La segunda novela de Julio Fajardo (Tenerife, 1979), Asamblea ordinaria (Libros del Asteroide), es un libro duro, aunque no mucho más que ojear las noticias o las estadísticas de aquellas familias españolas que más han sufrido la crisis. El escritor, que también es editor y traductor, las ha sacado de las meras cifras para recrear su historia, aquella en la que las relaciones humanas sufren por los golpes del paro, la falta de perspectivas y la precariedad (aunque se tenga trabajo). Por todo esto, ha sido una novela muy bien recibida desde fuerzas políticas como Podemos, cuyo secretario político, Íñigo Errejón, incluso la presentó en Madrid. Sin embargo, Fajardo, pese a que ha estado muy cercano a este partido, prefiere tomar distancia. Lo suyo, dice, no es tanto una novela sobre la crisis sino un fresco de los conflictos internos de los seres humanos.
En Asamblea ordinaria recreas la historia de tres familias con dificultades económicas. ¿Alguna partió de un hecho conocido?
Ninguna historia es real, pero sí hay detalles sueltos que, si no me llegaron a través de alguien cercano a mí, sí que se parecían en algo. Empecé el libro a principios de 2012 o algo así, pero tenía una idea distinta. Era un argumento del que ahora reniego. La típica novela de reunión de amigos en un sitio concreto durante un tiempo concreto. Y empecé así, pero nunca llegué a la reunión de amigos. A estos personajes no les pasaba lo que les tenía que pasar para reunirse. Me interesó indagar en ese momento en alguien que está en apuros y otro le ofrece dinero. Cómo se da eso, qué entra en juego en esa situación. Y a partir de ahí fui tirando del hilo.
Es un retrato de la crisis y sus efectos sobre la gente corriente. Llama la atención que haya banqueros, ni políticos ni empresarios.
No soy muy consciente nunca de elegir contar una cosa y no otra, pero después me doy cuenta de que lo que me suele llamar más la atención son los conflictos con uno mismo, el miedo, dudas, los sentimientos de culpa, cómo se llevan los miembros de una familia o de una pareja… Y creo que los acontecimientos de la crisis o lo que les toca padecer en parte son la excusa para observar esas reacciones mucho más de cerca.
¿Te consideras uno de esas personas ‘normales’ que sufren esa precariedad?
No, me considero un privilegiado. A mí la crisis no me ha afectado demasiado. Probablemente sin la crisis hubiera tenido otros sueldos. Para mí ha sido más un ejercicio de ponerme en la piel de otras personas y de imaginarme cómo irían reaccionando con esos reveses.
¿La literatura cuenta mejor la crisis, las relaciones humanas, que el periodismo en estos últimos años? ¿La novela tiene esa capacidad todavía?
Sí, para meterse en la cabeza de la gente, en los procesos mentales y conflictos internos de las personas, sigo prefiriendo el género de la novela. Aunque los guionistas de series muy buenas hacen muy buen trabajo, para el monólogo interior, para contar los conflictos entre personas muy cercanas y con mayor nivel de detalle, la novela sigue siendo pertinente. Sigue siendo idónea para eso. No sé si un relato más periodístico… Se podría adaptar, pero no hay tantas publicaciones que permitan el espacio para hacer ese tipo de reportaje largo.
En la novela hay dos personajes antagónicos. Uno es un empresario liberal, juvenil, cool, y el otro es un hombre en paro que se adhiere a una nueva formación política progresista. Parece las dos salidas que ha ofrecido la crisis y, sin embargo, el narrador se muestra muy escéptico con ellos. Sobre todo con el segundo. Me llama la atención, cuando has estado muy cerca de Podemos…
No me había parado a pensar que el empresario podría ser un producto de su tiempo y ahora le veo bastante sentido. La verdad es que me cuesta llegar a una conclusión sobre cualquiera de los dos personajes. Yo quería reflejar cosas que sí he vivido, como sentir una fascinación por el sitio en el que estás trabajando y cómo eso te permite construirte una visión de ti mismo aunque te machaquen con un sueldo miserable. Y en el caso del otro personaje, más que llegar a la conclusión de que su visión o sus decisiones terminan siendo un poco insustanciales, quería plantear que ese tipo de decisiones generan conflicto, inciden en las otras parcelas de tu vida y son difíciles de conciliar.
Pero tú estuviste en Podemos en Barcelona. ¿También querías alertar de cierto dogmatismo?
No llegaría hasta ahí, pero me parecía interesante retratar qué visión pueden tener de ese tipo de apuesta, de esa militancia, otras personas. Creo que hay mucha gente que tiene su visión sobre eso [Podemos] por cerrar. Es una cosa nueva y muchas veces según qué noticias y declaraciones ve por la tele fluctúa. Está por definir. Y eso es lo que quería reflejar.
¿Es una novela comprometida, política?
Sí, no sé con qué causa, pero sí con el tipo de gente que se parece a los personajes. Con el compromiso de ponerse en sus zapatos.
¿Ahí radica el compromiso del escritor?
Me costaría afirmarlo. Le tendría que dar muchas vueltas. Para mí sí que hay una exigencia conmigo mismo de intentar ser honesto. Y ser honesto cuando uno se inventa cosas pasa por no hacer cosas demasiado estrambóticas con las vidas de los personajes, no hacer cosas demasiado efectistas, sino que tengan que ver con la vida de la gente. Para este proyecto, que en otras novelas puede cambiar, el compromiso pasaba por esto.
Te ha presentado el libro Íñigo Errejón y Pablo Iglesias ha alabado la novela en las redes. ¿Te molestaría que te vieran como “el escritor de Podemos”?
Sí, me limitaría un poco la visión. Me imagino a mí mismo haciendo cosas distintas a esto, por lo que sería difícil que me vieran como el escritor de Podemos.
Por cierto, esta novela la empiezas a tramar en 2012, uno de los años más duros de la crisis. ¿Ahora hubieras cambiado algo?
No mucho porque desde que empecé hasta que entregué la última versión cambié muchas cosas. Ha ido mutando por el camino. Creo que todo lo que a mí ya no me parecía tan pertinente lo quité, así que no habría cambiado tanto.
Te lo preguntaba porque ya se habla de recuperación y asuntos como los desahucios ya no están en primera plana.
De hecho había un pasaje en el que uno de los personajes hablaba de eso y fue una de las cosas que me parecía un contenido político poco justificado por la trama y lo eliminé.
Esta novela aparece cuando ya se han publicado otras que también aluden de alguna manera a la crisis económica como Democracia, de Pablo Gutiérrez o La trabajadora, de Elvira Navarro. ¿Un nuevo género o un nicho de mercado?
Mientras haya gente haciendo realismo ambientando en la época actual es muy difícil obviar una realidad que permea por todas partes. Sería casi frívolo. No hablaría tanto de un género, sino que en la categoría de la novela realista es complicado esquivar esta realidad. Va a aparecer en muchos libros y seguirá apareciendo.
es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.