Leonardo Sciascia. El poder de la mafia

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Al principio, me llamรณ la atenciรณn el contraste entre su interรฉs local e internacional. Por algรบn motivo su obra tenรญa para los italianos reverberaciones especiales y esa capacidad de tocar el nervio vivo de una sociedad particular me parece, cada dรญa mรกs, una vocaciรณn especรญficamente literaria, especรญficamente novelesca. Si Pierre Menard acierta al descubrir que el libro es un invento del lector, entonces la lectura que de Leonardo Sciascia (1921-1989) han hecho los italianos de su รฉpoca es algo que debe tomarse en cuenta. Al mismo tiempo, esa interpretaciรณn nunca podrรก ser la รบnica; ni siquiera, tal vez, la mรกs autorizada. Lo que me llevรณ a leerlo, al comienzo, fue lo anterior mรกs su preocupaciรณn por el fenรณmeno de la mafia como cristalizaciรณn del poder. Me enganchรณ. Me sumรญ en su lectura. Su Sicilia pasรณ a ser una metรกfora duradera, una indagaciรณn acerca de una cierta forma de ejercer el poder.

La frase de Sciascia es precisa y natural. Se parece en esto a Bioy Casares. Esas oraciones diรกfanas y seguras, a menudo concatenadas a travรฉs de punto y comas, arman un relato que atrae y da confianza. Su modelo podrรญa ser Stendhal; el de las Crรณnicas italianas. Sabe mantener una perspicaz y entretenida distancia irรณnica. Su encanto reside, en buena medida, en su punto de vista frรญo y escรฉptico, pero nunca gravoso, nunca lejos de un humor suave, ligero y sagaz.

Ha declarado: โ€œNo tengo una gran fantasรญa creadora.โ€ Los personajes son โ€œseres ya existentes que entran espontรกneamente en la pรกginaโ€. Sciascia es un cazador; las cosas, la vida, los movimientos del alma, se pueden captar y decir. Es el placer de la captura. Es el momento de la lucidez. Por otro lado, y en contraste con lo anterior, hay un momento para el velo del misterio, lo no resuelto, el mรณvil impenetrable. De allรญ la aficiรณn a las novelas de tema policรญaco, pero que plantean โ€“un poco a lo Gadda, pero completamente en otro estiloโ€“ un caso sin soluciรณn. Es lo que ocurre, por ejemplo, en Todo modo (Tusquets, 1989, ediciรณn original de 1974) y en 1912+1 (Tusquets, 1987, ediciรณn original de 1986). Y cuando se trata de un acto virtuoso, como en Puertas abiertas (Tusquets, 1988, ediciรณn original de 1987), tambiรฉn su causa รบltima queda en un claroscuro, en el cual se divisan preguntas teolรณgicas.

Es mรกs un dibujante que un pintor. Delinea personajes y episodios con rapidez y vigor. Depura, estiliza. Consigue una frรญa belleza, una belleza โ€œclara y distintaโ€. Admira a Manzoni, a Pirandello, a Lampedusa, a Diderot. Y, por cierto, a Stendhal. No a Joyce. Ha sido inmune a la tentadora influencia de Calvino. Los asuntos que le inquietan son los mismos que se tratan en Los novios, la gran novela decimonรณnica de Manzoni, ambientada en el Milanesado del siglo XVII. La de Manzoni es una novela italiana y catรณlica โ€“si hay algunaโ€“ y por la cual desfilan enamorados y mafiosos, curas y nonnas, tarambanas y cardenales. En el fondo, dichos asuntos se reducen a uno: la coerciรณn fuera del Estado y las antiguas instituciones y costumbres que lo legitiman. O, si se quiere, los instintos y ataduras que a travรฉs de mil pliegues, repliegues y recovecos permiten resistirse al Estado como agente que supuestamente monopoliza el ejercicio de la violencia. Es un tema รฉtico tan hondo y antiguo como Esquilo.

