Imagen: Wikimedia Commons

Nación Espanto

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Coopera conmigo y aplaza todas las palabras que no digan nada. Pon sobre esta superficie las más logradas, reten tu silencio que yo ahora mismo estoy escarbando mi lengua para decirte lo exacto.

No es fácil allanar un espacio que oscila al borde porque todo el tiempo alguien desploma el lenguaje. Por ejemplo: bajo una tierra clandestina hallan cientos de cuerpos.

 

* * *

Alcanzábamos el bus corriendo, contábamos monedas y llorábamos cuando era urgente. Nosotros nos juramos todo y para siempre. Nosotros invencibles y ese cuento conocido. Lo común, lo más comun.

Pero no.

Nosotros atravesando un país de balas con el corazón entre los dientes. No lo sueltes. Así como los perros corren con un hueso entre el hocico. No lo sueltes.

 

* * *

Si lo piensas todo el tiempo algo cruzamos: líneas divisorias o fronteras, límites y términos. Arribamos con el trabajo de llevar la memoria a todas partes. Acuérdate del día en que un muro se levantó frente a nosotros, tocamos sus agujeros, medimos sus espacios. Vimos las entradas que como bocas macilentas se cerraban. Tomé tu mano mientras del otro lado las ráfagas vencían.

 

* * *

Te llamé ruina, amor, indolencia. Te llamé castigo o lo que fuera. Te llamé aun cuando y porque a unos metros las bombas nos desmoronaban. No era la guerra. Te estoy diciendo que era otra cosa.

 

* * *

Un día la ciudad ya no es la misma o sí, aunque registrar la ausencia es trabajo de quien pierde porque lo demás sigue igual. Los árboles no se enteran, el ruido no cesa, las mentiras y los alegatos, el pan caliente, la comida a la misma hora, el alza de todo y la pobreza. La vida es la suma de lo que hacemos, hasta ahí llega.

Hasta aquí.

Esto es la enumeración finita de nuestras cosas: tu reloj, una taza, tus manías, los cacharros. Tu miedo a las arañas, el hueco que hiciste. Lo que dejaste.

Yo que ignoraba que no volver a verte era probable.

 

* * *

Cuando te marchabas cerraba los ojos y repetía: regresa, que tu camino esté libre de lo más terrible. Regresa. Era como suplicar frente a una pared en blanco, igual que una pantalla cuando pierde la señal y sólo el ruido, luego el silencio. Acuérdate que no estábamos en guerra, pero afuera todo nos dañaba.

 

* * *

Tu casa no es este país, dijiste, ¿entonces dónde estamos? porque tengo una llave y cuando abro la puerta estoy frente  a lo mío, no tengo miedo.

Ven, mira bien,  –allá afuera es un país–.

Nación mentira. Nación espanto.

Lo que pisas, lo que miras, al que miras.

Aunque tu casa es algo más, dijiste.

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(Ciudad de México, 1981) Escribe poesía y crítica literaria. Es autora de los libros de poesía Nada se pierde (Vesrsodestierro, 2012) y La imaginación herida (Trajín, 2018).


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