La 4T, ¿una epopeya asordinada?

El proyecto obradorista, aseguran sus defensores, representa una mutación radical en la vida mexicana. ¿Hay una literatura que está a la altura de ese autoproclamado quiebre histórico?
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La denominada “cuarta transformación” de México ha propiciado diversos abordajes bibliográficos para dilucidar sus características, ideología, programa y objetivos; libros de carácter divulgativo que, sintomáticamente, enfatizan desde su título el cariz enigmático de la fórmula . Uno de ellos es 4T: claves para descifrar el rompecabezas (Grijalbo, 2021), de Hernán Gómez Bruera y Blanca Heredia, quienes en la introducción asientan este juicio esclarecedor:

No es sencillo entender lo que estamos viviendo, en parte porque, hasta ahora, la autoproclamada 4T ha carecido de un relato sobre sí misma, armado con razones y no sólo con discursos, emociones y actos de poder.

En el libro, intelectuales orgánicos como Lorenzo Meyer explican que esta cuarta transformación se encuentra en intrínseca relación con la historia de México; es la continuación de tres etapas: la Independencia, la Reforma y la Revolución. El culto lector seguramente advertirá que la denominación no corresponde a periodos históricos sino a “transformaciones”. Por ello la cuarta debería trascender el periodo presidencial, como ocurrió con la Independencia y la Revolución.

El régimen de AMLO nació instaurándose como transformador a priori, con el presidente proclamándose heredero de los grandes momentos de la epopeya patria y su único vocero, intérprete y adalid; una especie de sacerdote de la religión nacionalista.

Si el proyecto obradorista ha sido refundar el Estado mexicano y corregir males endémicos, principalmente la corrupción, considerado el problema central del que derivan los demás, casi cinco años después de su implementación cabe preguntarse ¿se ha dado esa refundación? ¿Se han cumplido los 12 principios y los 3 ejes marcados en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024? De haber ocurrido, viviríamos uno de esos momentos de gloria y esplendor que, además de traducirse en un cambio en los aspectos económicos, políticos y sociales, se reflejaría en la literatura y las artes, como sucedió en la época isabelina en Inglaterra o en nuestro país, durante la etapa posrevolucionaria, en los años 20, cuando surgieron grandes movimientos, escuelas estéticas, tendencias y transformaciones en el arte y la cultura. Examinar la literatura publicada en este sexenio y preguntarnos si existe una obra representativa es otra manera de comprobar si efectivamente vivimos una mutación radical en la vida mexicana.

Una somera revisión de las obras más significativas aparecidas entre 2019 y 2023 nos revela que la temática de la violencia es preponderante. Sea a través de la continuidad del subgénero de la novela del narco, como en las obras de Geney Beltrán (Adiós, Tomasa, 2019) o Eduardo Antonio Parra (Laberinto, 2019); de la denuncia de la violencia de género, además de la del entorno (Casas vacías, 2019, Ceniza en la boca, 2022, de Brenda Navarro; Desde los zulos, 2023, de Dahlia de la Cerda); o bien de historias situadas en territorios copados por la inseguridad, donde esta violencia es ubicua, sin circunscribirla al ámbito del narcotráfico o de los feminicidios, como ocurre en la novelística de Fernanda Melchor (Páradais, 2021), que en este periodo se ha afianzado como una de las autoras más importantes de México.

Otra de las vertientes de la actual literatura mexicana es visibilizar la escritura femenina, por lo común soslayada del canon y en general poco atendida por las historias críticas de nuestras letras. En este rubro enumeraríamos autoras cuyas obras aparecieron en este lustro: Aura García-Junco, Ave Barrera, Liliana Blum, y a las ya canónicas Valeria Luiselli y Guadalupe Nettel.

En resumen, una gran parte de la narrativa y, en menor medida, de la poesía durante el obradorato refiere la violencia que rige al país desde ángulos diversos: como continuación de un subgénero que surgió y se afianzó en la primera década del siglo XXI; como registro de los feminicidios y la violencia de corte estructural contra la mujer, en una vertiente que se nutre de claves feministas y, en muchos casos, se adscribe a este movimiento; y como constancia costumbrista del entorno de la vida pública en México en este tercer milenio. Incluso, el auge que viven subgéneros como el horror, el fantástico y la novela negra constatan la violencia que atraviesa a las letras mexicanas contemporáneas. No sorprende, por ello, que dos de las obras más importantes del periodo sean El invencible verano de Liliana de Cristina Rivera Garza (2021) y en poesía Antígona González de Sara Uribe, escritas para fungir como un documento conmemorativo de los feminicidios, los crímenes del narco y las desapariciones forzadas.