Esto nos lleva de lleno a la cuestiรณn de la mafia. Sciascia desarma en sus novelas las concepciones comunes acerca de lo que estรก detrรกs de ella. Pone en duda las versiones que apuntan a conspiraciones perfectamente organizadas. La mafia es una forma de concebir la prรกctica del poder y el poder para Sciascia resulta, en รบltima instancia, inescrutable. Con todo, hay ciertas pistas. Como sucede en El consejo de Egipto (Tusquets, 1988, ediciรณn original de 1963), el poder envuelve a la verdad, la tapa, la desfigura, la esconde. El ejercicio del poder implica siempre una manipulaciรณn de la verdad. Y la novela, segรบn Sciascia, estรก especialmente dotada para mostrar cรณmo ocurre.

En 1912+1 el crimen pasional no se esclarece porque el clima polรญtico y social no lo permite. Se estรก en sintonรญa con ese acuerdo polรญtico llamado โ€œPacto Gentiloniโ€, de 1913, que se propone evitar la โ€œdisoluciรณn de la familiaโ€ y que expresa una โ€œabsoluta oposiciรณn al divorcioโ€. En virtud de ese pacto los catรณlicos italianos empiezan a participar en las elecciones. Antes se oponรญan a ello para respaldar el derecho del Papa al gobierno de Roma. En cierto modo, la democracia italiana que conocemos surge de este pacto.

Culpar a una bella condesa de โ€œojos vivos y limpiosโ€, bien casada con un capitรกn, de haber asesinado a su amante โ€“un mero bersagliere, un ordenanza llamado Quintilio Polimanti y destinado al servicio personal del capitรกnโ€“ no resultaba verosรญmil. Dicho pacto conservador gestionado por el conde Gentiloni y fundado en โ€œel imperativo de salvar aรบn en la descomposiciรณn la sustanciaโ€ tendrรก โ€“afirma el narradorโ€“ perdurable influencia en Italia e iniciarรก โ€œel largo perรญodo […] de las componendas, de las conciliaciones, de los acuerdosโ€ (como el Tratado de Letrรกn). Una de sus รบltimas manifestaciones serรก โ€œMoro inmolado en ese altarโ€. La componenda es la otra cara de la violencia. โ€œHay que estar de acuerdoโ€, repetรญa Giorgio La Pira: โ€œTodos de acuerdo. Movรญa sus pequeรฑas manos como si quisiera modelar materialmente el acuerdo: masa dรณcil y suavรญsima.โ€

El narrador jamรกs usa en esta novela la primera persona de los personajes ni emplea el estilo indirecto libre. Se mantiene como un comentarista y editor del relato judicial. No hay otras fuentes que los expedientes del proceso y crรณnicas y reportajes de la รฉpoca. Nunca abandona el papel del historiador, nunca trata de meterse en la mente de los personajes. Nunca los vemos desde adentro. Se mantiene la distancia. Hay que imaginarlos desde lo que ha quedado recogido en el proceso. Eso le da brevedad, concisiรณn y frialdad a su relato; tambiรฉn filo e ironรญa. Por ejemplo, comentando lo escrito por un cronista contemporรกneo sobre los hechos y las comprometedoras cartas de amor โ€“en una de ellas se habla de los โ€œmomentos gozadosโ€โ€“ que se exhiben en el juicio hace divertidos alcances a las influencias literarias allรญ presentes, sobre todo de Dโ€™Annunzio.

Asรญ describe la retรณrica del abogado defensor de la condesa acusada: โ€œno defraudรณ; antes bien, conmoviรณ y entusiasmรณ. Barba y cabellera tempestuosamente agitadas por el viento de su elocuencia, haciendo una de esas apologรญas llenas de viento por las que entonces se medรญa la competencia de un abogado; y aรบn hoy la de un polรญtico (la de un polรญtico que sale en la televisiรณn, quedando horas despuรฉs en el espectador nada mรกs que el recuerdo de que โ€˜ha habladoโ€™ bien, si es que โ€˜ha hablado bienโ€™: y es inรบtil preguntarse acerca de quรฉ, pues tanto mejor ha hablado si no ha hablado de nada). Y yo, al leer la defensa del abogado Raimondo, no siento vibrar en ella la menor emociรณn, ni logro tampoco descubrir nada de persuasivo, nada de convincente. Sin embargo, en la sala criminal de Oneglia el pรบblico llorรณ y aplaudiรณ a rabiar, largamenteโ€.

