ningรบn daรฑo sufre un organismo viviente en condiciones de imponderabilidadโ€. Bonita esta รบltima palabra para hablar de ausencia de gravedad. Lo cierto es que la muerte de la perra fue punto menos que inรบtil para la ciencia, pero hizo algo por el espรญritu de aventura.

Cinco meses despuรฉs, el Sputnik dejรณ de dar vueltas a la tierra con su cadรกver y se precipitรณ a tierra. Las cenizas de Laika cayeron en algรบn sitio de Brasil justo cuando el texano Van Cliburn ganaba en Moscรบ el concurso Chaikovski.

Vasili Grossman escribiรณ un cuento titulado โ€œLa perraโ€. Quizรกs los censores no se dieron cuenta de sus maรฑas. Su historia va de una tal perra Petrushka, con mejor suerte que โ€œLaika, que hubo de morirโ€, y por tanto โ€œeran esos tiernos ojos caninos, y no los de Niels Bohr, los primeros que verรญan el universo sin lรญmitesโ€ฆ Por primera vez los ojos de un ser viviente verรญan el espacio sin aire, el espacio de Kant, de Einstein, de los filรณsofos, astrรณnomos y matemรกticos, no en la mente, no en las fรณrmulas, sino tal como es.โ€

En el cuento, todo funciona de maravilla. Los indicadores registran cada uno de los signos vitales de Petrushka, y esta regresa de su largo viaje por obra de la literatura. Su amo, el hombre que la habรญa adiestrado, es el primero en recibirla. โ€œElla corriรณ hacia รฉl, meneando tรญmidamente la punta de la cola metida entre las patas. Pasรณ un largo tiempo antes de que รฉl pudiera ver esos ojos que habรญan absorbido el universo. La perra le lamiรณ la mano en seรฑal de obediencia, en seรฑal del eterno rechazo a ser errante y libre, en seรฑal de reconciliaciรณn a todo lo que fue y serรกโ€.

Los censores tenรญan fama de brutos, y de verdad creyeron que Vasili Grossman estaba escribiendo sobre una perra. ~

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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