La mejor exposición del fracaso de la política social y del combate a la inseguridad durante la 4T son estos testimonios literarios que retratan a un México destruido por el crimen, donde el narco y la impunidad, además de controlar vastas porciones territoriales, han permeado la idiosincrasia nacional. La preponderancia de la violencia y la configuración de una sociedad desmadejada donde los valores humanistas y la norma jurídica aparecen desplazados, cuando no negados, reitera la crisis que vive México y que, a despecho de las afirmaciones de los corifeos, en este sexenio ha continuado acentuándose.

Ahora bien, la literatura panfletaria no ha sido ajena a los grandes momentos de la vida mexicana, como lo comprueba la querella entre los escritores nacionalistas y los cosmopolitas que ocurrió en los años treinta del siglo XX. Sin embargo, pese a que existe un grupo de escritores, moneros, académicos, actores y periodistas reconocidos como la intelligentsia del obradorismo, hasta los propios simpatizantes de la 4T concuerdan en la carencia de una producción intelectual al interior de esta tendencia política. A las voces de Bruera, Heredia y otros académicos, se ha sumado recientemente la de Epigmenio Ibarra, quien en el foro nacional “Arte y Cultura para profundizar la transformación”, convocado para diseñar el Proyecto de Nación 2024-2030, organizado por Morena y coordinado por Paco Ignacio Taibo II y Paloma Sáiz, reclamó que los creadores solo “hicieran propuestas” sin ofrecer nada a cambio, y sugirió que sus creaciones deberían tratar “la epopeya que es la transformación”. Del “no te pago para que me pegues” llega el “si te pago, escribe una épica”, aunque la epopeya sea más bien asordinada.

De entre los escritores militantes de la 4T destacan Paco Ignacio Taibo II, Fabrizio Mejía Madrid, junto a otros como Óscar de la Borbolla, cuya obra se ha reivindicado en este periodo, y Sabina Berman, quien se ha convertido en una de las defensoras más notorias del régimen. ¿Hay obras emblemáticas de la 4T desde la intención panfletaria? ¿Una tendencia equivalente a la de los narradores de la Revolución, a la novela proletaria o incluso a la novelística cristera?

Dos novelas, Los ninguneados de Fabrizio Mejía Madrid (2022) y El último suspiro del conquistador de Pedro Miguel (2022), se antojan las únicas expresiones literarias del obradorato. Al respecto, en una revista de filiación marxista, Intervención y Coyuntura, un anónimo redactor asegura que “La aparición de El último suspiro del conquistador del periodista Pedro Miguel marca un cierto inicio (positivo) de la inclusión de la 4T en la literatura”. Para José Luis Martínez Salazar, director del suplemento cultural Laberinto y conocedor de las tendencias de la literatura mexicana contemporánea, dicha novela sería igualmente la más representativa. En sus palabras:

En ese viaje [el del protagonista] encontrará los motivos de la tragedia mexicana, de la oscuridad que antecede a la iluminación que supone la llamada cuarta transformación. Es un libro con un evidente sesgo ideológico de uno de los principales intelectuales del actual gobierno, es también un libro caótico cuya principal función es acusar al pasado de todos los males del presente.

Sintomáticamente, Mejía Madrid y Miguel coinciden en remontar la historia de México a la Conquista –un asunto que ha obsesionado asimismo a Álvaro Enrigue, aunque la novela que mejor representa este interés, Tu sueño imperios han sido (2022) nada tiene que ver con los afanes didácticos ni con los lugares comunes de las otras–. ¿Será, acaso, que los intelectuales y creadores más preclaros del movimiento de regeneración, como Mejía Madrid y Miguel, son incapaces de trascender la senda marcada por El laberinto de la soledad, pese al rechazo que su autor les provoca?

En el fondo, la respuesta a la pregunta que da pie a este texto quizá sea muy sencilla: no hay obras emblemáticas de la 4T, ni que atestigüen la renovación en la vida social, ni que expongan sus fundamentos ideológicos, porque dicha transformación es una fórmula retórica antes que una herramienta conceptual. La anunciada nueva aurora histórica se ha quedado en un lema no muy ajeno a otros que caracterizaron a los sexenios del pasado: la renovación moral (Miguel de la Madrid Hurtado), el cambio (Vicente Fox). Por supuesto, es muy probable que la ausencia de obras representativas de este nuevo amanecer sea también culpa de los conservadores. ~

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(Minatitlán, Veracruz, 1965) es poeta, narrador, ensayista, editor, traductor, crítico literario y periodista cultural.


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