El abogado, ademรกs de su prestigio y competencia profesional, tenรญa para la condesa la ventaja de ser un ex socialista, partido, el socialista, que brinda โ€œmรกs que cualquier otroโ€, la posibilidad del โ€œabandono del mismo: en la presunciรณn โ€“o en la retรณricaโ€“ de ser mรกs socialista de lo que el partido permite en ese momento. Pero no es infrecuente el caso de que el declararse mรกs socialista y dejar el partido esconde el serlo menos o el no serlo ya nadaโ€.

Segรบn el diario Il Messaggero, โ€œal parecerโ€ se trata de una dama de โ€œsuma bellezaโ€ y el ordenanza es โ€œun joven apuesto, alto, de pelo crespo y rubioโ€: datos por los que el lector, sigue diciendo el narrador, โ€œpuede tomarse lo de โ€˜al parecerโ€™ no sin desconfianzaโ€. Sciascia se entusiasma escudriรฑando estas medias verdades, las complicadas y exquisitas maneras a travรฉs de las cuales se alude a lo que no se puede aludir, y se dice lo que no se debe decir.

Cuenta el cronista que se podrรญa pensar que la acusada โ€œposee dos almas o dos naturalezas segรบn se la observe de perfil o directamente al rostroโ€. De soslayo no se โ€œadvierte mรกs que el tono de su voz modulada sobre el acariciante acento veneciano; y a la impresiรณn que ello transmite se aรฑade el perfil purรญsimo de su pรกlido rostroโ€. Pero cuando mira de frente y sus โ€œardientes ojos relampagueanโ€ y sus respuestas โ€œparecen meditadas, rรกpidas y directasโ€ uno siente โ€œque el alma de esta mujer no es tan sencillaโ€ y que un hombre โ€œinclinado a los arrebatos amorosos como lo era Polimanti, condenado a vivir a su lado de la maรฑana a la noche […] a verla en bata, en traje de baรฑo, y cuando comรญa en casa o cuando paseaba siendo la admiraciรณn bajo las palmeras y los naranjos de San Remo […] debe haberse sentido atraรญdo de forma irresistibleโ€. โ€œPero que la condesa le hubiera correspondidoโ€, que incluso hubiera sido capaz de asesinarlo por celos, โ€œeso no se podรญa admitir, habรญa que ahuyentar a toda costa la sospecha. Empresa difรญcil donde las hayaโ€.

El mundo siciliano de Sciascia es un mundo catรณlico. Los curas pululan en sus pรกginas. Es el caso, desde luego, de El consejo de Egipto, novela de la cual hay muchos ecos en El nombre de la rosa. Sus clรฉrigos nunca son unรญvocos o repetitivos. Muy por el contrario. Los hay de todas las layas. Asรญ presenta en Todo modo al incisivo, influyente y cultรญsimo padre Gaetano: โ€œAlto e inmรณvil dentro de la larga sotana negra, con una mirada lejana y perdida en un punto fijo, un rosario de gruesas cuentas negras enroscado en la mano izquierda, y la derecha, grande y casi transparente, cruzada sobre el pecho. Parecรญa no verme, pero acudiรณ a mi encuentro, y siempre como si no me viera, dรกndome la curiosa sensaciรณn, al borde de la alucinaciรณn, de que se desdoblaba visual y fรญsicamente โ€“una figura inmรณvil, frรญa y distante, que me rechazaba hasta mรกs allรก del horizonte de su mirada; otra, en cambio, llena de paternal benevolencia, acogedora, cรกlida y atentaโ€“, me dio la bienvenida.โ€

El padre Gaetano es inolvidable. Por su finรญsima ironรญa, su sutileza, su elegancia, su sentido del poder real. No hay en รฉl nada de ingenuo, de idealista, de confuso. Le gusta citar a Mallarmรฉ: โ€œLa chair est triste, hรฉlas! et jโ€™ai lu tous les livres.โ€ Es un hombre de este mundo. Sabe, por supuesto, recaudar fondos para sus obras. Es un ejemplar particularmente apto para alcanzar y ejercer el poder. Es una suerte de confesor, predicador y director espiritual de los que detentan el poder econรณmico y polรญtico. Los ha reunido en un retiro espiritual. โ€œEl padre Gaetano maneja y modela la conciencia de todos estos como si fuera de cera.โ€ Pero ocurre un crimen, luego otro, luego un tercero. La corrupciรณn y el asesinato en el corazรณn mismo de la รฉlite catรณlica.

Quien narra la historia es un pintor exitoso y escรฉptico, ateo, antirreligioso e irรณnico. El cruce de espadas entre ese artista y el padre Gaetano es sorprendente. Ambos son de una agudeza e inteligencia excepcionales. El padre Gaetano se las arregla para escandalizar al laico pintor; su capacidad para la paradoja y la simulaciรณn sugieren que vive en un mundo mucho mรกs escรฉptico y desencantado que el del narrador. โ€œPero Sade era cristianoโ€, dice el padre Gaetano. โ€œLa castidadโ€, dice, โ€œes la forma mรกs sublime del amor propio: convertir la propia vida en obra de arteโ€. El ateo aquรญ es un cรกndido, un crรฉdulo. De los dos, el mundano y crรญtico es el padre Gaetano.

โ€œEl laicismo, aquello por lo que ustedes se llaman laicosโ€, dice el padre Gaetano, โ€œno es mรกs que la otra cara de un exceso de respeto por la Iglesia, por nosotros, los sacerdotes. Atribuyen a la Iglesia y a nosotros una especie de aspiraciรณn perfeccionista, pero quedรกndose cรณmodamente fuera de ellaโ€.

La Iglesia que representa el padre Gaetano es una sutilรญsima invenciรณn para la administraciรณn del poder. Es โ€œuna fuerza sin fuerza, un poder sin poder, una realidad sin realidadโ€. Pero es mรกs que eso. Dice: โ€œlos sacerdotes buenos son los malos. La supervivencia, y, mรกs que la supervivencia, el triunfo de la Iglesia a lo largo de los siglos, se debe mรกs a los sacerdotes malos que a los buenos […] El sacerdote que viola la santidad o, que en su manera de vivir, hasta la escarnece, en realidad, la confirma, la enaltece, la sirveโ€. Y mรกs adelante: โ€œPero no olvide que estamos en el terreno de la paradoja […] La grandeza de la Iglesia […] radica en el hecho de consustanciar una especie de historicismo absoluto: la inevitable y precisa necesidad, la utilidad segura, de cualquier acontecimiento interno en relaciรณn al mundo, de cualquier individuo que la sirve y testimonia.โ€ La Iglesia โ€œes una balsa, La balsa de la Medusa, si quiere, pero una balsaโ€. Es decir, los que estรกn dentro de la Iglesia sobreviven comiรฉndose los unos a los otros, como los nรกufragos de la balsa de la Medusa que pintรณ Gรฉricault โ€“cuadro que se refiere a un hecho realโ€“, pero es una balsa, al fin. Gracias a ella, aunque sea a costa de otros, algunos lograrรกn sobrevivir. Fuera de esa balsa, parece pensar el padre Gaetano, no hay mรกs que gente a punto de ahogarse y que nada hacia ella aun sin saberlo, aun a pesar de ellos mismos. โ€œNo, usted estรก nadando para alcanzar la balsaโ€, le dice al pintor ateo.

Las raรญces รบltimas de la voluntad de poder se confunden con las del miedo. ยฟQuiรฉn tiene miedo? Por ejemplo, el dรบctil, astuto y persistente barรณn de โ€œEl quarentelloโ€ (en Los tรญos de Sicilia, Tusquets, 1992, ediciรณn original de 1958), que teme al pueblo que le concede o reconoce su supremacรญa de la que รฉl depende. Al siciliano lo seduce la idea del que no parece tener miedo, el que arregla sus cuitas a grito limpio, que โ€œse las traeโ€ e impone su voluntad. Es la misma figura que encarna Stalin para el comunista de โ€œLa muerte de Stalinโ€ (en Los tรญos de Sicilia); โ€œun tรญo capaz de consumar venganzas o culminar con sentencias a baccagliuโ€; es un caudillo que satisface ese angustioso anhelo por depositar toda la confianza en una persona, descansar en ella y simplificar la vida. Se confรญa en una persona de quien arranca la legitimidad; nunca en el Estado, por cierto. Es un mundo en el que el asesinato estรก siempre cerca. Por eso mismo asombra la capacidad de enfrentar el riesgo de la muerte. โ€œEn toda la guerra no he visto a un sรณlo espaรฑol que tuviera miedo de morirโ€, dice el narrador siciliano de โ€œEl antimonioโ€ (en Los tรญos de Sicilia), que combate en la Guerra Civil espaรฑola.

Y a propรณsito del miedo: Sciascia tiene ojo clรญnico para escoger sus fuentes. Lo demuestra โ€œEl hombre del pasamontaรฑasโ€ (en Matahari en Palermo, Montesinos, 1986, ediciรณn original de 1985) que no transcurre en Sicilia sino en Chile. Se trata, posiblemente, de lo mejor que se haya escrito hasta ahora acerca de la dimensiรณn del horror bajo el mando del general Pinochet, un relato breve, poderoso y verista. Sciascia ha sabido recortar entre los miles y miles de hechos y testimonios del espanto una figura arquetรญpica: la del โ€œencapuchado del estadio nacionalโ€. โ€œEl hombre del rostro oculto, el hombre del pasamontaรฑas. Aquel que sin decir palabra, sรณlo con el gesto de la mano, escogรญa de entre los prisioneros hacinados en el estadio nacional al que mandar a la tortura y a la muerte.โ€

Asรญ, cuenta Sciascia, lo recuerda un ex prisionero: โ€œEl siniestro personaje, escoltado por militares, pasaba revista a los millares de prisioneros. A pesar de su estatura insignificante, su ropa nueva y cursi y su paso inseguro, el hombre del pasamontaรฑas se imponรญa a todos como una fantasmagรณrica presencia e imponรญa en las graderรญas un silencio de pรกnico […] Nosotros lo mirรกbamos con ansiedad […] Algunos volvรญan la cabeza para no ser identificados o trataban de escabullirse hacia los retretes. Cualquiera de nosotros podรญa encontrarse ante el รญndice del hombre del pasamontaรฑas […] El hombre se acercaba, se detenรญa, continuaba la bรบsqueda; algunas veces volvรญa atrรกs para reconocer mejor a alguno.โ€

Sin embargo, un dรญa de junio del aรฑo 1977, se presenta a la Vicarรญa de la Solidaridad, organismo que dependรญa del Arzobispado, un hombre que afirma: โ€œEl hombre del pasamontaรฑas del estadio nacional soy yo […] Me llamo Juan Renรฉ Muรฑoz Alarcรณn, carnet de identidad 4824557/9. Tengo treinta y dos aรฑos […] Soy un ex dirigente del partido socialista, ex miembro del comitรฉ central de la juventud socialista, ex dirigente nacional de la CUT (Central รšnica de Trabajadores). Pertenecรญ a la confederaciรณn de trabajadores del cobre.โ€ Algunos meses antes del golpe de Estado dice que decidiรณ dejar el partido socialista: โ€œNo estaba de acuerdo en ciertas cosas.โ€ No precisa cuรกles. Dice que sus ex compaรฑeros โ€œquemaron mi casaโ€. Dice que entonces fueron โ€œhombres de derechasโ€ los que lo escondieron y alimentaron. โ€œY tenรญa que pagar sus deudas […] Pero las pagรณ con alegrรญaโ€, sugiere Sciascia: โ€œUna alegrรญa no apagada del todo en el momento de la confesiรณn: โ€˜No fueron pocas las personas que reconocรญ. Y de las muchas que ya estรกn muertas, yo soy el responsable de su muerte, por el solo hecho de haberlas reconocido.โ€™โ€

Sciascia cree que Muรฑoz no ha hecho una verdadera confesiรณn sino que estรก repitiendo el mismo gesto, el de la venganza: โ€œcomo ayer contra sus ex compaรฑeros, hoy contra sus ex protectoresโ€. Ocurre que debe salir con los agentes a reconocer personas buscadas. Al encontrarse con uno que es su amigo, Miguel Plaza, lo deja pasar: โ€œGracias a mรญ, รฉl estรก vivo aรบn: no quise reconocerlo.โ€ Pero los agentes descubren su mentira: โ€œellos tenรญan una fotografรญa en la que รฉl y yo estรกbamos juntosโ€. Cae en desgracia. โ€œMe tuvieron durante tres meses en prisiรณn tratรกndome como a los otros detenidos.โ€ Lo liberarรกn a condiciรณn de que continรบe colaborando, lo que hace activamente. Intentan que se infiltre en las estructuras clandestinas del partido socialista, pero no es posible porque โ€œestรก quemadoโ€. Le asignan โ€œla tarea de dar caza a personas, interrogarlas, torturarlas, asesinarlasโ€. Asegura que adentro, en la prisiรณn, โ€œtodos, sin excepciรณn, colaboranโ€; y cuenta el caso de uno de la juventud comunista, del comitรฉ central, que revelรณ un buen nรบmero de cosas y nombres: โ€œpero hay que decir que fue espantosa y salvajemente torturadoโ€.

ยฟY รฉl? ยฟQuรฉ espera? โ€œNo ve salvaciรณn: se considera muerto y la muerte puede venirle tanto de sus ex compaรฑeros como del rรฉgimen.โ€

Tuvo razรณn. A los cuatro meses de esta confesiรณn, grabada por la Vicarรญa de la Solidaridad, el cadรกver de Muรฑoz โ€œfue hallado en un sitio eriazo en la Florida, en las afueras de la capital. Habรญa recibido diecisiete puรฑaladasโ€.

Como suele suceder en las narraciones de Sciascia, los mรณviles รบltimos del deseo de violencia y crueldad, los resortes finales del mal y de la voluntad de poder, quedan en la penumbra. Sciascia no cree que las informaciones que aportaba el encapuchado hayan sido ni siquiera significativas para el rรฉgimen. En cualquier caso, lo esencial no es eso. Sospecha que en el trasfondo de esta historia hay algo peor, un hecho โ€œmรกs espantoso, mรกs inhumano que la cรกrcel, la tortura, el fusilamiento: se ha querido con el hombre del pasamontaรฑas crear una indeleble, obsesiva imagen del terror. El terror de la delaciรณn sin rostro, de la traiciรณn sin nombre. Se ha querido deliberadamente y con macabra sabidurรญa evocar el fantasma de la Inquisiciรณn, de toda inquisiciรณn, de la eterna y cada dรญa mรกs refinada inquisiciรณnโ€.

Sciascia explora otra arista mรกs acerca de lo que es el poder de la mafia: lo que llama โ€œla religiรณn de la familiaโ€. El poder se legitima entre los lazos familiares. Desde ellos se hace posible la resistencia al abuso pero a cambio, muchas veces, de un alto precio individual. La familia siciliana, en sus ficciones, es totalitaria. Sus miembros se deben al todo. Son intercambiables como ocurre en el cuento โ€œReversibilidadโ€: โ€œReversibilidad: de un cuerpo que rescata a otro, dentro de la desgarradora religiรณn de la familia, de la que aรบn hoy toda Sicilia vive; de una muchacha de Grotte que conquista la libertad de un hombre del vecino y enemigo pueblo de Racalmutoโ€ (โ€œReversibilidadโ€, en El mar del color del vino, Alianza Editorial, 1990, ediciรณn original de 1973). O como tambiรฉn sucede en โ€œLa tรญa de Amรฉricaโ€: โ€œpatrimonios enteros fueron a parar a manos de jueces, abogados, esbirros, carceleros y jefes de la mafia (estos รบltimos aseguraban protecciรณn a los detenidos polรญticos dentro de la cรกrcel); guapรญsimas muchachas con buena dote fueron sacrificadas en matrimonios con viejos jueces y funcionarios, y ha quedado grabado en la memoria de Castro el matrimonio de la hermana de don Vito Bonsignore, uno de los arrestados en el aรฑo 50, con un vejestorio, juez del tribunal de Trapani: una chiquilla de quince o diecisรฉis aรฑos que a mรญ me parecรญa una magnolia, delicada e intocable. Asรญ es el amor familiar, mรกs allรก de lo justo y de lo lรญcito, en nuestros pueblosโ€ (en Los tรญos de Sicilia).

En ese cuento extraordinario que se llama โ€œEl mar del color del vinoโ€ (que da nombre al libro ya citado) Gerlanda, una muchacha siciliana de unos veinte aรฑos, viaja en tren con su familia. Va vestida con un hรกbito monacal negro porque ha estado enferma y debe pagar una manda a san Calogero. โ€œYo, antes de mi enfermedad, era mรกs intemperante, mรกs impaciente; querรญa presentarme a oposiciones para un cargo en el continente, marcharme.โ€ Ha estado en Roma y ha sentido allรญ, viendo pasar ese aluviรณn de personas bullangueras, que โ€œninguna de ellas estaba con los otros, aunque anduvieran hablando, bromeando o cogidos del brazo; marchaban detrรกs de la vida como detrรกs de un coche fรบnebre, cuando cada uno piensa: Estoy vivo, le ha tocado a aquรฉl, no he muerto aรบn, y todos creen que los demรกs, el mundo mismo, habrรกn de morir antesโ€. Ellos โ€œvan detrรกs de la alegrรญaโ€. Esa muchacha, Gerlanda, piensa que โ€œse ha perdido la seriedad de la vidaโ€. Por eso regresa a su pueblo, donde โ€œla vida aรบn es seriaโ€, pero donde su padre se niega a hablar de la mafia. Aunque โ€“reconoceโ€“ โ€œlas apariencias son estrechas, insoportables […] Usted debe pensar que yo tambiรฉn soy estrecha, que estoy chapada a la antiguaโ€. Pero โ€œla vida me agrada: me agradan las cosas bonitas, los vestidos bonitos […] Y tambiรฉn me gustarรญa usar pintura en los labios e intentar fumarโ€.

La tensiรณn entre el gran mundo y lo local; entre el magnetismo de lo abierto, lo fluido, lo nuevo y cambiante, lo entremezclado e impuro, por una parte, y por otra, de lo cerrado, lo tradicional e insular, y la historia de su recรญproca dependencia, es el dolor de Gerlanda que marca su destino. El mar de Sicilia, segรบn Nenรฉ, su hermano menor, โ€œparece vinoโ€. Y, en verdad, produce esos efectos. Aunque โ€œno embriaga: se apodera de los pensamientos, suscita una sabidurรญa antiguaโ€. Asรญ con la literatura de Sciascia. ~

 

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es un novelista chileno. Su รบltima novela es La vida doble (Tusquets).


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